Nos escribe Juan Bautista (43 años, Río Grande): "Hola Luciano. ¿Cómo estás? En tus últimas columnas estuviste desarrollando algunas ideas generales sobre el psicoanálisis, en esta oportunidad quisiera preguntarte por algo básico: ¿por qué son importantes los sueños en esta práctica? Yo voy a análisis y empecé a contar mis sueños, pero como no soy terapeuta no conozco la teoría del sentido de los sueños. ¿Siempre son valiosos? ¿Cuánto cambiaron las cosas desde Freud hasta hoy con los avances de la neurología?"
Querido Juan Bautista, muchísimas gracias por tu mensaje. Es la ocasión para poder ir al hueso de una distinción fundamental. Dormir no es soñar. Para descansar alcanza con dormir unas pocas horas. Después ya se vuelve un trabajo e incluso puede ser cansador. No me refiero al hecho de que después de dormir varias horas alguien pueda levantarse agotado por el esfuerzo que implicó dormir de más; sino al trabajo psíquico que implica seguir durmiendo porque se sueña.
Con el sueño, se duerme y también se piensa, se hacen cálculos, cuentas. En la experiencia más sencilla de todas alguien se despierta con una idea fresca, por eso existe la expresión "meditar con la almohada". Pero hay otra situación, cada vez más corriente, que es la que me llama la atención; la de quienes dicen tener insomnio y, en realidad, no pueden dormir más que para descansar -tres o cuatro horas- porque -esto no lo saben- le temen al pensamiento del sueño, o bien la antesala de ese insomnio fue un tiempo de pesadillas. El repliegue del dormir que se prepara para el sueño los hace sufrir mucho. A veces dicen que tienen sueño liviano, también puede ocurrir que sus sueños se parezcan a los de los niños, que es común que hacia los 4 años tengan sueños de muertes y accidentes.
Antes de cierta edad, soñar es algo que asusta. Después y en ciertas condiciones, también. El mayor indicador de salud es poder dormir, no para soñar, sino como vivencia del dormir que no requiere el descanso. Dormir por placer, como si fuera un juego, sin que los pensamientos del sueño interrumpan esa tarea sagrada a la que saben dedicarse los animales que no necesitan estar cansados para dormir. Quizá por eso en la antesala de la muerte muchas personas dicen querer dormir. El deseo de dormir seguramente sea la única forma de asumir la muerte que tenemos los humanos. Por eso también a algunos les pasa que los aterroriza ese acto; "Es como morirse", dicen y quizás tienen razón. Solo que la mayoría nos olvidamos de eso.
Por otro lado, querido Juan, uno de los motivos por los que los sueños son tan importantes para el psicoanálisis no es porque tengan un sentido, sino porque revelan la confianza que alguien puede tener en su realidad psíquica. Freud partió del primer aspecto, pero no llamó la atención lo suficiente sobre el segundo, que es más importante y es condición del primero. Que alguien se pueda orientar con su realidad psíquica es muy importante, porque disminuye la tendencia a la actuación e implica un menor uso de la proyección como principal mecanismo defensivo; pero esta observación no responde del todo a tu inquietud, así que te contaré una anécdota.
El otro día conversaba con un amigo biólogo, que se dedica a investigar el sueño, y me decía algo con lo que yo estoy de acuerdo: " 'La interpretación de los sueños', de Freud, es un libro bastante malo desde un punto de vista científico". Creo que él pensó que diciéndome esto yo me iba a ofender, pero la verdad es que me quedé pensando y, después de unos días, le mandé un mail en el que le dije que estoy de acuerdo con su planteo; incluso pensé que Sigmund Freud escribió un libro que, ahora me doy cuenta, sirve fundamentalmente para interpretar sus sueños. Los sueños mejor interpretados en su obra son los suyos.
Ahora bien, esto no le quita valor; al contrario, quiere decir que Freud inventó el inconsciente freudiano. Quizás por eso Jacques Lacan hablaba de "El inconsciente freudiano y el nuestro". ¿Hay otros? Sí, todo analista creador funda un inconsciente estrictamente personal, con el que analiza él y que pone a disposición de otros para que se analicen y para que analicen.
Volvamos a Freud. "La interpretación de los sueños" es un libro que revela algo que ocurre en algunos análisis: los pacientes dejan de tener sueños como fenómenos psicológicos y empiezan a tenerlos como formaciones del inconsciente; es decir, empiezan a soñar como Freud soñaba. Lo fundamental de su método es que obliga a devenir freudiano. Esto es lo que ocurre en esos análisis. Los pacientes empiezan a tener sueños que hoy hasta parecen graciosos, porque son sueños del siglo XIX en el siglo XXI.
Esto quiere decir algo que me resulta importante: no hay modo de tener sueños que sean formaciones del inconsciente sin transferencia con Freud, la que indirectamente puede producirse con ese analista cualquiera, como le ocurre al biólogo que, además, sufre de insomnio. Freud no escribió un ensayo científico para interpretar sueños, sino que reveló las condiciones vinculares para que alguien empiece a soñar. En este sentido, el retorno a Freud del que hablaba Lacan no es volver a leer la obra freudiana, eso lo hace cualquiera; el punto es pensar qué hace cada quien con su transferencia con Freud (si es capaz de tolerarla).
Para concluir, otra anécdota. Un hombre sueña con un episodio que le produce tristeza. Siente tristeza en el sueño. Y se despierta aliviado. Es un sueño recurrente, mejor dicho, que tuvo en algunas situaciones a lo largo de su vida. Sin embargo, no es que haya algo específico en esas situaciones. El único denominador común es que después sueña con algo triste. En realidad, no es que hay "algo" triste, es que sueña con tristeza. Esto demuestra cómo ciertos afectos son fundamentales y no dependen de una causa exterior; es como si se hubieran constituido como afectos de elaboración para cualquier circunstancia.
Hay una tristeza mundana, que tiene su origen en hechos que la reclaman; pero también está la tristeza ontológica, como fuerza interna, que es más bien un umbral de registro psíquico. Este hombre, por ejemplo, puede volver a este sueño en situaciones que no son para nada tristes. No son pocas las personas que lloran en momentos alegres. Esta distinción es importante porque permite hacer la diferencia entre un afecto vinculado con un objeto y el afecto mismo como objeto. La estrecha relación que este hombre tiene con la tristeza es más fuerte que su relación con cualquier objeto del mundo. La tristeza, para este hombre, es una relación con una relación, es la revelación de un modo de existir. Para esto le sirve soñar, para descubrirse de una manera que nunca le permitiría la vigilia.
(*) Para comunicarse con el autor: lutereau.unr@hotmail.com