Esta es la tercera nota sobre un tema que aflige: la cultura como el hecho trascendente de una sociedad. Estamos en un momento de cruce de visiones. Las de los políticos, las visiones que oferta una provincia bifronte, la fisura que abrió La Peste y el conocimiento como un hecho mundial en desarrollo. Una de las visiones es el misterio donde nos metemos con la Inteligencia Artificial.
Un nieto, pongamos, Agustín, hace señas, pide el celular y se lo entrego. Mira y me lo devuelve diciendo "abrilo"; entiendo y hago el trazo sobre los nueve puntos del "Ta-te-ti", me lo devuelve y pide que lo haga de nuevo y observa. Lo aprende. Se lleva el celular y juega, en un sofá, sonriendo, con sus pequeños dedos en la pantalla. Desde lejos la luz del celular ilumina su rostro atendiendo a ruidos, señales, elementos del juego en que anda. Tiene menos de 4 años.
La historia de todos o la gran mayoría de los "niños prodigio" da cuenta de su alto coeficiente intelectual y de su problema de desatención –aparente- a la enseñanza sistematizada en el colegio. Todo desatento es un atento a otras cosas. Un niño que se alza sobre sus pares, con "inteligencia superior a la normal", termina confrontando con un sistema de enseñanza demasiado encorsetado y, por lo tanto, de fácil derrotero para él, que es más rápido que la media para la que fue ideado. Entonces ee aburre, fija su atención en otras cuestiones; si lo reprenden parece el díscolo. Es el diferente.
Pero hay otro diferente: el que no llega a esa media ideada para aprobar conocimientos y seguir al estadio superior, por va-ya-a-sa-ber-qué-dis-pa-ra-te, fue autorizado a continuar porque "repetir de grado es malo". Dicen. Dicen. Dicen. Tres veces lo escribo pensando en los sistemas de otras sociedades donde se premia al conocimiento no a la igualdad ficticia, atacando la repitencia como un mal. Es simplemente ajustar para que el conocimiento se desarrolle. Capacidades diferentes, amores sin diferencia, el afecto es para todos y no todos manejan un avión.
Hoy, en la instrucción sistemática en Argentina, en la provincia de Santa Fe, hay resabios de un terremoto, remesones del movimiento telúrico que conmovió al sistema: La Peste. Los vendedores de computadoras de mesa, como de ordenadores portátiles, han resuelto un mareo, un desvío, una pérdida del norte en el magisterio. También aprovecharon un fenomenal negocio por el atraso de actualización en que vivía la sociedad. No se exigía. Todos con una máquina, todos a usarla. Muchos no sabían, no hay exámenes para comprobarlo. La falta de conectividad, las escuelas rurales abandonadas desde mitad del siglo XX, los pueblos sin wi-fi son parte de una contemporaneidad que quita corazón, descorazona.
Franco Bartolacci es el rector de la Universidad Nacional de Rosario. Él me contaba -hago redondeos para que se entienda, pero no quito la esencia de la información- que en el año 2020 tenían un promedio de 2.000 conexiones diarias en sus claustros. Poca enseñanza a distancia, mucha presencialidad; otro modo, otra forma y, acaso, otro final. Llegó La Peste y el 20 de marzo de 2020 el decreto presidencial reformuló la vida. Las conexiones se dispararon, en pocos meses, a más de 70.000. Había llegado otro lenguaje. Hubo quienes lograron el cruce, se acostumbraron; otros no pudieron, aún no pueden. La divisoria no admite distracciones porque es un suceso muy visible.
Claramente fue más costoso para los profesores que para los alumnos y más flagrante aún: los planes. Las enseñanzas. No sólo qué sino cómo. Una estudiante de una maestría superior, de posgrado, ofertó un trabajo en julio de 2023… un trabajo con textos "sugeridos" por una inteligencia superior. Perdón: artificial (IA). Já. La felicitaron. Una aplicación de la IA consiguió el aprobado y la felicitación en la monografía que realizó a pedido. Hay otro mundo ciego y sordo que está en el jardín de Alicia, detrás del sombrerero loco. No se irá.
