El temor a Milei. La prevención a la libre discusión de ideas. Fukuyama como excusa. El desconocimiento como el más profundo y vergonzante argumento ("Disculpame, de eso no quiero hablar"). No se discuten ideas. En muchos casos ni procedimientos diferentes para solucionar el mismo problema. La acusación al otro como argumento. En Santa Fe hubo un debate donde se enfrentaron candidatos a gobernador. El formato siglo XX en la tercera década del siglo XXI desnudó la orfandad. Básicamente huérfanos con miedo a la libertad.
La muchacha se llama Carla y estuvo en el debate. La invité a un programa que conduzco. Al terminar la entrevista (radial, sin filmación) me agradeció porque no pensaba que, en un programa conducido por un periodista veterano, la invitasen a hablar. Menos a discurrir libremente. Disparó reflexiones su franqueza.
Carla es trotskista. Candidata a gobernadora. Es profesora de sociología, tiene horas/cátedra en cuatro escuelas, para estirar el dinero hasta el fin de mes. No llega a los 40 años. Era la primera vez que la invitaban, y la primerísima vez que la invitaban sin que hubiese amenaza de pelea por/con un conductor que no aceptase su modo de mirar la realidad. No miro por esos ojos, conviene aclararlo.
Hace muchos años que conduzco programas de radio y tevé, que escribo columnas. Soy periodista mientras estoy despierto. Disfruto de la discusión, no tengo miedo del que piensa diferente. La muchacha fue invitada ya que se destacó su presencia en un debate donde ella sabía qué quería y para qué estaba: difundir su idea de la sociedad y sus clases. Dos candidatos estaban para reiterar consignas y el cuarto todavía debe preguntarse el para qué. Los debates siglo XX en la tercera década del Siglo XXI atosigan, enmarañan, disgustan, aburren. No hay discusión de ideas, acaso porque esa es la pregunta: ¿Hay ideas en un mundo pos Peste?
Las ideas de Carla no son nuevas, de aquel León Trotski a este punto del universo hay distancia, mucha distancia, pero hay una sustancia que no se muere: Trotski es una idea. Las ideas son eso: una sustancia que trasciende los cuerpos pero que, ay, no todos las poseen y las pueden guardar o mejor: rumiar y elaborar.
Las ideas difieren sobre el único punto incandescente: el poder. De eso tratan. Con el poder la organización del Estado y la sociedad. Es mucho más que un eslogan y la culpa fue del otro. Una de las cuestiones que aparece en las diversas controversias, no solo en el debate a gobernador de la provincia de Santa Fe, sino en anteriores, y me parece que en los que vendrán también, se resume en que es tanto y tanto el miedo a la opinión libre que nada quedará suelto, librado a la confrontación.
Lo raro es que, si se trata de la toma del poder, no se discuta con qué idea de Estado y sociedad se convive. Entiendo a los que temen charlar con Javier Milei. Hacerse esa pregunta es confesar: debo estudiar, no sé de qué estoy hablando. Caramba, un personaje menor, que cita Milei como su héroe, es poco transitado por los colegas. Benegas Lynch. Deberían leerlo.
Hay una prudencia similar al miedo. Un abismo más allá del lóbulo frontal. Si digo lo que pienso puede resultar frágil e insustancial mi idea y se ha dicho: las ideas son sustancias que trascienden los cuerpos y, acaso, provoquen una congestión de las suprarrenales y trabajen a destajo para la hormona del miedo. No existe una pared más dura que la pavura, que la vida desflecada porque no se acepta el pensamiento del otro y porque, tal vez, solo tal vez, el nuestro no sea tan poderoso, exacto y lo mejor es no confrontar.
Hace años que sé que hay políticos que no vendrán a los programas que conduzco, que les inquieta la libertad de preguntar, porque no pueden afrontar la libertad de contestar de cualquier cosa según se piense. No creo que Carla sea la próxima gobernadora de Santa Fe, puede ser, sí, claro que puede ser, pero no me parece posible, fácilmente posible y sin embargo está demostrado que no tenía miedo de contar lo suyo.
