A veces te pasa. Parece que un fantasma aletea cerca y no hay nada. Nada de nada. Tiempo después te das cuenta que algo sucedió y fue a tu lado, cerca, cruzando la respiración con el suceso. A veces una muerte, un nacimiento, una resolución que por el aire viene y te parece que nada de nada pero eso, tiempo después advertís, era cierto. Pasó.
Cubrí solo, para redactar, el 1º de Mayo con Juan Domingo Perón en 1974. Era el retorno a Plaza de Mayo en el Día de los Trabajadores. Digo "solo" porque redacté el cuerpo de nota. La suma fue de 32 páginas. En el aguante estaba Walter Operto, acaso uno de los mejores periodistas que tuve cerca, con las locuras que acompañan a los buenos. El cubría el "pie de foto" o "epígrafe". Los hacía largos, con descripción que enmarcaba la característica de la foto. Eran mini textos. Un laburo estupendo. Se vendieron 700.000 ejemplares. Y en una segunda tirada 500.000
La revista ASÍ era con un alto porcentaje de fotos, de imágenes, era realmente importante, por lo menos el 50%. Provenía de "ASÍ es BOCA" y su primer y único dueño fue un fotógrafo: Héctor Ricardo García. Había dueños menores, pero la definición es esa: menores. En "ASÍ es BOCA" era importante el gol y el jugador, el texto no tanto, no tanto. Tal vez porque no podía escapar de somos los mejores, ganamos o merecimos ganar, según cerrara el resultado.
El peronismo, pese a su verticalidad, nunca ha sabido organizar las cosas y tal vez Ezeiza y su masacre interna sea una clara demostración. Já. Que éxito el de don Félix Laíño en La Razón: mandó a cubrir Ezeiza con los cronistas deportivos. "Van a contar distinto a eso que hacen los peronistas", dijo. Nunca nada tan acertado. Esas crónicas fueron diferentes. Digresión de la digresión. Es en esa marcha, por esa marcha, que aparece un texto del "Turco" Asís; Jorge todavía relataba. Alta recomendación. Buscar y estimar.
El peronismo no solo que quita seriedad a las organizaciones necesarias (en las urgencias y la desesperación se ve el verdadero movimiento peronista, cuando dicen "sálvese quien pueda" el asunto es uniforme y dinámico, hidrodinámico, la hidrodinámica explica claramente la tesis movimientista), sino que puesto a organizar en calma el peronismo exagera y demuestra su incapacidad.
En el escenario de "los artistas", debajo del balcón (mirando hacia el balcón a foro derecha), escuché a Santiago Gómez Cou recitar un poema de Rubén Darío. Gómez Cou con su jopo enhiesto, su gracejo de radioteatro y su vetustez. Era un grotesco (ahora dirían bizarro, pero la bizarría la tengo guardada en otra definición del diccionario Larousse). Le siguió "La Chona" y una inefable muestra del error de improvisación sobre un personaje que simulaba ser una mujer de barrio. Haydée Padilla no era culpable de la "macchietta", pero no pudo escaparse nunca de esa criatura. Y le hacía daño a la mujer de barrio. A ella también, doy fe.
Haydée era una de las pocas personas que a María Estela Martínez de Perón le decía "Chispitas", por ese modo de abrir y cerrar los ojos que tenía "La Chabela". Había sido jovencísima compañera de una Escuela de Danzas. El hermano de Haydée, aficionado a la cartomancia y otras yerbas, leyéndole las manos a Isabelita le dijo: "Te casarás con un príncipe". Después la gira por Centroamérica, con todo lo que se sabe -más lo que se ignora- sobre esas giras/troupe/ballets y varias yerbas. A su regreso la llamó, la abrazó y le dijo: "Haydée, tu hermano tenía razón" (tímido y vergonzoso telón a este recuerdo).
Después, Susana Rinaldi, cantando a Cátulo Castillo en una Plaza de Mayo que ululaba en sordina, era algo tan fuera de lugar, tan "misa hereje", que ahuyentaba a los peronistas de camisa abierta y/o camiseta sudada; todos organizados por sector, por camiones, por barrios, por organizaciones. Todos sordos a un poema sobre el valor del bandoneón ("Pero es el viejo amor que tiembla, bandoneón/ Y busca en un licor que aturda/ La curda que al final termine la función/ Corriéndole un telón al corazón"). Lo escribió en 1956; murió en el 1975. No vio todo, algo de lo peor sí. Esa plaza sin dudas.
En el "Palco de Prensa", Hugo Guerrero Marthineitz, con un grabador de cinta abierta de gran tamaño y un micrófono finísimo para registrar ambiente, grababa los sonidos de la plaza. Nunca me gustó "El Peruano Parlanchín". Levantaba el micrófono y exigía silencio. Yo empecé a reír nerviosamente en cierto momento. Reír sin parar. Perón los había rajado de la plaza. Después de "estúpidos imberbes" el silencio era realmente visible, no audible, visible, y entré a reír. Claro que nervioso. Muy nervioso. "Tiempo después te das cuenta que algo sucedió y fue a tu lado, cerca, cruzando la respiración con el suceso".
