Por Luis María Calvo (*)
Hacia los 450 años de la fundación de Santa Fe
Por Luis María Calvo (*)
En julio de 1949, Agustín Zapata Gollán, director del Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales, elevaba una nota al ministro de Justicia y Educación en la que informaba sobre sus excavaciones en Cayastá y de la localización de lo que suponía, y efectivamente eran, la iglesia y convento de San Francisco. En ese entonces Zapata Gollán contaba con casi 54 años y ya tenía una reconocida trayectoria en la cultura santafesina, pero a partir de entonces comenzó una segunda etapa en su vida, tan intensa y proficua como la primera, centrada en la que sería su principal obra y legado: Santa Fe la Vieja.
Zapata Gollán nació el 23 de noviembre de 1895 en la ciudad de Santa Fe, a pocas cuadras de las iglesias de Santo Domingo y de San Francisco; hijo de Agustín Zapata, entrerriano, y de Bethsabé Gollán, santafesina. Siempre vivió en el Barrio Sur, al que describió en sus escritos y xilografías, evocando con nostalgia el silencio interrumpido por el sonido de las campanas, y su atmósfera cargada por el perfume de naranjos y el olor a río.
Por parte de su padre, descendía de Juan de Garay y por el lado materno era nieto del maestro de obra escocés Juan Gollán casado con Francisca Antonia Maciel, de antiguo tronco colonial.
Por sus lazos familiares, estaba vinculado a hombres que protagonizaron la modernización de Santa Fe en las últimas décadas del siglo XIX. José Gálvez, gobernador de Santa Fe entre 1886 y 1890 era primo de su padre y el periodista y político Floriano Zapata era su tío paterno.
El mencionado Floriano Zapata ocupó cargos políticos, fue propietario y editor del diario La Revolución, que apareció durante la gobernación de Gálvez, y autor de una historia de la que sólo sobrevivió su Sinopsis para la obra del Censo Nacional de 1895.
De alguna manera es uno de los antecedentes más cercanos de la vocación de Zapata Gollán: el periodismo, la cultura y en algún tiempo la política.
Perteneciente a la misma generación de Zapata Gollán fue su primo Josué Gollán (1891-1975) hombre destacado en la vida universitaria santafesina.
Zapata Gollán cursó sus estudios secundarios en el Colegio de la Inmaculada de los padres jesuitas, donde cultivó su vocación literaria, nutriéndose de los clásicos españoles que no abandonaría a lo largo de su vida. Después de doctorarse en Derecho y Ciencias Sociales, tras una corta carrera en la administración judicial, ejerció el periodismo haciendo uso de una pluma polémica, irónica y audaz.
A partir de la década del 30, desplegó su faceta como artista plástico. Era un dibujante innato, que en pocas líneas plasmaba lo que observaba con la agudeza que le caracterizaba. Por esos años pintó unos pocos óleos, entre ellos un retrato de Miguel Ángel Correa (Mateo Booz) y algunas acuarelas con rasgos caricaturescos, como el retrato de Juan G. Maciel; pero fue sobre todo en la xilografía donde volcó su capacidad artística, arte en el que fue iniciado por el gran maestro Sergio Sergi. Jorge Taverna Irigoyen dedicó una monografía a esta faceta de Zapata Gollán.
Mientras tanto, comprometido con la actividad política desde la Democracia Progresista, entre 1932 y 1934 ejerció la intendencia municipal de Santa Fe (1932-34) poniendo de manifiesto su sentido humanitario y su ética, realizando obras de asistencia social y defendiendo los intereses ciudadanos en temas de transporte público y del servicio de la Usina Municipal. Sus enfrentamientos con los intereses económicos de algunas empresas que se vieron afectadas por sus decisiones, terminaron injustamente con su carrera política.
Pocos años después, la trágica muerte de su único hijo, ocurrida en 1936, le abatió y alejó de toda actividad pública. Con el propósito de rescatarlo de la profunda angustia que lo aislaba y a solicitud de sus amigos, en 1938 el gobernador Manuel de Iriondo le envió al Perú para que realizara investigaciones en los archivos coloniales, de cuyos avances fue informando en la prensa santafesina. A su regreso, en 1940, el gobierno provincial creó el Departamento de Estudios Etnográficos y Coloniales (DEEC) designándolo su primer director, función que desempeñó hasta su muerte.
En la década de los cuarenta Zapata Gollán promovió la creación del Museo Etnográfico como parte del mismo DEEC y se dedicó a formar su patrimonio; realizó investigaciones de tipo arqueológico y etnográfico sobre los pueblos originarios de nuestro territorio y trabajos históricos sobre el período colonial. De esos años datan sus estudios acerca de lenguas aborígenes, de las que dio a conocer tres vocabularios mocoví sobre animales y plantas, el caballo y la equitación, y el cuerpo humano y su fisiología, como así también libros sobre la medicina y el caballo en la época colonial, tema este último sobre el que volvería en posteriores publicaciones. También en esa década el Departamento de Estudios Etnográficos publicó tres boletines con algunas monografías de su autoría y de otros investigadores de reconocida trayectoria nacional.
A finales de los cuarenta, en 1948, una ley provincial le encomendó la realización de excavaciones arqueológicas para localizar el sitio en que había sido fundada la ciudad de Santa Fe en 1573. A mediados del año siguiente, sus excavaciones comenzaron a dar a la luz las evidencias materiales de la vieja ciudad y desde entonces hasta su muerte, Zapata Gollán centró sus principales preocupaciones en el rescate, conservación e investigación del sito.
Con el apoyo del CONICET (Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas) entre 1966 y 1967 viajó a España para consultar los Archivos de Indias y de Simancas, y las Bibliotecas de El Escorial y Nacional de Madrid. Como resultado de esas investigaciones, a su regreso a la Argentina, produjo una serie de monografías, muchas de las cuales dio a conocer en los últimos años de su vida a través de los diarios El Litoral de Santa Fe y La Capital de Rosario.
Su vasta obra comprende numerosos libros, siempre sobre temas históricos. Algunos de ellos se destacan de manera especial por sus valores literarios: La conquista criolla (1938), Las Puertas de la Tierra (1941), Los Siete Jefes (1972) y Los Precursores (1980). Otra amplia serie de monografías está dedicada a Santa Fe la Vieja.
Incansable, el trabajo y especialmente Santa Fe la Vieja fueron su vida, por lo que siguió ejerciendo la dirección del DEEC muchos años después de su jubilación. Concurrió a su despacho en el Museo Etnográfico hasta unos pocos días antes de morir.
Cuando murió, el 11 de octubre de 1986, su escritorio estaba cubierto por sus libros predilectos, papeles, documentos y lupas con las que estaba trabajando.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde el Centro de Estudios Hispanoamericanos.
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