Por Carlos Beltrán (*)
Camino a los 500 años de su fundación
Por Carlos Beltrán (*)
Los siguientes son nuevos aportes para la discusión sobre la ciudad futura. Se trata de la continuidad del trabajo publicado el domingo 17 de septiembre de 2023, en base al informe titulado "Análisis Económico y Social Urbano de la Ciudad de Santa Fe" (conocido como el Estudio), que fuera elaborado para el municipio santafesino hacia finales de los años sesenta.
Es pertinente recordar aquí que aproximadamente la mitad del período bajo estudio (1959-1967) se ubicó entre los años 1963 y1973, tiempos en los que Argentina experimentó una de las tasas de crecimiento económico ininterrumpido más importante de su historia reciente. En la década en que se realizó el Estudio se produjo un verdadero auge económico de Santa Fe, debido, entre otros factores, a la construcción de obras de infraestructura emblemáticas, a la instalación de importantes establecimientos industriales en Sauce Viejo y Santo Tomé (Tool Research, Industria Automotriz Santa Fe, Bahco, Fiat, etc.), al crecimiento de la construcción residencial y al de las ventas minoristas. El cálculo del Producto Bruto per cápita realizado por el Estudio a través de un trabajo singularmente arduo y complejo determinó que la ciudad de Santa Fe estaba solamente un 8% por debajo del promedio provincial y un 17% por encima del correspondiente a Paraná.
Respecto a la composición sectorial del valor agregado por la ciudad, se identificó que los servicios del estado contribuían con un tercio del total, seguido por el comercio y los servicios comerciales (servicios de la salud, servicios para automotores, reparaciones generales, alojamiento, alimentación, transporte, etc.) con un 20% cada uno y recién luego la industria con el 17%. El Estudio ratificó la impresión dominante en aquel entonces de que Santa Fe era un centro urbano dedicado preponderantemente a las actividades terciarias: aproximadamente las tres cuartas partes del producto bruto total generado por el conjunto de la actividad económica correspondió a la suma de valor agregado por el Gobierno, el comercio y los servicios privados.
Respecto a la distribución de la ocupación en la ciudad, el Estudio detectó que el 35% lo hacía en servicios del Estado (Sector Gobierno), el 18% en otros servicios prestados por entes privados, el 17% en el comercio, el 10% en servicios comerciales, el 10% en la industria, el 7% en la construcción y el 3% restante en otras actividades. También determinó que la participación relativa de los sectores comercio, servicios comerciales e industria, se mantuvo prácticamente constante en el período 1959-1967, razón por la cual no era dable pronosticar en un futuro cercano un aumento de importancia de cualquiera de ellos.
De los porcentajes anteriores se desprendía la fuerte gravitación del sector Gobierno, cuya ocupación era casi equivalente al total de los individuos que trabajaban en el comercio, los servicios comerciales y la industria. Nótese, a su vez, que el porcentaje del valor agregado por el sector Gobierno era casi idéntico al porcentaje de la ocupación total que el mismo absorbía.
Cabe destacar que dado el fuerte peso de la ocupación pública, las recesiones económicas que se presentaban en el país y la región tenían efectos sumamente atenuados en la ciudad, manteniéndose cierta estabilidad en el empleo e ingresos. De las personas ocupadas en el sector Gobierno, un 55% lo hacían en el Gobierno Provincial, un 37% en el Estado Nacional y un 8% en el orden Municipal. Era indudable que la preeminencia de la ocupación por parte del Gobierno Provincial se debía a su carácter de ciudad capital de la Provincia. Un dato interesante: el Estudio estimó que de los 12.493 empleados públicos provinciales que trabajaban en la ciudad, 8.198 lo hacían por ser ella centro de la administración provincial.
La desocupación (más de 5.000 individuos) representaba alrededor del 2,3% del total de la población total, porcentaje menor al promedio del país, pero mayor al Gran Buenos Aires, El Gran Rosario y Córdoba. La mayor parte de los desocupados habían cursado sólo el ciclo primario. Dado que la ciudad no era una ciudad industrial sino un centro administrativo y de servicios, era difícil para la población con ese nivel de instrucción hallar ocupación ya que el sector terciario reclutaba personal entre bachilleres y maestros para empleados de oficina y en menor cantidad y de menor nivel educativo para maestranza y otras tareas.