Esa frase, que comienza este texto, apunta al hecho. Me reía pero acaso sabía -sin registro aún- que estaba asistiendo a la partición pública y definitiva de Perón de un lado y Montoneros del otro. Repito. Es en ese momento de la tarde del 1º de mayo de 1974 que no hay vuelta atrás y queda todo registrado. ¿Por qué razón la "liturgia montonera" ignora el hecho? ¿Por qué razón los herederos onanistas, durante todos estos años lo han quitado de dicha liturgia?
No tengo las respuestas, soy periodista, traigo las preguntas. Ese día y a esa hora se divide para siempre la historia de los asesinos Montoneros y el peronismo y Argentina. Es una de las cruces irredentas de los 70. Mientras los herederos de ese yerro lo omitan la historia debe una hoja gruesa donde los asesinos son eso: asesinos confesos en una Plaza Popular.
El peruano era una molestia. Ese sujeto desagradable, que no tuvo un final feliz que no me pone triste, pedía que me callara y yo no podía: "Hermanito, que me arruinás la grabación". Nota: para la "cultura de los locutores", "El Peruano Parlanchín" ha sido importante. Para el antiperonismo también. Desde sus comienzos como difusor de la música de fonolas hasta su absoluto triunfo en las tardes de Radio Belgrano (en manos de Cané, acaso uno de los tipos que verdaderamente sabía de producción y programación) Guerrero Marthineitz ha sido idolatrado.
"Pónganmé" en el casillero del respeto a su profesionalidad; de sus ideas políticas no. "Pónganmé" en el lado de quien lo desprecia porque su trato personal no era agradable. Sus problemas de violencia con las damas no tenían por entonces la condena que hoy tienen, pero para mí eso siempre fue deleznable. No tenía porqué ser disimulado. No lo quise. En este caso él estaba en mitad de un momento histórico de quiebre. Mi sitio justo/justo en un instante de trascendencia de lo dicho: "A veces una muerte, un nacimiento, una resolución que por el aire viene y te parece que nada de nada pero eso, tiempo después advertís, era cierto. Pasó". Me reí sin contención. No había peruano parlanchín que me parase.
La columna de Montoneros estaba sobre La Catedral. En el centro de la plaza y el frente del palco los de la UOM. Cuando comienzan a cantar "¡Duro, duro, duro, aquí están los Montoneros que matamos a Aramburu!", no se si Perón escucha. Yo sí. Pero despliegan el cartel de Montoneros que se vuelve definitivo, que es historia por la foto. Desde el balcón de La Rosada se ve. Perón es un general que, de hecho, no aprobó el secuestro y asesinato de Pedro Eugenio Aramburu, otro general de la Nación. Les recuerda La Resistencia, los dieciocho años de resistencia peronista y los expulsa de la plaza.
Los gremialistas los corren, los trompean. A las mujeres les pegan patadas en las nalgas y, si se dan vuelta las empujan, las cachetean y vuelven a pegarles patadas en las nalgas. A palazos con los de esa columna, QUE NO SE QUEDA, que se va de la plaza. Volviendo hacia la redacción de ASÍ/Crónica (Azopardo y Garay) no era lejos, era un buen ejercicio, se veían las pilas y pilas de sachets de agua (un negociado visible del Ministerio de Bienestar Social/López Rega) que vaya uno a saber dónde irían. Los colectivos. Los camiones. Toda una escenografía de ritual peronista.
Aproveché para preguntarle al fotógrafo -saco, peinado a la gomina, sonriente-, por Graciela Borges, porque sostenía que era vecino de la mamá y de ella, cuando todavía nadie era más que vecino y que a él -por eso- no lo dejaban entrar a las conferencias de prensa porque sonreía y la ponía nerviosa a "Gra" (por aquellos años se sostenía que era la enamorada de alguien del gobierno). Para mi la Borges podía/puede enamorarse de quien desee. Creo que es -de verdad- una mujer que entendió que con la femineidad obtenía mas libertades.
Insistía, siempre quise saber : "Gonzalito, cómo fue la infancia de la Borges y su mamá". A lo lejos los bombos de la desconcentración. Cerca, los colectivos calentando motores. Gonzalito sonreía. "Algún día te voy a contar", me decía. Y silenciosamente se quedaba mirando la nada, sonriente y distraído. Nunca lo hizo, nunca me contó nada. Igual, ese día, yo había descubierto que hay una risa que viene vaya uno a saber de donde y que no se olvida. Es la risa de mirar el porvenir, verdaderamente inatajable. Como la femineidad de Graciela Borges, para dar un ejemplo contundente.