Manuel Cervera (1863 – 1956), a mi juicio el más grande historiador de Santa Fe, se inició en los estudios históricos casi por casualidad. Sus labores de abogado y de juez, lo pusieron en contacto con los archivos de la Casa de Gobierno y de los Tribunales. Era un hombre culto, de cuarenta años ya reposados, cuando comenzó a investigar sistemáticamente. A los treinta había actuado como revolucionario desde el naciente radicalismo.
Cuando se cumplen 160 años de su nacimiento, 120 de la finalización de su libro principal y 450 de la fundación de Santa Fe, se impone destacar una vez más la dimensión de sus trabajos históricos, que tanto contribuyeron al mejor conocimiento del pasado santafesino y a la localización documental de las antiguas ruinas de Santa la Vieja.
Durante los primeros años del siglo XX, Cervera planeó y escribió su "Historia de la Ciudad y Provincia de Santa Fe", mientras anotaba en cuadernos escolares multitud de datos extraídos de centenares de legajos de documentos y daba a publicidad su primer opúsculo histórico, dedicado a la obra colonizadora y la fundación de Esperanza.
El resultado fue un libro concebido como una contribución a la historia de la República Argentina, como lo explicitó en el subtítulo de la obra. Apuntaba a la historia nacional desde la región, en un moderno planteo integrador que intentaba contrarrestar la mirada porteñocéntrica.
El plan de la obra
El plan contemplaba la publicación de dos tomos divididos en veinte capítulos. Once contendrían la historia colonial y los otros la primera mitad del siglo XIX. Quedaría así desarrollada la historia de Santa Fe entre 1573 y 1853. Como los archivos tenían mayor volumen de documentos coloniales, la obra está mejor informada cuando desarrolla esta etapa que ocupa en el libro un espacio superior. Hizo copiar muchos de aquellos papeles y sus amigos le enviaron algunos duplicados del Archivo de Indias. El Apéndice documental enriquece aún más la obra como material de consulta.
En el prólogo hace Cervera una amplia revista de los trabajos dedicados hasta entonces a las historias de otras provincias, a los libros fundamentales de historia nacional aparecidos hasta ese momento, a las publicaciones periódicas, a las colecciones documentales y también a los repositorios en los que consultó la amplísima documentación inédita sobre la que funda su obra. "Sin los conocimientos suficientes -decía- sin el talento necesario, llevo mi grano de arena, valga lo que valiere, al esfuerzo intelectual del país…", dándola por finalizada el 20 de septiembre de 1903.
La obra pudo haberse publicado en la capital federal, donde hubiera tenido mayor resonancia. Pero Cervera contrató una imprenta de Santa Fe. Con las limitaciones técnicas que puedan suponerse, se logró una edición muy digna. El propio autor encaró la tarea de distribución y comercialización. La envió a los principales historiadores de la capital y del interior y también a las sociedades científicas del momento. Se habían publicado dos mil ejemplares pagados de su bolsillo a un costo de $18.000, lo que significaba en 1907 una importante inversión, que no recuperó. Hizo llegar en consignación diez o quince ejemplares a cada librería y fue muy poco lo que cobró. Posteriormente, la Legislatura le acordó un premio de $10.000 de los que pudo hacer efectiva la mitad, después de mucho tiempo. Regaló 300 ejemplares al Consejo de Educación con destino a las escuelas, que fueron mal distribuidos.
El impacto de un libro para el futuro
Pero la obra de Cervera fue inmediatamente incorporada por los historiadores a su material de consulta. El libro no envejeció, como quería la sentencia de Menéndez y Pelayo. Treinta años después, Enrique de Gandía le sugería que la flamante Junta de Santa Fe, gestionase su reedición. Él mismo nunca había podido conseguir un ejemplar y tenía que consultarla en la Biblioteca Nacional o en el Museo Mitre. Recién en 1979 la Universidad Nacional del Litoral inició la reedición de la Historia de Cervera, presentada ahora en tres volúmenes, el último de los cuales apareció en 1982.
