“(…) compuse cantos y melodías en alabanza a Dios y a los santos sin enseñanza de ningún hombre, y los cantaba, sin haber estudiado nunca ni neumas ni cantos.” (Vita II.II)
“(…) compuse cantos y melodías en alabanza a Dios y a los santos sin enseñanza de ningún hombre, y los cantaba, sin haber estudiado nunca ni neumas ni cantos.” (Vita II.II)
Hildergada de Bingen tuvo una relación intensa y vital con la música y el canto, a los que consideraba como un camino para la elevación espiritual. Estaba convencida de que “el alma es sinfónica” y de que el canto, entonado con el alma, es un eco de la armonía celeste y un recuerdo del paraíso perdido.
Para captar el significado profundo de su música es preciso comprender el contexto histórico de la tradición musical románica. En el siglo V, Boecio, autor de la Consolatio Philosophiae , lleva a la música la teoría pitagórica, estableciendo una división entre música mundana, música humana y música instrumental. La mundana se corresponde con el sonido armónico de los astros y de su movimiento, con la sucesión de las estaciones. De esa armonía cósmica se desprende una proporción numérica relacionada con el oído y la vista con respecto al número.
La música humana atañe al hombre como parte microcósmica del todo y supone una armonía entre el alma y el cuerpo, y la música instrumental se refiere al uso de instrumentos, comprendiendo la voz humana y las relaciones armónicas, métricas y rítmicas entre éstos.
El libro De Musica de San Agustín tuvo asimismo un rol relevante en la concepción musical del siglo XII. Allí afirma que la música es la ciencia que enseña a bien modular, es decir, a medir bien. Sin la ciencia –sostiene- la música no sería sino un placer grosero. Afortunadamente, las escuelas de canto práctico desarrollaron la música en la Iglesia, y las tradiciones étnicas y populares orales hicieron su parte en la preservación de la música profana y sacro-pagana.
Hildegarda es heredera de todas estas tradiciones. Para ella, la música permite el encuentro con la divinidad y con los pares al tiempo que revela al hombre su memoria y su destino. En el canto, el hombre descubre que no está solo, sino que es hombre junto a los otros. Esta potencia musical es lo que lo distingue del demonio. En el drama litúrgico “Ordo virtutum” ella presenta al demonio como el único personaje masculino y el único que no canta; está privado de la música: es el demonio porque es incapaz de cantar.
La santa reunió sus composiciones en un ciclo lírico completo, la «Sinfonía de la armonía de las revelaciones celestiales», obras destinadas para diversas ocasiones del ciclo litúrgico. El manuscrito de su obra poética mayor habría sido donado a los monjes de Villiers, en Brabante. Este sería uno de los dos manuscritos de la Symphonia. Es conocido hoy como el Dendermonde y se custodia en la Abadía de San Pedro y San Pablo, en Flandes Oriental, Bélgica. El otro, el Riesenberg Codex, se guarda en la Biblioteca de Wiesbaden.
Ella consideraba que la música mundana es una sinfonía sostenida por la música del cosmos que suena manteniendo un principio de armonía de origen divino. Pero también entendía que los seres humanos, son capaces de responder con música humana, originada en lo más profundo del alma, por recuerdo o recepción mística y así, armonizar con el principio de la creación. En el primer hombre, como salido directamente de la mano de Dios, «residía el sonido de toda armonía y la dulzura de todo el arte musical». Después de su caída el hombre reanudó el cultivo de la música para no olvidar en su destierro su condición de plenitud anterior y con ese fin los santos profetas, enseñados por el Espíritu Santo, compusieron salmos y cánticos y crearon diversos instrumentos musicales.
Hacia el final de su vida hubo un episodio que es una muestra más de su personalidad: un caballero que había sido excomulgado había encontrado refugio en el monasterio. Después de pedir y alcanzar el perdón y la absolución de sus culpas, murió y por orden de la abadesa fue sepultado en el cementerio del monasterio.
El cabildo eclesiástico de Maguncia, enterado en forma incompleta del suceso –pues al parecer nada sabía de la absolución que había recibido el difunto– ordenó que el cadáver fuese desenterrado y echado al estercolero. La abadesa se negó e incluso hizo desaparecer cualquier rastro del enterramiento para que nadie pudiera buscarlo. Como consecuencia, los prelados castigaron al monasterio al que se le prohibió el uso de las campanas, los instrumentos y los cantos en la vida y la liturgia. Las monjas sólo podían recitar en privado el oficio divino, omitiendo el canto y la música y la celebración de la Eucaristía quedaba prohibida.
La medida era de extrema gravedad, ya que esas prohibiciones afectaban el nervio vital de una comunidad benedictina. Hildegarda se defendió con una carta donde recogía el significado teológico de la música y amonestaba a los responsables del entredicho: “Por eso vosotros y todos los prelados debéis tener muchísimo cuidado y antes de cerrar con una sentencia la boca de una asamblea religiosa que canta a Dios sus alabanzas y de prohibirle, sea la administración, sea la recepción de los sacramentos, discutid primero con gran diligencia las causas por las que consideráis que debéis hacerlo”. Finalmente el entredicho fue levantado por el obispo y el monasterio pudo volver, como los ángeles, a elevar su canto hacia la divinidad, a levantar sus ojos hacia el cielo.
El Instituto Cultural Argentino Germano invita a participar de las actividades del Proyecto Interdisciplinario “Hildegarda de Bingen y su vigencia en nuestros días” que se desarrollará en el Foro Cultural Universitario (9 de Julio 2150) con acceso libre, según esta programación: 8 de agosto, 18hs conferencia de la Prof. Claudia D’Amico “Hildegarda y la filosofía del siglo XII”; a las 19.30 inauguración de la muestra “Consonancias” de la artista Marcela Chichizola. 15 de agosto a las 18 hs conferencia del Dr. Carlos Alby “Imágenes bíblicas en la medicina de Hildegarda” y a las 19 hs conferencia on line del Mg. Sebastián Musso “El Universo de Hildegarda”.
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