Gala Díaz Langou: "El desafío es traducir el tamaño del Estado en fuerza genuina para poder resolver los problemas"
En esta entrevista la Directora Ejecutiva de CIPPEC explica por qué cree que la aprobación de la ley bases por parte del Senado es una buena noticia, y cómo transformar el secundario para que los alumnos puedan generar un proyecto de vida e insertarse en el mercado de trabajo.
La entrevistada habló de un Estado "grande" pero "sin fuerza".
Desde mayo de 2021 Gala Díaz Langou es Directora Ejecutiva de CIPPEC, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento. Desde este think tank, uno de los más importantes de América Latina, conduce equipos que han trabajado en proyectos en territorio y de investigación en las 24 provincias, con gobiernos de todo el arco político: son más de 1200 desde su creación. Magíster en Políticas Públicas y Gerenciamiento del Desarrollo (por la Universidad de Georgetown) y licenciada en Estudios Internacionales (por la Universidad Torcuato Di Tella) Díaz Langou cree que “es positivo dar las herramientas para que este Gobierno pueda hacer lo que tiene que hacer, que es gobernar”. Autora de más de 50 publicaciones sobre políticas sociales en Argentina y América Latina y de tres libros sobre primera infancia y equidad de género, asegura que para reducir la pobreza la Argentina necesita una macroeconomía ordenada, articular estrategias integrales y enfrentar la crisis de la educación.
—¿En qué coinciden y en qué no coinciden desde CIPPEC con el análisis que el Gobierno hace del Estado?
—A ver. CIPPEC es un think tank que busca mejorar las políticas públicas usando la evidencia, porque creemos que así se puede mejorar la vida de las personas. Coincidimos en que hay cosas que no funcionan y por lo tanto hay mucho espacio de mejora en cómo funciona el Estado. Pero hablar de “el Estado” es una entelequia.
—¿En qué sentido?
—Hay Estado a nivel nacional, provincial y local, y el poder legislativo y el judicial también son el Estado. Y en la Argentina además hay organismos del Estado que son islas de excelencia y que funcionan muy bien.
—¿Por ejemplo?
—La ANSES, que es capaz de entender la calidad de cada hogar, de cómo está conformado, las características que tiene, si es necesario transferir recursos o no. Obviamente es mejorable, porque todo es mejorable. Hay provincias que tienen muchísima información y la usan muy bien, como Córdoba, o Mendoza. Pero en general hay mucho espacio de mejora, en eso coincidimos.
—¿Y en qué no?
—No estamos de acuerdo en las consecuencias de ese diagnóstico. Hay quienes creen que lo que no funciona hay que eliminarlo o reducirlo a su mínima expresión. En CIPPEC creemos que hay cosas que deben mejorar, para que funcionen, para resolver problemas históricos y también para evitar que surjan nuevos problemas.
—¿Cómo cuáles?
—El avance del crimen organizado. Sin un Estado fuerte, si el Estado se reduce a una expresión mínima, estos problemas no solamente no se van a resolver, sino que van a crecer.
—Hace poco te escuché la expresión “Estado con anabólicos”, ¿qué significa?
—Nos gusta esa analogía porque expresa lo que tenemos, un Estado grande, inflado, pero sin fuerza. Y esto no significa que tengamos que reducir su tamaño, sino más bien que tenemos que dotarlo de mayor fortaleza.
—¿El tamaño del Estado no es un problema?
—No necesariamente. El Estado Nacional representa el 20% del empleo público, el 80% corresponde a las provincias. Del empleo público, el 60% son docentes, profesionales de la salud y fuerzas de seguridad, no el paradigma de la empleada pública de Gasalla. Nuestro Estado, proporcionalmente, es un poco más pequeño que el de Brasil, y estamos muy cerca del promedio de la OCDE.
—El problema es entonces sus bajas “prestaciones”, por decirlo de alguna manera.
—Sí. El desafío es traducir su tamaño en fuerza genuina para poder resolver los problemas. En CIPPEC tenemos propuestas concretas de cómo hacerlo, de cómo se pueden pensar las dotaciones de una manera mucho más planificada y ordenada, según las funciones que necesitamos que cumpla el Estado.
