Cuando faltaban exactamente 30 días para la asunción de Donald Trump como presidente norteamericano la Asamblea Nacional del Poder Popular cubana decidió marchar contra el “bloqueo” dispuesto por Estados Unidos sobre Cuba. Para ello se vieron camiones del Ejército movilizar gente desde el interior del país, se suspendieron las clases y cerró toda actividad económica para llegar a la cita en el malecón habanero.
Por las sanciones nacieron en 1962 Cuba no puede usar el dólar estadounidense en sus transacciones, situación que le impide tener cuentas bancarias en terceros países en ese tipo de moneda y acceder a créditos por parte de bancos estadounidenses o sus filiales en otros países. De forma similar, el país caribeño tampoco puede acceder a créditos de instituciones internacionales. Sin embargo con el correr de los años estas medidas -drásticas al inicio- fueron perdiendo fuerza. Tanto que la isla comercia con Rusia, China, Canadá, España, Portugal, Venezuela, Brasil y una larga lista de países entre los que se encontró la Argentina a quien se le debe una importante suma por importaciones no pagadas por Cuba.
El gobierno de Barack Obama avanzó con una política de acercamiento con el régimen dictatorial cubano pero se interrumpió con la llegada de Donald Trump al poder. Es más, el presidente republicano sumó a Cuba entre la lista de países “patrocinadores del terrorismo” en 2021 junto a la República Popular Democrática de Corea (Corea del Norte), Irán y Siria. Por eso la sombra del trumpismo al poder genera más de una preocupación más aún cuando se supo que el anticastrista Marco Rubio será el nuevo secretario de Estado.
El presidente Díaz-Canel sostuvo que “señalar a Cuba como Estado que supuestamente patrocina el terrorismo es cuando menos falso e inmoral, venga de donde venga la acusación, pero lo es doblemente cuando la acusación proviene de territorio estadounidense, donde se entrenan ahora mismo grupos paramilitares que organizan, promueven y financian acciones terroristas contra estructuras sociales y económicas en Cuba” y agregó que “cuando se ponen obstáculos a nuestras exportaciones o se persiguen y penalizan las relaciones con nuestras empresas se está privando al país de divisas esenciales para desarrollarnos y para financiar nuestro proyecto de justicia social”.
Del otro lado
En la misma isla, entre las mismas ciudades que alimentaron la marcha hacia la embajada norteamericana también hay gente que vive mal y que responsabiliza al régimen de los Castro y del actual presidente por las penurias que les tocan vivir. A los habituales faltantes de alimentos, medicamentos, vestido y casi cualquier otra cosa que se pretenda, desde hace semanas se suman los cortes de energía que provocan enormes problemas para la vida cotidiana. La fuente represión impidió hasta el momento que existan protestas en la calle tal como ocurriera en marzo pasado, pero los cubanos exiliados en Florida, hacen oír las voces de sus compatriotas que sobreviven con las tarjetas de racionamiento.
Luego de los vítores y los aplausos frente al mar, la realidad volverá a ser la misma. Media Cuba sin energía eléctrica y, lo que es peor, casi sin alimentos, con pocas medicinas, con servicios insuficientes, con montañas de basura acumulada en las calles pero con luces y manjares en la hotelería internacional como en las mesas de los máximos dirigentes. Un contraste gigantesco que lleva una marca en el orillo: “Fracaso”.
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