La Historia de Santa Fe fue un libro exitoso que, paradójicamente, no tuvo reediciones por más de setenta años. Durante ese tiempo, los dos mil ejemplares iniciales fueron los únicos existentes. Pasaron de padres a hijos, se vendieron en tiendas y librerías de viejo. Muchos llegaron a las bibliotecas de Europa y de los Estados Unidos. Nadie puede saber cuántos se perdieron. Quizá fue la dificultad para acceder a él, el mayor desafío que debió afrontar este libro, por otra parte tan consultado.
¿Dónde radica el éxito de un libro de historia? ¿Qué es lo que le otorga perdurabilidad? Poco tiene que ver con ello la cantidad de ediciones y el número de ejemplares vendidos. Lo que importa, a mi entender, es el uso que de él hagan los otros historiadores. Pocos libros de historia hay en la Argentina tan consultados y citados como el de Cervera durante más de cien años.
El marco teórico de un libro suele desgastarse rápido, la riqueza de información puede ser superada por otros investigadores y la contaminación política o ideológica puede limitar su validez. Pero ninguno de estos factores conspiró contra la vigencia de la Historia de Santa Fe de Cervera. Es que el pensamiento positivista de Comte, Taine o Buckle, se proponía acumular la mayor cantidad de información posible para luego desentrañar la "leyes de la historia". Si algún aporte serio se le debe, es a causa de lo primero.
Cervera, como la mayor parte de los hombres de esta corriente, se limitó a dar el primer paso, dejando para otros la especulación filosófica en torno al significado de la historia argentina. Ante la eficacia de su labor heurística y postergada la segunda parte del método, su obra no se vio limitada por el desgaste de la teoría. Su libro no envejeció con el positivismo de Comte o el liberalismo de Macaulay, a quien cita expresamente. Ese rol asignado a la obra es claramente precisado en el prólogo, cuando ofrece al futuro historiador los materiales para que pueda explayarse con sentido filosófico en el sentido de los hechos.
El cúmulo de información contenido en la Historia de Santa Fe es verdaderamente significativo y está revelando una tarea ciclópea. Los nuevos aportes que la historiografía regional ha venido sumando en más de un siglo, no han logrado desactualizar totalmente la obra que resulta ser todavía de consulta obligada.
Para que su libro fuera un instrumento idóneo que permitiera al estudioso del futuro construir una síntesis como la que esperaba Cervera, tenía que ampliar los límites del proceso institucional al que estaban sujetos los libros de historia. Ya en 1925, Rómulo D. Carbia lo presentaba como el iniciador en la Argentina del tratamiento integral de la historia que incorpora los aspectos económicos y sociales, en un producto que no se vio contaminada por la pasión política.
En sintonía con las nuevas corrientes
Su libro principal y sus aportes documentales contenidos en otras publicaciones, lo colocaron en sintonía con los postulados renovadores de la "nueva escuela histórica argentina", desarrollada a partir de la década del veinte en las usinas historiográficas de las universidades de Buenos Aires y La Plata, corriente que otorgó a la investigación histórica un perfil profesional y un estatus científico y erudito en consonancia con la escuela alemana, y que validó el trabajo de Cervera al introducirlo en sus listados bibliográficos y en sus fuentes de consulta habitual.
Con el importante capital científico acumulado, Cervera se constituyó en el centro de referencia dentro de la historiografía santafesina. Con 72 años de edad, organizó un centro de estudios con un núcleo de historiadores locales en 1935, la actual Junta Provincial de Estudios Históricos, entidad de la que fue su primer presidente. Desde 1925 era miembro correspondiente de la Academia Nacional de la Historia, denominada por entonces (hasta 1938) Junta de Historia y Numismática Americana.
(*) Contenidos producidos para El Litoral desde la Junta Provincial de Estudios Históricos y desde el Centro de Estudios Hispanoamericanos.
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