—Recién mencionaste a los tres poderes del Estado, y esta semana el Senado aprobó la Ley Bases. CIPPEC participó de varias reuniones de comisiones, ¿cómo leen este hecho?
—Yo creo que lo que se aprobó esta semana en el Senado es claramente una versión mejorada de la versión inicial de la ley, la de enero. Esto revela que el procedimiento legislativo funciona para lo que tiene que funcionar: que el trámite y el debate legislativo ayuden a alcanzar la mejor versión posible de esa ley. Podemos estar o no de acuerdo en varios de los capítulos, pero creo que en términos generales es una muy buena noticia la aprobación por parte del Senado.
—¿Por qué?
—Es importante entender que el Gobierno que resultó electo con una mayoría de los votos el año pasado representa el cambio que atravesó la sociedad. No creo que traiga el cambio, creo que la sociedad ya experimentó el cambio y este Gobierno supo interpretarla mejor que otras opciones. Por eso es positivo darle las herramientas para que el Gobierno pueda hacer lo que tiene que hacer, que es gobernar.
—¿Qué evaluación hace del capítulo previsional, que finalmente se cayó a raíz de las negociaciones?
—Lo que había y se cayó era mejorable, pero representaba un avance. La eliminación de la moratoria previsional abría la puerta a algo superador, y lo propusimos en las audiencias en las que participamos, tanto en Diputados como en Senadores. Porque la moratoria, a pesar de haber sido reparadora y haber permitido la inclusión de muchas mejoras al sistema, genera fuertes inequidades.
—¿Por qué?
—Hoy sólo el 34 % de los trabajadores llegan a los 30 años de aportes, y el resto ingresa al sistema por la moratoria. El problema es que trata igual al que tiene 28 años de aportes como al que tiene 5. Las moratorias son discrecionales y no garantizan un derecho. Es posible mantener lo bueno que trajeron las moratorias, que es la alta cobertura, y trabajar en reducir las inequidades.
Gala Díaz Langou es Directora Ejecutiva de CIPPEC, el Centro de Implementación de Políticas Públicas para la Equidad y el Crecimiento
—¿Cuál es la propuesta de CIPPEC?
—Que todas las personas de más de alguna edad, probablemente los de 65, se puedan jubilar, y después que cada año de aportes cuente como un año individual y que contribuya. Hoy el sistema previsional es el componente más caro del gasto previsional, es un 10% de nuestro PBI, y 4 de estos 10 puntos son excepciones al régimen general de reparto. Es posible diseñar un régimen más sostenible y más equitativo. Por supuesto hay que preservar lo que funciona muy bien.
—Que es…
—La cobertura. Es una de las más altas del mundo. Pero al mismo tiempo hay que mejorar dos problemas graves: la inequidad y la poca sostenibilidad.
—Para ello hay que derogar los regímenes de excepción.
—Exacto. Hoy hay mucho trabajo y un acuerdo técnico con el Ministerio de Capital Humano, en particular con la ANSES, y con el Banco Mundial junto con varias otras organizaciones expertas en los temas previsionales, respecto de qué se requiere hacer en el sistema previsional. Pero el de los regímenes de excepción es un tema muy complejo.
—¿Por qué?
—Desde que empezamos a trabajar fuerte en el tema, en 2022, se aprobaron tres regímenes nuevos. Hay que entender que tenemos 177 regímenes distintos, de los cuales 175 son deficitarios. Nuestra propuesta no es eliminar todos los regímenes, sino ponernos de acuerdo en criterios: hay profesiones que tienen una vida útil más corta, o un desgaste particular, o generan un especial valor agregado para la sociedad. Nuestra propuesta mejoraría la situación del 80% de los jubilados, y así y todo sería más barato de lo que actualmente gasta el Estado.
—Esta semana el FMI aprobó un nuevo tramo del programa de facilidades extendidas, un nuevo desembolso, y en su comunicado volvió a reclamar “será necesario proseguir los esfuerzos para apoyar a los más vulnerables”. ¿No es paradójico que sea el FMI el que reclama mitigar los efectos del ajuste?
