Todos los años, cada 23 de abril, se celebra el Día Internacional del Libro y el Día del Derecho de Autor. La Unesco escogió esta fecha porque un 23 de abril fallecieron (o fueron sepultados) tres grandes escritores, fundamentos de la literatura: Miguel de Cervantes Saavedra, William Shakespeare y el Inca Garcilaso de la Vega. Erróneamente muchos medios señalan el mismo día de 1616 para los tres, pero en Inglaterra en esa fecha se usaba todavía el calendario juliano (así fue hasta 1750) mientras que España empleaba el calendario gregoriano.
En muchos países coincide esta celebración con otras muy bellas, Día de los Enamorados, Día de San Jorge. Y dicho esto… ¡De pronto la página se ha llenado de perfume a rosas! Y una cierta bruma mítica va inundando esta historia. En un lejano pueblecito, que puede ser Montblanc (en Cataluña), o en Suecia, o en Croacia, los habitantes temblaban con sólo pronunciar una palabra: ¡Dragón! Ya habían probado muchos su maldad, fuego y zarpas, apetito voraz que no les dejaba ganado de pie. Los había estado empobreciendo, sin que ellos pudieran hacer algo.
Se reunieron un día para decidir entre todos qué solución dar a esta tragedia. Y por votación ganó la propuesta de que alguien le preguntase qué podían ofrecerle para que de una buena vez, los dejara en paz y fuese a comer a otras regiones. Ahhhh… ¿quién iría a preguntarle? Tal vez allí nació la costumbre de elegir como perdedor a aquél que sacara el palito más corto.
Le tocó a Ferran. Lamentando su mala suerte, el muchacho se abrigó con todo lo que encontró y partió en busca de Drago, el comedor. A la distancia ya sintió el mal olor, así que gritó sus preguntas: ¿Qué quieressssss? ¿Qué podemos darte para que dejes de comer todo lo que tenemosssssss?... retumbaba con eco cada pregunta.
Haciendo temblar el suelo con cada coletazo, apareció el monstruo y claramente respondió: "¡Que me entreguen a la hija del rey! ¡Quiero a esa hermosa princesa para hacerla mi esposa! ¡Hecho esto, no sabrán más de mí! Y tuvieron que llegar ante el rey con la demanda. El padre, indignado, los sacó a latigazos. Pero una y otra vez, el pueblo vociferando, reclamaba al rey que entregara a su hija.
Ángels se decidió: "Padre, déjame partir. Esta gente me necesita". Costó convencer al rey, costó que como padre aceptara, pero la princesa marchó hacia su destino. El pueblo, dolorido, la seguía a la distancia. Ya el olor nauseabundo se iba acercando, el pum pun de las patas y la cola hacían temblar el suelo, y el monstruo apareció. Ya tendía su largo pescuezo para tomar a la joven, cuando un caballo se interpuso. Lo montaba un joven, que sopesando su lanza, la arrojó con gran fuerza contra el dragón y lo hirió.
Saltó el caballo al ser espoleado. Caballero y cabalgadura se fueron contra la bestia, esta vez con la espada en la mano. De un rápido mandoble, le cortó la cabeza para que no pudiera defenderse con las llamas que de ella brotaban. La sangre de Drago, a empellones comenzó a mojar la tierra y ¡milagro! de ella surgió un hermoso rosal, cuyas flores, de un rojo intenso, fueron perfumando todo el entorno.
Jordi, así se llamaba el caballero (*), desmontó, cortó una rosa roja y se la ofreció a la joven. Le tendió la mano y la ayudó a montar con él y así, al paso, entre los vítores agradecidos de todo el pueblo, llevó a la princesa a palacio y la entregó a un emocionado padre. Caballo y jinete, tras elegante caracoleo, emprendieron el galope y se fueron perdiendo entre el tiempo y la leyenda.
(*) Nota: Sant Jordi, patrón de Cataluña, Juraj en Croacia, Göran en Suecia. En lengua ligure o zeneize: Zorzo. Es y ha sido venerado en todo el mundo. Nació en Capadocia, hoy Turquía, hacia el siglo II. Fue martirizado y ejecutado pues no quiso abdicar de su fe católica.