Domingo 26.12.2021
/Última actualización 23:30
Desde hace seis décadas, los argentinos venimos hablando del Fondo Monetario Internacional (FMI) y hasta lo hemos convertido en un aliado de nuestros problemas más que de nuestras soluciones, económicas y políticas. Y eso que los gobiernos recurren al Fondo con el propósito de recibir ayuda. Hoy está en discusión un nuevo acuerdo que supere el de 2018 para comenzar a saldar, como se pueda, la deuda que originó aquel reembolso de casi 45 mil millones de dólares al gobierno que encabezó Mauricio Macri, al que el actual gobierno culpa de haber propiciado que dichos fondos se utilizaran más para fuga de amigos que para solución de los problemas del país.
Quizá pocos se hayan detenido en el análisis de cuestiones puntuales. Argentina ingresó al FMI el 19 de abril de 1956, por iniciativa del presidente de facto Pedro Eugenio Aramburu, contrayendo así su primer préstamo con dicho organismo internacional. La incorporación fue recomendada por el entonces asesor del gobierno, Raúl Presbich, quien en su "Informe preliminar acerca de la situación económica", instó a que la Argentina se endeudara con el exterior. En años anteriores, el ex presidente Juan Domingo Perón se negó terminantemente a ingresar a ellos, asegurando que dichas instituciones eran un instrumento de sometimiento de los países centrales para imponer políticas a los países periféricos. Diez años después de la decisión de Aramburu, Perón reafirmó su postura desde el exilio.
¿Cómo llegamos a esa relación?. La política económica desarrollada desde 1955 desmanteló los principales mecanismos forjados por el proyecto peronista. Según los historiadores, los protagonistas de la "Revolución Libertadora" encararon la desnacionalización de los depósitos bancarios, la eliminación del control estatal sobre el comercio exterior, la terminación de los tipos de cambio selectivos, y la derogación de la Constitución Nacional sancionada en 1949, entre otras cuestiones. Al concluir el gobierno de Aramburu, la deuda externa alcanzo los 1051 millones de dólares. Ese fue el saldo correspondiente al comienzo de la sumisión de nuestra política económica a los dictados de los organismos internacionales.
La cuestión puntual del momento es saber si Argentina y el FMI lograrán un acuerdo que cierre para ambas partes. Una opinión con fundamentos es la de Sergi Lanau, economista jefe adjunto del Instituto de Finanzas Internacionales, que trabajó en el FMI. Consultado por la agencia Bloomberg Línea, Lanau dejó su primer mirada: "El cumplimiento al 100% del mismo resultará muy complicado" aunque sostuvo que a su criterio "es muy improbable que el Fondo exija medidas de shock y un tipo de cambio flotante", descartando de ese modo los augurios de muchos especialistas locales que solo ven probable ese tipo de decisiones si se quiere ingresar al camino, lento, sinuoso y opaco, que cualquier país con los problemas estructurales que tiene la Argentina debería encarar para reconvertirse. ¿Por qué complicado?. Porque "ver grandes cantidades de inversión en Argentina costará. Hay que hacer mucho trabajo porque van más de tres años donde no se consiguió arreglar de forma duradera los problemas que hay", reflexionó.
La primera sensación de que finalmente habrá un acuerdo es que se advierte en el mundo financiero-económico que "hay miedo en el mercado que no haya tal acuerdo". Sin acuerdo hay que pensar en el default. Y aquí la pregunta es: ¿Quién desea irse al default?. Si nadie quiere, que se entienda entonces que hay cuestiones a mirar en el escenario: ajuste fiscal, reducción de la impresión de dinero, que el tipo de cambio oficial se ajuste un poco más rápido siguiendo la inflación. Eso, para muchos, sería suficiente para calmar tanta ansiedad en los mercados. Si se alinean los planetas, en marzo podría anunciarse un acuerdo. La cuestión es cómo llegará Argentina al tercer mes del 2022.
Si se admite que no se gastarán los encajes bancarios en dólares para pagarle al Fondo, que activar el swap con China es complicado, para cuando llegue marzo no quedará mucha reserva cash para usar. ¿Y entonces?. Seguramente las circunstancias obligarán a que las diferencias se cierren de algún modo y ahí haya un acuerdo y empiece el Fondo prestarle a Argentina más o menos las mismas cantidades que Argentina tiene que pagarle al Fondo. O sea que el Fondo mantenga su exposición a Argentina a cambio de reformas.
Todo lo que se especula debería hacer Argentina a partir de ese nuevo acuerdo se apoya en el nivel de crecimiento económico que espera para 2022 y 2023. La opinión coincidente es que habrá un crecimiento de más o menos el 3%, porque se ha recuperado lo que se perdió en la pandemia. El tema es saber si esta nueva ola de contagios por Covid no termina teniendo nuevamente un fuerte impacto en los procesos industriales, en los índices laborales y en el consumo. El tema irresuelto es el de la inflación. Hay recetas pero Argentina no las encuentra o no las busca en el lugar adecuado. Si se pretende bajarla a un 30%, primero tendrá que encarar reformas, las mismas que el peronismo nunca se convenció que era necesario hacerlas.
La otra cuestión es la pobreza. La solución a la pobreza es mucho más complicada que "soplar y hacer billetes". Como sostienen algunos analistas "la razón por la que esta solución es inviable, es porque cuanto más dinero haya en circulación, menor valor tendrá el dinero, consecuencia lógica de la ley de la oferta y la demanda".
Y así podríamos seguir enumerando cuestiones a enderezar y/o resolver. ¿Falta inteligencia, equilibrio, capacidad, decisión?. Falta de todo un poco.
Si se alinean los planetas, en marzo podría anunciarse un acuerdo. La cuestión es cómo llegará Argentina al tercer mes del 2022.
Todo lo que se especula debería hacer Argentina a partir de ese nuevo acuerdo se apoya en el nivel de crecimiento económico que espera para 2022 y 2023.