Por Luis María Calvo (*)
Hacia los 450 años de la fundación de Santa Fe
Por Luis María Calvo (*)
En los orígenes de Santa Fe la jurisdicción era una idea, un anhelo, unas palabras en el papel, ni siquiera un dibujo en el mapa inexistente de un espacio apenas conocido. El territorio, en cambio, fue una construcción y, aun así, un espacio incierto e inestable con fronteras porosas, movibles, sujetas a permanentes amenazas.
Recordemos que el territorio americano se ocupaba antes de derecho que de hecho y que las jurisdicciones se delimitaban formalmente antes que en la realidad. Es así como el espacio asignado a las ciudades españolas en América trascendía ampliamente al de la traza urbana, y era definido con límites teóricamente precisos pero en la práctica desconocidos; abarcando una geografía todavía inexplorada y ocupada por pueblos originarios. Como dice José Luis Romero "las jurisdicciones quedaron fijadas en derecho antes de que pudieran fijarse de hecho".
En Santa Fe, Garay trazó un perfecto paralelogramo de cien leguas de lado, es decir: una porción de geografía delimitada por la pura geometría de paralelos y meridianos. El Paraguay, la abandonada Buenos Aires y el Tucumán, proporcionaban rumbos para orientarse en un espacio que para el español aún estaba vacío. El establecimiento simultáneo de Córdoba y posteriormente el de Corrientes y Buenos Aires, generaron controversias jurisdiccionales que perduraron siglos.
Instalada la ciudad, algunos pueblos originarios fueron sometidos y se configuró una nueva situación territorial bajo la hegemonía del español. El espacio fue puesto a disposición de los vecinos y moradores de Santa Fe, que se vieron beneficiados con los repartimientos que autorizaba la Corona. No sólo se ignoró la ocupación de los pueblos originarios sino que éstos fueron repartidos en encomiendas; y su sometimiento posibilitó a los vecinos expandir sus actividades fuera del recinto urbano y construir territorio. En el proceso de ocupación física del territorio santafesino podemos identificar algunos signos: caminos, instalaciones rurales y formación de poblados.
Los caminos principales que vincularon a Santa Fe con Buenos Aires, Córdoba y Santiago del Estero atravesaban la jurisdicción santafesina pero a medida que se alejaban de la ciudad y del territorio consolidado por la ocupación rural, se internaban en espacios dominados por indígenas que no habían sido sometidos. Es decir, podemos entender a los caminos como prolongaciones del territorio que configuraban líneas en el espacio, débiles y vulnerables por cuanto se internaban y atravesaban espacios ajenos.
En el entorno inmediato a la ciudad, en el área fértil y no inundable ubicada sobre el albardón costero, Garay señaló suertes de tierras de labor conocidas como chacras. Con el traslado de la ciudad, también se repartieron tierras para chacras en el entorno inmediato de Santa Fe de la Vera Cruz, a ambos lados del "camino del Medio" (actual avenida Zuviría) con fondos hacia el Salado y la Laguna.
El fundador también repartió otras tierras para estancias en ambas márgenes del río Paraná. En un principio con las estancias se consolidó el "Pago del Salado", territorio importante para los recursos económicos de la ciudad que aportaba especialmente mulas para el comercio interregional con destino a las minas de Potosí. Sin embargo, desde mediados del siglo XVII la incursión de indios calchaquíes y posteriormente de guaycurúes provocó su abandono y la formación de nuevas estancias hacia el sur, en la costa del Paraná y la confluencia del Carcarañá, hacia Coronda y el Pago de los Arroyos. Otro núcleo de estancias se formó desde los tiempos de la fundación en la margen izquierda del Paraná, en la actual provincia de Entre Ríos, pero las incursiones charrúas obligaron también a su abandono y a que el ganado se reprodujera de forma silvestre, dando lugar a su cacería o vaquerías para obtener cuero.
Por otra parte, desde la fundación de Santa Fe los españoles entraron en contacto con grupos chaná-timbú a quienes sacaron de su hábitat para concentrarlos en pueblos de encomiendas y reducciones. La modificación de sus modos de vida y subsistencia, además de algunas epidemias, produjeron el drástico decrecimiento de su población hasta su desaparición a mediados del siglo XVII.
Un siglo más tarde, a partir de 1740, los guaycurúes sometidos dieron lugar a las reducciones de San Javier (1743) y de San Pedro (1765) de mocovíes y de San Jerónimo del Rey (1748) de abipones. En 1767, la expulsión de la Compañía de Jesús que tenía a cargo estas reducciones devino en su traspaso a otras órdenes religiosas y su gradual declive hasta su total desaparición.
Mientras tanto, en todo el territorio santafesino no se fundaron pueblos ni ciudades de españoles, pero se formaron poblados en torno a algunas capillas que congregaban a la población rural. Así, la creación de parroquias en algunas de estas capillas dio lugar a los poblados del Rincón, Rosario y Coronda.
El Pago del Rincón de Antón Martín, muy próximo a la ciudad trasladada, estaba ocupado con chacras desde los tiempos de la fundación de Santa Fe. Allí hubo algunas capillas pero debido a su proximidad con Santa Fe, no fue hasta 1823 en tiempos de fray Francisco de Paula Castañeda que una nueva capilla se erigió en parroquia.
Como se ha comentado, el traslado de las actividades rurales hacia el sur de la ciudad, devino en la formación de algunos pagos como los de Coronda y los Arroyos, convertidos más tarde en Curatos. El Curato de los Arroyos fue creado en 1730 asignándole la capilla que había construido en sus tierras el capitán Domingo Gómez Recio, dedicada a Nuestra Señora del Rosario; para lo cual se le asignaron los ornamentos de otra capilla desaparecida que con la misma advocación había tenía una reducción de calchaquíes en el río Salado. En tanto que en el Pago de Coronda, en antiguas tierras de los Martínez en 1749, se erigió una parroquia bajo el patronazgo de San Gerónimo y la Inmaculada Concepción.
La instalación de autoridades eclesiásticas (párrocos) y de civiles (alcaldes de la Santa Hermandad) en el territorio ayudó a la paulatina formación de poblados en torno a esas capillas que, con el tiempo se transformaron en pueblos y ciudades. La ciudad de Santa Fe, desde donde se las administraba, había contribuido a su formación como modo de consolidar su presencia en el territorio que con el devenir del tiempo terminaría formando la provincia de Santa Fe.
El territorio santafesino se mantuvo sin demasiados cambios hasta que en 1856 la fundación de la colonia Esperanza introdujo una modalidad de fraccionamiento y ocupación de la tierra que lo transformó por completo.
Pero también desde la ciudad de Santa Fe, durante el período colonial se había administrado el actual territorio entrerriano. Una vez resuelto el problema con los charrúas, en el siglo XVIII las estancias de los santafesinos propiciaron la formación de una población en la Bajada del Paraná donde se erigió en 1731 una parroquia dedicada a Nuestra Señora del Rosario, origen de la actual ciudad de Paraná, que con el tiempo terminó asumiendo la capitalidad de la provincia de Entre Ríos.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde el Centro de Estudios Hispanoamericanos
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