Los egresados del magisterio, aunque en mucho menor porcentaje que los egresados primarios, también eran representativos entre los desocupados. Existían abundantes promociones de maestros que no encontraban posibilidades de trabajo en el medio urbano debido a la saturación del mercado laboral.
Como lo muestran las cifras, Santa Fe no constituía un verdadero centro fabril. El conjunto de 706 establecimientos industriales radicados en la ciudad ocupaba 6.259 personas, igual al 10% del total de ocupados en el municipio (superior al 8,8% de Paraná, pero muy lejos del 31,1% de Rosario). De los ocupados, 2.158 y 4.101 prestaban servicios en establecimientos con menos de diez y más de 10 trabajadores, respectivamente. Por otra parte, el 3% de los establecimientos absorbían el 40% de la ocupación industrial. En lo que concierne al nivel de preparación de la mano de obra empleada era notoria la ausencia casi absoluta de personal técnico con instrucción superior, fenómeno típico de una etapa industrial poco evolucionada.
El tipo de actividad fabril era preponderantemente familiar y artesanal, con una abrumadora mayoría de Pymes, pero el 85% de ellas contribuía con sólo el 36 de las ventas sectoriales. Del relevamiento realizado en 1967 -encuesta en base a un muestreo estratificado para las pequeñas empresas y censo para los principales establecimientos- surgió que el 35% de las ventas industriales correspondió al rubro alimentos, y el 23% al rubro bebida. La alta participación de la industria de la alimentación dentro del conjunto de la actividad fabril denotaba una estructura fabril basada en el aprovechamiento de los productos del agro y definidamente orientada hacia el consumo. Las ramas que seguían en importancia fueron productos químicos, productos metálicos y maquinarias, cada una con el 7% de las ventas totales del sector. Por otro lado, se detectó un alto nivel de aprovechamiento (73%) de la capacidad utilizada respecto de la capacidad instalada total.
Respecto al valor agregado por las distintas ramas industriales, se observó que los rubros alimentos y bebidas contribuían con el 55% del valor agregado total (38 y 17%, respectivamente). Por otra parte, productos metálicos y maquinarias contribuían con el 16 %. La localización industrial no presentaba ningún tipo de concentración. Por el contrario, los establecimientos cubrían toda el área urbana sin distinguirse zonas netamente más densas que otras. Los asentamientos manifiestamente incompatibles estaban representados por las plantas fraccionadoras de vinos y de bebidas sin alcohol.
En lo concerniente al origen de las materias primas empleadas por las industrias radicadas en la ciudad, se notaba una fuerte preponderancia de aprovisionamiento local (59 % de los establecimientos). Pero, una tercera parte de los establecimientos con más de 10 empleados se abastecían principalmente en Buenos Aires, mientras que sólo un 19% lo hacían de otras industrias o comercios mayoristas de plaza. Tomando como pauta las ventas brutas, se detectó que sólo el 6% de los productos fueron elaborados con materia prima local; mientras que un 12% requirió materiales provenientes de Buenos Aires. La alta incidencia del resto de la Provincia de Santa Fe (excluido Rosario) mostraba que la industria santafesina se orientaba sobre todo a la elaboración de materias primas provenientes del agro.
Por otro lado, el Estudio demostraba que el 48% de las ventas de las industrias santafesinas se dirigían fundamentalmente al abastecimiento del mercado local. Ese porcentaje aumentaba al 67% si se tenían en cuenta las ventas en el interior de la provincia (con una insignificante participación de Rosario) y Entre Ríos. Es decir, la industria de la ciudad se revelaba intrínsecamente débil, puesto que su producción se destinaba solamente a satisfacer las necesidades de su población urbana y la zona de su dependencia económica más inmediata. El magro 1% de las ventas al exterior confirmaba la escasez de industrias técnica y económicamente desarrolladas con capacidad competitiva para concurrir con sus productos a los mercados internacionales.
Continuará...
(*) Docente de Economía FCE-UNL. Ex Decano FCE-UNL.