Como candidato y gobernador, el rafaelino era hasta ahora básicamente un factor aglutinante de distintas corrientes. A partir de este viernes tiene la suya propia, que intentará hacer valer en el diseño electoral de este año. Y para eso, deberá elegir cómo gestionar la unidad y la diferencia.
El lanzamiento del "perottismo" santafesino, con un deslucido acto virtual (acorde a las exigencias de la coyuntura y a despecho de las prácticas históricas del peronismo, con movilizaciones y concentraciones lo más grandes posibles), pudo haber pasado inadvertido para la mayor parte de la sociedad, cuya atención está naturalmente centrada en los efectos individuales y colectivos de la emergencia sanitaria, la acuciante situación económica y, en buena parte, por las alternativas de la final del campeonato nacional de fútbol protagonizada por el Club Atlético Colón. Pero no fue así para la dirigencia justicialista santafesina (que ya registró reacciones críticas desde otros sectores), y hay razones para suponer que fue la escenificación de un punto de quiebre a nivel nacional.
Parece serlo desde el mismo enunciado que presidió el lanzamiento, a manera de identificación. "Hacemos Santa Fe" es el nombre del espacio, y llevando a un extremo el análisis del discurso en un pieza tan acotada como la que constituyen esas tres palabras, abundan en ellas la proclama de una identidad y acaso de una diferenciación. El "Hacemos" representa la impronta de gestión con que se identifica la corriente alineada con el gobernador, que remite al concepto sobre el cual montó su campaña electoral, y que constituye una marca sumamente difuminada durante casi todo el primer año de mandato, en el contexto de un alineamiento casi automático (y no excesivamente redituable) con la Nación, los rigores de la cuarentena, y fundados cuestionamientos al ritmo de vacunación (más allá de la prolijidad del operativo). Una marca que se buscó restituir en los últimos meses, a caballo del fuerte impulso a iniciativas estratégicas (como la conectividad y los de seguridad), el cumplimiento de postergadas promesas de campaña (como el boleto educativo) y al propósito de recuperar la idea de potenciar el perfil productivo de la provincia.
Es Hacemos. Y es Santa Fe. Por eso, Roberto Mirabella, senador nacional que busca la reelección y que inviste la condición de referente directo de Perotti en el Congreso nacional, a la vez que remarcó la pertenencia al Frente de Todos en tanto "unidad en la diversidad", buscó dejar en claro que "no necesitamos que desde Buenos Aires o desde cualquier lado nos digan lo que tenemos que hacer o nos quieran marcar la cancha". Hablaba de seguridad, pero lo categórico de la expresión vuelve inequívoco su significado.
La diferenciación, amparada en esa "unidad en la diversidad", pero también en la invocación de los intereses santafesinos como destino prioritario del "hacer", encontró al gobierno provincial en la vereda de enfrente de la Nación en cuestiones centrales, como el dictado de clases presenciales o la gestión de la hidrovía. También, alentando activamente la prórroga de la ley de biocombustibles, que desde el kircherismo se alentó reemplazar por una nueva norma que reduce el porcentaje de corte. "Tenemos la posibilidad de no trabarnos en dos potencialidades y no entrar en disputas innecesarias", arengó el mandatario, advirtiendo que la provincia estaba en condiciones de convertirse en "la cuarta provincia petrolera".
Aún más marcada fue la diferenciación (esa misma que no se produjo con demasiado énfasis durante el conflicto por Vicentín, el primer quiebre entre el gobierno nacional y lo que podría considerarse en buena medida el electorado de Perotti) ante la suspensión de la exportación de carnes, otro golpe directo al corazón productivo de la provincia. "Los cambios en las reglas de juego, con soluciones que no funcionan, sólo perjudican el futuro de la actividad que tanto brinda a los santafesinos", disparó el rafaelino por las redes sociales, esta vez sin lugar a vacilaciones o ambivalencias.
El escenario está claro. Perotti necesita revertir su alicaída imagen y dar respuestas a los santafesinos. A sus votantes, que desde una u otra ubicación ideológica aceptaron la "unidad en la diversidad", pero que en su mayor parte no comulgan con el kirchnerismo. Y a sus potenciales adherentes en la instancia electoral de este año, donde la adhesión que obtenga la oferta electoral del justicialismo (que a su vez va a depender de quién se encargue de confeccionarla, o con qué proporciones de incidencia se defina) resultará determinante para el futuro de su ya promediante mandato.