El libro "La energía espiritual" ("L'énergie spirituelle", de 1919) reúne diversas conferencias de Henri-Louis Bergson a comienzos del siglo XX. La obra se divide en dos partes. La primera aborda problemas inherentes a la psicología y la filosofía. La segunda se enfoca a dilucidar el método que ya hemos hecho mención tanto en sus orígenes como en sus aplicaciones. Contrario a un pensamiento que tiende a cerrarse y sistematizarse, cuyo basamento radica en el método de la experiencia a fuerza de razonamientos con la ilusión de llegar al conocimiento definitivo, aparecen sentencias cargadas de belleza espiritual y poética: "La materia es inercia, geometría, necesidad. Pero con la vida aparece el movimiento imprevisible y libre. El ser viviente elige o tiende a elegir. Su rol es crear. En el mundo donde todo el resto está determinado, una zona de indeterminación lo rodea".
"La energía espiritual" explora temas siempre vigentes en todas las obras del pensador francés: conciencia y vida; alma y cuerpo; materia y memoria. Pero también investiga temáticas cargadas de originalidad como: el sueño, las patologías de la memoria, el recuerdo del presente y su falso reconocimiento, la telepatía, el esfuerzo intelectual, el cerebro y el pensamiento. Bergson parece examinar la dicotomía presente en la vida: "La conciencia es acción que sin cesar crea y se enriquece mientras que la materia es acción que se deshace o que se agota, ni la conciencia ni la materia se explican por sí mismas". Hace reconocible lo que nuestro pensamiento tiende a romper: "En la evolución entera de la vida sobre nuestro planeta una travesía de la conciencia creadora por la materia, un esfuerzo por liberar, a fuerza de ingenio y de invención, algo que permanece aprisionado en el animal y que solo se libera definitivamente en el hombre".
Tal como se ve, Bergson buscó una visión superadora de la ciencia positiva hasta aseverar en este punto que la mecánica exige una mística. El misticismo siempre presente en sus escritos y no por ello carentes de claridad expresiva, pues, más que limitarse a simples hechos de la naturaleza, penetró en ellos hasta dar con su dinamismo interno e impulsor. Su ensayo más conocido y ambicioso se titula "La evolución creadora" ("L' Évolution créatrice", de 1907). Allí, Bergson se mostró crítico al mecanicismo y al finalismo que dominaba todas las disciplinas de la época. El movimiento evolutivo es posible gracias a la vida, empuje vital, empuje interior que alcanza a todos los seres. Una fuerza imprevisible que no se puede captar por meras fuerzas aparentes, de hecho superficiales.
Captar es indagar en las profundidades vivas, ya no en el campo estrictamente científico, en perpetuo aislamiento y estudio de lo inerte, influenciado siempre por causas externas y necesarias. La vida es creación, es libertad, como una pieza de arte: "El universo dura. Cuanto más profundicemos en la naturaleza del tiempo, mejor comprenderemos que la duración significa invención, creación de formas, elaboración continua de lo absolutamente nuevo". Bergson, en esta obra, distingue entre los cuerpos organizados y no organizados (o cuerpos brutos). Lo orgánico, poseedor de vida, crece y se modifica sin cesar.
Compuestas de partes heterogéneas que se completan las unas con las otras, el cuerpo vivo es solidario con el todo, hasta el punto, dice Bergson, que es difícil distinguir la individualidad: "Se verá que la individualidad encierra una infinidad de grados y que ninguna parte, ni siquiera en el hombre, está completamente realizada". La vida está siempre en vías de realización, son menos estados que tendencias. La misma necesidad de perpetuarse en el tiempo obliga a no estar en su plenitud en el espacio. Los cuerpos no organizados, en cambio, en esencia permanecen tal cual son incluso bajo una fuerza externa. Nada se crea en los cuerpos brutos, ni forma ni materia, permanece siempre invariable, estático, en el mismo sitio.
En la segunda parte de la obra el filósofo francés también hace una distinción entre Inteligencia e instinto. La inteligencia se vincula a la idea de fabricación. Es la invención mecánica que fabrica y utiliza instrumentos artificiales, y traza, a su vez, el camino del progreso. Para el Homo faber: "La inteligencia considerada en lo que parece ser su punto de partida, es la facultad de fabricar objetos artificiales, particularmente utensilios para hacer utensilios, y de variar indefinidamente su fabricación". Al contrario, el instinto en el animal no inteligente, el instrumento forma parte del cuerpo que utiliza como facultad natural de utilizar un mecanismo innato. Hay un instinto que se sirve de él, organiza los instrumentos que ha de servirse. El instrumento fabricado inteligentemente es imperfecto, se obtiene con penosos esfuerzos, hecho de materia inorganizada, aunque con un número ilimitado de facultades, por cada necesidad que satisface crea una nueva abriendo un campo indefinido de posibilidades.
El instinto es un instrumento apropiado y presenta un grado de perfección inigualable con la capacidad de fabricarse y repararse por sí mismo. Por obra de la naturaleza, presenta una infinita complejidad de detalles y simplicidad en su funcionamiento. Es un instrumento especializado para un objeto determinado. Bergson a partir de estas originales ideas revela cierta causa profunda, metafísica e inmanente dentro del proceso evolutivo, no limitado a un análisis fenoménico, descriptivista, dentro de un marco físico o biológico como podríamos ver en Charles Darwin, célebre autor del "Origen de la especies" (1859). El pensador francés, claro está, planteó en sus trabajos un método que penetra en el torrente intermitente de la vida.
Con mirada filosófica, compatible con la ciencia, por supuesto, pero esta última debe respetar la metafísica como saber primario de la cual se desprenden todos las demás ciencias particulares (física, matemática, biología). No es la negación lisa y llana del pensar filosófico propiamente del mundo posmoderno, es su coexistencia pacífica, armoniosa, con la causa interior que fluye con la vida, ya que se trata de: «superponer a la verdad científica un conocimiento de otro orden, que podemos llamar metafísico». Aquí radica el error de tildar su vitalismo de irracionalismo por el hecho de no hacer un análisis puramente cientificista que tiene como marco teórico el método experimental o, en otras palabras, meras causas externas, puro formalismo aparente, hasta desembocar en cierta actitud escéptica como formuló Inmanuel Kant en la Crítica de la razón pura. Vida y razón parecen marchar muchas veces por sendas opuestas.
Su concepto más famoso y que impregna toda su filosofía lo introduce en la Evolución creadora, como se adelantó al comienzo. El "Élan vital" -el impulso vital- genera diversas direcciones. Está detrás de todos los procesos vitales. Es la fuerza del espíritu la que se abre paso en la vida. A la vida no se la indaga con los ojos de la ciencia positiva, porque "su objeto de estudio no es revelarnos el fondo de las cosas, sino proporcionarnos el mejor medio de actuar sobre ellas". Ese fondo, el que Bergson trató de mostrarnos, es el impulso que origina el movimiento de la vida, su constante devenir. La vida es como un gran tejido donde todo se relaciona entre sí. La conciencia, el espíritu, la materia, la duración, lo orgánico, lo inorgánico, la moral, la religión, las leyes físicas, los animales, y en especial el hombre, forman parte de esa gran unión vital que maravillosamente el pensador francés visualizó en el transcurso de su existencia. Basta ver ese perpetuo fluir del cosmos para percibir cada uno de los brillantes pensamientos que nos legó Henri Bergson.