Cuando en los programas de otros colegas veo a muchos candidatos nacionales tranquilos es notorio que no tienen miedo a la palabra inconveniente, al tema fuera de libreto. No es cuestión de unos sí y otros no, es típico y es visible que todos sí, todos tranquilos. Conversemos, pero en mi casa. Los periodistas parecen huéspedes en el living del actor político.
Si uno llevase una cuenta, un fixture de quienes donde y quienes nunca donde, se encontraría que hay un secreto tan tácito que se advierte a simple vista: con aquel… "jamás de los jamases", pero caramba, también advertiría que el miedo es doble. ¿Qué pregunto si tuviera la libertad de preguntar? ¿Qué contesto si no tengo anticipados los temas de los que debemos hablar?
Aún con los caminos conocidos y los atajos iluminados el lenguaje oral es una áspera senda donde se suelen tropezar los tiempos verbales y las oraciones subordinadas. La palabra clave en el actor político es superficialidad… y discurso fijo.
El miedo convive con nosotros, es una "animalidad persistente", dicen los antropólogos. No es, tan solo, que las ideas chiquitas deben sostenerse en terreno conocido y, acaso, en alguno neutral, sino que la forma de describir la mínima sustancia de una diminuta idea no sale redonda y bruñida sino a trompicones, tarascones sobre una masa madre sin hornear. El hombre de las cavernas temía y adoraba el fuego. Ese miedo cerval acompaña la máscara política.
Ese mundo imperfecto, con brumas, es el miedo a la libertad que prefiere las sombras, que ante la plenitud de los focos muestra que la redondez de su espacio no es tal, su forma mundana es deforme, imperfecta en lo sustancial: ideas. Habitan un mundo sin un centro ardiendo en el fuego de la idea. Aburrido. Ciego. Pactado.
Confesión: cuando se fue la niña, Carla, debí seguir con el programa y bailaba dentro una pregunta: en muchos casos han dicho que es difícil la convivencia con quienes no tienen miedo a que piensen con una visión distinta o adversa desde otra atalaya, sino que allí se sienten más cómodos. Hay una forma de respirar conociendo al extraño. La aconsejo. Los que piensan diferente amplían el horizonte, cuentan otros paisajes, quitan rispideces del mundo por mostrarlas a plena luz; lo redondean.
Se ha dicho de los actores políticos que tienen pocas ideas y muchas ganas de ejercer el poder, que de eso se trata… con cualquier pensamiento. Eso es excesiva aventura, coraje, irresponsabilidad. Nos sucede. Nos sucederá. Hay pocos con un mundo redondo y previsible en las ofertas en la plaza actual.
Por pensar nomás, me digo: tal vez el miedo a ese muchacho que asusta, que asusta al punto que un radical y un peronista terminen diciendo "si no gana el mío quiero que gane él" es una situación extrema del miedo a confrontar. Carla no tendría problemas en confrontar.
Gila, un monologuista español, mirando a cámara decía, mientras mostraba una bala de fusil Mauser: "No le tengo miedo a las balas… le tengo miedo a la velocidad". Una idea en la biblioteca es una bala quieta. Una idea en un debate es una bala en movimiento. Ha insultado a los comunistas, a los políticos (su tarea actual) usa palabras fuertes como roñoso y más duras aún.
Tal vez sea tiempo que las muchachas como Carla lo confronten, los que no lo hacen es fácil explicar por qué se niegan. Ese hombre se aprovecha de los que tienen miedo a la libertad. También, pero esto es apenas una íntima convicción, de los que reciben la sugerencia de no confrontar y, así, ayudan a regar el miedo, esa mala hierba que crece cuando la sustancia, las ideas, se van del debate, del programa, de la vida diaria, de la realidad.