Todos los años, como si fuese la floración de marzo, los maestros realizan huelgas y paros. Se discute el sueldo. Siempre atrasado, en todos los casos injusto. El gobernante de turno promete el castigo: "No se pagarán los días de huelga". Finalmente todo se arregla y quedan esos crueles paros en mitad de la mañana, o de la tarde, también semanas sin clases que se promete recuperar sobre fin de curso y es una promesa vana. En ningún caso se atiende al hecho fundante: este es el siglo XXI, hay otro lenguaje, otro destino, otra función y la pregunta que todos esquivan… ¿Para qué se enseña y qué se enseña? Los paros deberían exigir la capacitación y la planificación.
En la Secretaría de Cultura de Rosario había, ignoro si continúa, una escuela de payasos, un curso de payadores, otro de murgas. Es parte del destino que ofertaban. Son sueldos y alumnos que se especializaban en versificación para una payada. Saltimbanquis y malabaristas para las esquinas. Grupos de traperos que, con eso, con esos lienzos, suben y bajan en fiestas. Algunos salen de gira por ahí. El mundo es ancho y ajeno. De algo hay que vivir. En esa Secretaría de Cultura hace dos años había más de 1.200 empleados. ¿Qué y para qué? Otra vez: ¿Qué se enseña?
La transmisión de conocimientos es el sustento de una sociedad. No se sostiene de otro modo. Hoy los conocimientos llegan disparados desde todas las formas electrónicas de comunicación, más los árboles y la lluvia, el estrépito del tránsito, la inseguridad como estado emocional y, claro que sí, la instrucción sistemática. Si no podemos transmitir lo que sabemos (nosotros, primera persona del plural) nuestros hijos, la generación que crece hoy tomará conocimientos de diferentes sitios, acaso contradictorios y vamos al punto: ¿Quiénes son esos maestros… es uno nuevo… es una IA,... varias… podremos detenerlo al proceso de separación y libre albedrío… este es otro "Emilio" universal y binario…? No puedo contestar, soy periodista, hago las preguntas.
No es difícil entender que un Ministerio de Cultura, junto a un ministerio o secretaría/dirección que ordene la "Educación Sistemática" debiera saber de qué se trata. No es difícil de entender, pero no se entiende. El Ministerio de Cultura tiene su escaso presupuesto atado a gastos fijos. Sostener el pasado. Bancar elefantes en el jardín. Bueno. Aprobado. Volvamos a lo sugerido: Ley de Mecenazgo.
Rosario y Santa Fe son Pablo Javkin y Maximiliano Pullaro. No deliberamos y no gobernamos sino por ellos, nuestros representantes. Las diferencias políticas son varias, básicamente la relación con el electorado y su equipo de trabajo tiene una conexión visiblemente diferente. El "personalismo" de Javkin opera de manera diferente al panradicalismo donde se mueve Pullaro. No importa, la aflicción sobre la ejecutividad que se necesita los comprende por igual. El mensaje que trasciende de sus actos de gobierno es doble: la actitud y las ejecuciones. Van hacia comprensiones diferentes o concurrentes.
La diversidad cultural no impide un destino más claro y, si se puede, que contenga valores de igualdad, libertad, fraternidad (¿se entiende?). Ofertamos un atajo, una variante: van hacia otro sitio muy siglo XXI y mereceríamos saberlo. Es necesario que obliguen a los maestros, encargados de transmitirlo, que lo aprendan así pueden enseñarlo. Hoy no se sabe que enseñar y si podrán hacerlo. No tener el nuevo alfabeto del siglo XXI se convierte en diagnóstico: se es analfabeto.
Estancándose, como ha sucedido en municipalidad y provincia en estos años donde la sábana cayó y nos dejó desnudos, trae una consecuencia social… que deviene de lo que recibe esa sociedad, esta sociedad, nosotros. Jorge Llonch, en la provincia, fue un bombero apagando incendios con pocas autobombas. Después de Carina Cabo, que se fue (la fueron), Dante Taparelli en la ciudad de Rosario es lo que es: un artista, un creativo al que quisieron atar a un escritorio.
El Ministerio de Educación tiene un título conocido: "El bosque petrificado". El alerta, simplemente eso, el alerta es sencillo. Las sociedades que se refugian en una ignorancia mayor, jornada tras jornada, son esclavas de difícil liberación en cada amanecer. Para eso la educación sistemática y los maestros habilitados; sin ellos en funciones no hay mañana. Así se abre una puerta obligatoria. La libertad tiene requisitos. Para eso la instancia superior, la cultura. Para eso.