Por María Alejandrina Argüelles
Banderas descuidadas y olvidadas
Por María Alejandrina Argüelles
"Alta en el cielo / un águila guerrera / audaz se eleva / en vuelo triunfal (…)" , cantábamos en la escuela y aún hoy suele emocionarnos ese canto patriótico. Pero basta mirar algunas de las que una vez pudieron ser banderas y ahora están olvidadas en sus mástiles, para que, junto con una vergüenza cívica no exenta de tristeza, pensemos justamente que fueron banderas argentinas, nuestra insignia patria. Aunque hoy sean prácticamente trapos descoloridos (olvidados, descuidados) y que representan a la Argentina de estos tiempos, la del águila del ala rota... ¿Será tan así? ¿Ya no nos importan?
Al menos a los responsables de esos "trapos", que a veces ondean y otras se enrollan avergonzados en su mástil, a ellos –supongo- les debe parecer que ya no importan los "lábaros santos", que nada significan. Pero a lo largo de la historia han tenido y tienen el poder de los símbolos fuertes: como representación de la patria; para marcar fronteras; para destacar el mérito de una acción o estudio destacable; para evocar a los próceres y a los héroes cotidianos; han servido para encabezar ejércitos y desde luego la enarbola el vencedor de una guerra, y cubre las tumbas de los caídos.
Sí, sé que hay muchos otros problemas que nos circundan, quizás grandes, muy grandes (no hace falta enumerarlos) y otros pequeños, pero de imprescindible solución (baches, veredas destrozadas, basura, por citar sólo algunos ). Y que renovar las banderas, cuidarlas, perece algo insignificante. Pero el contraste entre los actos y discursos para recordar al prócer y su creación y estas tristes enseñas patrias es tal… Si no se pueden enarbolar dignamente ¿No sería mejor darles honrosa sepultura en vez de dejarlas colgando deslucidas, sin color, sin honor?
Hay testimonios de lo dicho en muchos sitios de la ciudad de Santa Fe. Un ejemplo céntrico puede verse en varias enseñas convertidas en harapos en balcones e incluso en la entrada del Ministerio de Salud, en calle Juan de Garay y 1° de Mayo. Y no podemos dejar de señalar que el marco de desidia de ese edificio combina con las otrora banderas: hay yuyos en la altura, las basuras quedan en su frente por horas (cuando podrían tener un contenedor en sus muy amplias veredas), a los infaltables y despreciables grafitis se suman pegatinas de carteles que permanecen desgarrándose con el viento .
Y tampoco al general Manuel Belgrano, con un monumento en el que fuera convento de Santo Domingo, habitado y defecado por palomas, derrumbándose poco a poco como tantos otros hitos ciudadanos. Son sólo algunas muestras céntricas muy visibles. Seguramente hay muchos otros vergonzosos ejemplos. Eso sí: si los colores patrios están en una camiseta de fútbol y además el equipo sale campeón del mundo, el fervor albiceleste no tiene límites.