Por Juan Bautista Bulgarella
Lo primero que hacían los que colacionaban los boletos capicúa, era fijarse en sus números. A veces se daba que faltaba un número para que lo sea, entonces, como le tocaba a la persona que seguía en el ascenso, le pedían cambiar los boletos.
Por Juan Bautista Bulgarella
Seguramente hay personas que desconocen que la palabra "Capicúa" deriva del idioma Catalán. La hemos nombrado y escuchado muchas veces sin saber su etimología. Decidí buscarla en un diccionario "Catalán - Castellano - Francés" que la familia de mi esposa, Juanita Porta Torrent, trajo desde Barcelona cuando emigraron a Argentina. Es un diccionario que data del año 1927, cuyo autor es el Señor Emilio Vallés, quien se lo obsequiara a mi suegra, Juana Torrent Torrent, cuando en su casa trabajaba como empleada doméstica, lo que fue un regalo anticipado de bodas por estar próxima a contraer enlace.
En ese diccionario fue que busqué y encontré el significado de la palabra "Capicúa": "Cap" es Cabeza i "Cúa" Cola, es decir los números que se leen en un sentido que otro; y tratándose de frases o palabras en igual sentido son las llamadas "Palíndromos".
Mi hogar desde la niñez fue en el Barrio Villa María Selva, en Av. Aristóbulo del Valle, a 100 metros del Puente Negro. A mis estudios primarios los cursé en la Escuela Fiscal N° 139 "Jorge Stephenson", la que estaba en la 26 sin nombre (hoy Ángel Cassanello), entre las calles Belgrano y San Luis, al lado del Club Unión y Progreso. Al finalizar el ciclo lectivo, me preparé para ingresar al Secundario en la Escuela Superior Nacional de Comercio "Domingo Guzmán Silva", lo que logré después de aprobar un examen.
La Escuela funcionó, hasta el año 1948, en calle San Martín 1853, en pleno centro de la Ciudad. Para ir tomaba el Tranvía de la Línea 4 junto con un amigo del Barrio, el Yoyi Chignoli, quien desde el año anterior ya concurría a ese Establecimiento Educativo y al regreso lo hacíamos con el Ómnibus de la Empresa La Unión Línea "G"; en sus recorridos ambos medios de transporte pasaban frente a casa.
Mi amigo tenía como hábito juntar los boletos con números capicúas, cosa que yo también comencé a hacer durante algunos años. En las plataformas traseras de Tranvías y Ómnibus iban los guardas, quienes llevaban colgada al cuelo una correa de la que pendía una pequeña boletera niquelada que contenía los rollos de boletos, tiraba de una punta, lo cortaba, se lo entregaba al pasajero y cobraba su importe que era de 10 centavos. Lo primero que hacían los que colacionaban esos boletos, era fijarse en sus números, para ver si era un "capicúa", a veces se daba que faltara un número para que lo sea, entonces, como le tocaba a la persona que nos había sucedido en el ascenso, nos permitíamos pedirle cambiar los boletos, cosa que a veces era aceptado y otras rechazada por ser también un coleccionista.
Librería y editorial
Al nombrar a mi amigo Chignoli, recuerdo a su abuelo, quien vivía en la misma casa y era uno de los empleados de la ex "Librería y Editorial Castellví", comercio que marcó toda una época en la ciudad, sita en calle San Martín frente a la Cortada Falucho. Ingresando estaba el gran salón de la muy surtida librería y detrás, en su fondo, la imprenta y editorial que tenía salida por calle San Jerónimo, local donde actualmente se encuentra el Banco Bersa.
Cuando el abuelo de Chignoli regresaba del trabajo lo hacía con un vehículo que en ambas puertas tenía pintada la identificación del negocio y, arriba del techo, sobre una estructura que lo sostenía, llevaba un enorme lápiz en madera pintado de colores negro y amarillo, con su punta negro grafito, semejante a los lápices marca "Faber Castell", lo cual sorprendía y llamaba la atención de la gente, lo que fue un acierto publicitario de sus dueños, la tradicional familia Castellví.
El equipo "Culé"
Se ha generalizado que a los hinchas del Fútbol Club Barcelona los llamen "Los Culés", término que también usan los Periodistas Deportivos de nuestro País cuando hacen los comentarios después de un encuentro del Barcelona, refiriéndose a éste lo sustituyen para decir "El Equipo Culé", creo que muchos de ellos sin conocer su origen, sobre todos los más jóvenes.
De su significado me enteré en el año 1974, cuando con mi esposa fuimos de viaje con destino a Barcelona, ciudad donde ella nació y vivió hasta 1949, cuando sus padres decidieron emigrar a Argentina y radicarse definitivamente en Santa Fe. Durante la estadía, con el fin de conocer los principales lugares turísticos de la ciudad, tomamos en la Plaza de Cataluña el Ómnibus Turístico "Barcelona City Tour", que luego de un extenso recorrido nos dejó frente a la misma Sede del F. C. Barcelona, donde conocimos la Ciudad Deportiva "La Masía", la Cantera más famosa de España, residencia para jóvenes jugadores de fútbol de la que surgieron muchos que fueron famosos, entre ellos Lionel Messi.
Es sin duda la Institución Deportiva más representativa de Cataluña, calificada por un ex Presidente con su principal lema: "quelcom més que un Club" -algo más que un Club-. Fundado el 29 de noviembre de 1899 por Joan Gamper (Suiza 1877 - Barcelona 1930), desde el año 1922 tuvo su Cancha en el CAMP DEL CARRER INDUSTRIA –Campo de la calle Industria– y a partir de 1937 pasó a ser en el "CAMP LES CORTS" -Campo de Las Cortes-, de donde nació el apodo "Los Culé". Ese campo de juego estaba rodeado por muros y cuando los hinchas iban para ver jugar a su equipo al no encontrar lugar en sus pocas tribunas, se sentaban unos al lado de otros sobre esos muros con los traseros expuestos hacia la calle, y la gente que pasaba por sus alrededores los veía y entonces comenzaron a llamarlos "Los Culés", un original apodo.
Finalmente, el 24 de septiembre de 1957, se inauguró la Sede del "CAMP NOU F. C.BARCELONA", uno de los más importantes del mundo, el que fuera una de las Sedes del Campeonato Mundial de Fútbol de 1982. Según hipótesis, los colores de sus camisetas, famosas en todo el mundo, se inspiraron en los colores de los lápices de contabilidad que tenían el color rojo y azul en cada extremo.
En las plataformas traseras de Tranvías y Ómnibus iban los guardas, quienes llevaban colgada al cuello una correa de la que pendía una pequeña boletera niquelada que contenía los rollos de boletos.
Lo primero que hacían los que colacionaban los boletos capicúa, era fijarse en sus números. A veces se daba que faltaba un número para que lo sea, entonces, como le tocaba a la persona que seguía en el ascenso, le pedían cambiar los boletos.