Por Luis María Calvo
Bicentenario del fallecimiento de Manuel Belgrano (XV)*
Por Luis María Calvo
Manuel Belgrano, en su carácter de general en jefe de la expedición al Paraguay designado por la Junta de Gobierno de Buenos Aires, llegó al Paso de Santo Tomé el 1° de octubre de 1810. En ese lugar dejó acampadas sus fuerzas y, vadeando el Salado, entró a Santa Fe por el extremo sur de la ciudad; acompañado por el teniente de gobernador y miembros del Cabildo realizó el trayecto que le llevaría hasta el convento de Santo Domingo, que durante su estada en la ciudad se convirtió en el cuartel adonde llegaron los vecinos para ofrecer apoyo y aportes.
“Oí vivas y aclamaciones del pueblo”
Pocos años más tarde John Parish Robertson transitaría las mismas calles para alojarse en casa de Luis Aldao, ubicada a media cuadra del convento dominico.
Aunque el trayecto seguido por Belgrano y Robertson fue el mismo, el paisaje percibido por ambos fue muy diferente. Robertson haría su trayecto en horas de la siesta y le sorprendería la imagen de hombres y mujeres sentados displicentemente en las puertas de sus casas, fumando cigarros, tomando mate y comiendo sandías.
En cambio, Belgrano hizo su entrada por la noche, con las casas pobremente iluminadas y los vecinos expectantes de la llegada de quien venía con la misión de asegurar la causa de Mayo en el Litoral y el Paraguay: “A pesar de la noche oscura, escribió más tarde, y del mucho barro que había en las calles, oí vivas y aclamaciones del pueblo...”.
Durante su breve estancia, Belgrano organizó las tropas de su ejército y adoptó dos medidas que tuvieron directa relación con la ciudad. Una de ellas fue autorizar la subasta de los solares que habían pertenecido al convento de La Merced y que estaban bajo la administración de las Temporalidades, con el objeto de reunir fondos para la construcción del Cabildo. Dividido el terreno en dos solares, el del sur fue subastado por el protomédico Manuel Rodríguez y en él, pocos años más tarde, se levantó la casa en que habitó el brigadier Estanislao López, esposo de su hija Josefa del Pilar Rodríguez.
La otra medida fue la de encargar al capitán de navío Eustaquio Giannini, aprovechando su presencia circunstancial en Santa Fe, el levantamiento de un plano de la ciudad. Giannini regresaba del Paraguay donde se había desempeñado como gobernador interino, cuando se detuvo en Santa Fe por orden del virrey Cisneros. Producida la Revolución de Mayo Giannini todavía estaba en Santa Fe, circunstancias que aprovecha Belgrano para encomendarle la realización de estos planos.
El levantamiento fue realizado en 1811 y se registró en dos planos que se conservan, uno en el Archivo del Servicio Cartográfico del Ejército (Madrid) y otro en el British Museum (Londres), con características de versión definitiva el primero y de dibujo preparatorio el segundo. La representación cartográfica de Giannini es una de las más tempranas e importantes de Santa Fe, con la calidad de los más altos niveles técnicos de su época, y está asociada a una imagen totalizadora de la ciudad y su entorno bajo la óptica de la estrategia de defensa militar.
Dos registros de la ciudad
Para tener una idea de cómo era la Santa Fe que vio Belgrano durante su breve estancia, los registros más importantes son, precisamente, los dos planos dibujados por Giannini y la descripción que dejó el ya mencionado John Parish Robertson. El aspecto general lo resume Robertson de la siguiente manera: “La ciudad es de pobre apariencia, construida al estilo español, con una gran plaza en el centro y ocho calles que de ella arrancan en ángulos rectos. Las casas son de techos bajos, generalmente de mezquina apariencia, escasamente amuebladas, con tirantes a la vista, muros blanqueados y pisos de ladrillo, en su mayor parte desprovistos de alfombras o esteras para cubrir su desnudez. Las calles son de arena suelta, con excepción de una, en parte pavimentada”.
En ese tiempo Santa Fe no tenía más de cuatro o cinco mil habitantes, población que había mantenido con altibajos a lo largo de todo el período colonial y razón por la cual la ciudad apenas se había expandido más allá de la traza fundacional.
Los edificios más importantes eran la iglesia parroquial, el convento de los mercedarios que ocupaba el colegio que había sido de la Compañía de Jesús, el de los franciscanos y el de los dominicos. Para ese entonces ya había desparecido la iglesia de San Roque mientras que la antigua Merced estaba abandonada. Todos los edificios conventuales se destacaban por ocupar superficies superiores a los amplios solares en que se levantan las viviendas principales. En el extremo oeste, a tres cuadras de la Plaza, se encontraba el edificio de la Aduana, que había alojado a las “Cajas Reales, oficinas y habitación de los Oficiales Reales”. En ninguno de los dos planos dibujados por Giannini se registra el Cabildo, que en ese entonces, sesionaba en sedes provisorias mientras se construía su edificio propio en el solar frente a la Plaza.
Los planos de Giannini muestran una mayor densidad de ocupación del suelo urbano en las manzanas del entorno de la Plaza. Aunque el dibujo no tiene el propósito de documentar la forma real de ocupación de los lotes, se puede leer una tendencia a construir los frentes de los edificios sobre las calles que corren de sur a norte, que actuaban como espinas principales de circulación de la ciudad; particularmente las calles de la Merced (antiguamente de la Compañía, hoy San Martín) y la de la Matriz (hoy San Jerónimo), que bordeaban la Plaza y corrían desde las barrancas del sur hasta los extramuros del norte.
En la periferia, las construcciones se dispersaban generando zonas de paisaje intermedio entre lo urbano y lo rural. La “capilla de San Antonio”, fundada por 1780, aparece todavía fuera de la traza en un sector sin calles delineadas. En el plano de Londres también se indica la localización de la Tenería [curtiembre] y Hacienda de Candioti, en el paraje de “La Piedra” ubicado en el extremo sur de la ciudad, junto a las barrancas de la laguna de Zevallos, fuera de la traza debido a su condición de establecimiento insalubre. Las mayores novedades edilicias indicadas por Giannini, son signos del momento histórico posterior a los sucesos de Mayo: el Almacén de Pólvora, la Batería Provisional y el Campamento. En el plano de Londres se indica, además, un Cuartel para doscientos hombres en lo que fuera la Procuraduría de Misiones, detrás del colegio de la Compañía de Jesús, ocupado entonces por el convento mercedario.
Esa ciudad pequeña y su vecindario dieron muestras a Belgrano de un entusiasmo patriótico que ganó su reconocimiento. Y fue en retribución del recibimiento que le dio y de su contribución que Belgrano la declaró “Noble”, designación que confirmó la Junta de Mayo.
La representación cartográfica de Giannini es una de las más tempranas e importantes de Santa Fe, con la calidad de los más altos niveles técnicos de su época, y está asociada a una imagen totalizadora de la ciudad y su entorno bajo la óptica de la estrategia de defensa militar.
En ese tiempo Santa Fe no tenía más de cuatro o cinco mil habitantes, población que había mantenido con altibajos a lo largo de todo el período colonial y razón por la cual la ciudad apenas se había expandido más allá de la traza fundacional.