Por Ricardo Miguel Fessia
Por Ricardo Miguel Fessia
I - El recuerdo tiene aspectos insondables y suele dispararse hacia espacios que no podemos entender, pero lo importantes es destacar que vale recordar lo verdaderamente importante, lo que es capaz de emocionarnos, porque activa en nosotros las regiones cerebrales que ayudarán a guardar ese instante. La exposición de ello debe ser cuidadosa al tiempo que expone los valores que integran la tabula interna de esencia de una persona.
En ese sentido, destacamos la biografía de una de las mujeres pioneras que, con su esfuerzo indeclinable, se abrieron paso en un mundo de hombres que las relegaba al ámbito doméstico. Su trayectoria revela tanto los obstáculos que debió sortear como la grandeza de su talento y su legado que representó un gran aporte a la sociedad.
II - La docencia universitaria, desde la misma creación de la universidad moderna, la de Bolonia, fue un espacio reservado para los hombres. El propio espacio de la educación superior en cuando al acceso para tomar conocimientos o perfeccionarlos, fue también territorio de la masculinidad.
El ingreso de mujeres a las aulas universitarias representó un hito en la marcha penosa por la igualdad y mucho mayor esfuerzo significó el acceso a la cátedra universitaria. En nuestro joven país, María Teresa Ferrari de Gaudino es la referencia ineludible ya que fue la primera mujer en acceder a la cátedra universitaria.
III - Nacida en la ciudad de Buenos Aires el 11 de octubre de 1887, con posibilidades de acceder a la educación formal se recibe de maestra en 1903 y comienza a ejercer como tal. Era ésta si una profesión apta para las mujeres de acuerdo a los patrones de este tiempo, por lo tanto ejerció en el colegio William C. Morris -uno de esos institutos fundados por el filántropo y educador inglés- y en la escuela Bernardino Rivadavia Nº 3, instituto este en el que permaneció por cuarenta y tres años consecutivos.
Con una vocación definida y un compromiso en la búsqueda de nuevos límites en la educación, incursionó en nuevas estrategias didácticas de aprendizaje dejando atrás aquellas en la que se había formado. Pasó todos los límites y abandonó las tradiciones. No ataba la exposición a los conceptos; llegaba a los jovencitos con palabras motivadoras o frases disparadoras de forma que los educandos puedan tener los insumos básicos para luego poder desplegar su imaginación y crear relatos o frases.
Las autoridades con mirada recia la observaron y llamaron la atención, una y otra vez, al punto de disponer la observación de sus clases. Nada hizo torcer la voluntad del espíritu creador. Pero a María no le importó.
Estaba ya matriculada como alumna en la Facultad de Medicina de la Universidad de Buenos Aires y atender ambas situaciones le deparaba un gran esfuerzo, el resquicio de lozanía que le quedaba al fin de la jornada no era para dilapidarlo en discusiones vacuas.
IV - En 1911 logra concluir su carrera de medicina y al siguiente año contrae enlace con Nicolás M. Gaudino, condiscípulo en la universidad y con el que se habían graduado.
Decidida a combinar, en conjunción superadora, ambas pasiones, solicitó la adscripción a la cátedra de clínica obstétrica. Para ese tiempo era todo un desafío que una mujer accediese a la enseñanza superior, si bien existía el antecedente de quién en la adultez sería su amiga: Cecilia Grierson que se había graduado en 1889.
Lo mismo que Grierson, tuvo que hacer obstetricia, porque era lo permitido para las mujeres. Se debe recordar que las facultades de Medicina en el mundo entero fueron las primeras que se abrieron a la captación de mujeres, por una razón muy elemental: allí las mujeres podían seguir la preparación para la asistencia, para los cuidados, para ayudar al prójimo.
Superada la instancia del asombro por la osadía de una joven médica, la solicitud debía ser respondidas para lo cual se tomaron todos los recaudos y los tiempos necesarios hasta que la Comisión Evaluadora de la Universidad se expidió vedando el acceso a la cátedra argumentado razones "de orden fisiológico y psicológico", atento a los que consta en el libro de actas del Consejo Directivo.
Buscando alternativas por otras vías que no sean las habituales, hace conocer un relato en donde pone de manifiesto esta clara discriminación. En una parte de ese comentario dice: "Promuévase la preparación de la mujer y ella sabrá desvirtuar los falsos conceptos de su inferioridad biológica, su debilidad física e intelectual y su irremediable mediocridad para la mayoría de los desempeños en que el hombre pretende tener injusta exclusividad".
Iterando la solicitud, que no encontraba más escollo que en el ridículo entendimiento de las autoridades académicas que no advertían los cambios que se avecinaban en la República con el surgimiento de nuevos actores sociales que reclamaban espacio, en 1915 obtuvo la adscripción a la Escuela de Docentes de Medicina, no obstante algunas voces seguían por lo bajo refunfuñando y algo tenían por hacer. La aspirante fue desplazada a la "Escuela de Parteras", para la consideración general y científica era de menor jerarquía que la de obstetricia.
Concluida su etapa de preparatoria, volvió a solicitar con todas las formalidades la autorización para inscribirse al concurso de profesor suplente, cuya vacante era reciente. Frente a esta nueva solicitud y con los argumentos originales imposible de blandir, el propio Consejo Directivo de la Facultad tomó el camino más efectivo y directo: con excusas y pretextos, se demoró cuatro años en conformar el Tribunal examinador, además de alterar pruebas a su favor que el Audiencia había manifestado. No obstante esta y otras jugadas, el cargo resultó vacante.
Curtida por las adversidades, volvió por los fueros y en un concurso del 12 de mayo de 1927 logra el acceso a la cátedra universitaria. Logró trece votos a favor y apenas dos adversos. Comentó a poco de ello; "Este fracaso, el primero de mi vida, en lugar de restarme bríos, y en lugar de aminorar mis entusiasmos y dejar a aparecer lágrimas a mis ojos y desalientos bien justificados, me sirvió en cambio de estímulo…".
Pronto los medios tomaron el hecho que se difundió como el "Caso Gaudino". Más allá del impacto periodístico que significó, fue una marca indeleble de que no había espacio para el retorno; las mujeres formaban parte de la vida universitaria con ciudadanía plena. María Teresa Ferrari comenzaba a ser parte de las estadísticas de los movimientos feministas del mundo y se convertía en ejemplo de muchas que aspiraban a ser reconocidas y valoradas por su pensar y obras antes que por su condición sexual.
V - En 1921 fue a Europa y estuvo dos años tomando cursos especiales. En París asistió a las clases de Marie Curie -la dama del Radio- sobre el tratamiento de tumores genitales con radio, que fue tema de su tesis de profesorado y que trajo al país el tratamiento del fibroma de útero mediante la técnica de radiación, en una muestra más de su grandeza espiritual para abrirse paso en un mundo intolerante y mezquino.
Concurrió a cursos de su especialidad en Estados Unidos y América Latina. Hacia 1925 creó la maternidad del "Hospital Militar Central" y en 1936 la "Federación Argentina de Mujeres Universitarias" y la presidió durante diez años. Participó como miembro en varias asociaciones médicas del país y del extranjero.
VI - Luego de muchos años de servicio, tanto como profesional de la medicina como en el magisterio, en 1952 se retiró, dejando solamente algunas tareas y conservando otras ya que le quemaba, adentro, el corazón apasionado capaz de arrojos civiles y de ternuras íntimas, Su vocación no le permitía dejar ciertas empresas que surgen de lo profundo de las convicciones. Recién dejará definitivamente toda actividad el martes el 30 de octubre de 1956 cuando la silenciosa realiza su obra.