—Cuando en febrero nos reunimos con la subdirectora gerente, Guita Gopinath, y también en las reuniones de primavera, donde participamos como la única organización civil de América Latina, conversamos mucho sobre el qué se está haciendo y el cómo, entendiendo también que este es un gobierno que acaba de cumplir seis meses.
—¿Eso qué significa?
—El problema de la cuestión social en Argentina no es algo nuevo: en los últimos 40 años siempre hubo un cuarto de la población en situación de pobreza. En los últimos años 20, la pobreza bajó un poquito tras el rebote de la crisis 2001-2002, y después se mantuvo bastante constante. Y en los últimos 10 años estuvo subiendo, con altibajos, pero con tendencia a la alza. Esto sucedió en un contexto en el que el resto de los países de la región lograron disminuir la pobreza sustancialmente. Chile, Paraguay, Perú, Uruguay, Brasil, todos lograron bajar la pobreza con más o menos éxito, con la única excepción de Venezuela y la Argentina.
—¿Qué hicieron esos países?
—No se concentraron solo en mitigar crisis o recesiones económicas, sino que plantearon estrategias integrales de reducción de la pobreza. En Argentina tenemos el sesgo de medir la pobreza sólo por ingresos, de ahí deriva la idea de que se puede bajar la pobreza mediante transferencias.
—Pero la pobreza es mucho más compleja que los problemas de ingresos.
—La pobreza está vinculada a la falta de ingresos, pero también a la falta de trabajo, de vivienda, a las dificultades de acceso a la salud, a la educación, a la cultura. En Argentina lo interesante es que tenemos todas las piezas de ese rompecabezas, programas para la vivienda, para la salud y para la educación, pero todo está desarticulado. El resto de los países articuló en territorio. Eso en Argentina lo podemos hacer, y creo que si hay algo bueno que tiene la decisión de haber juntado todos los ministerios sociales bajo el ala de Capital Humano es el potencial enorme en generar estas estrategias articuladas.
—Sin embargo, mucho depende de la reactivación.
—Sin duda. Hoy en Argentina hoy tenemos un consenso muy profundo que hace cinco años no existía: es necesario equilibrar la macroeconomía. Pero eso solo no alcanza, necesitamos además una estrategia concreta, y ahí creemos que siempre el primer paso es la educación. En Argentina estamos atravesando una crisis educativa en la que solamente el 13 % de los chicos que empiezan el primario terminan el secundario con la edad esperada y los aprendizajes básicos.
—CIPPEC trabaja mucho con las provincias, de quienes depende casi toda la gestión educativa de primaria y secundaria. ¿Quiénes lo están haciendo muy bien?
—Hoy más del 80 % de nuestra cartera de proyectos con gobiernos está en las provincias, y muchos vinculados a la agenda educativa. Hay varias provincias que están trabajando con nosotros para atacar dos problemas en simultáneo: el primero es el abandono escolar, que en realidad es exclusión escolar, porque cada año 180.000 chicos y chicas se alejan del secundario.
—¿Por qué ocurre?
—Por un lado por la baja percepción de valor que le dan al título. Que es una percepción errónea, porque en el mercado de trabajo después se paga un 37 % más a quienes tienen el título respecto de los que no. Nuestro modelo busca detectar qué chicos están en riesgo de alejarse del secundario, ya sea porque deben materias, o porque en sus casas los papás se quedaron sin trabajo, o las chicas que quedan embarazadas, o chicos que están sufriendo episodios de bullying. Así desarrollamos sistemas de alerta temprana para actuar preventivamente.
—¿Resultados?
—Hace tres años trabajamos en Mendoza y Entre Ríos, y en el último año 6.500 chicos no dejaron la secundaria en estas dos provincias gracias a esta intervención. Como medimos el impacto, estamos avanzando en un sistema de alerta temprana nuevo en Misiones, otro en Jujuy, otro en Salta, y ya hay otras seis provincias más que nos lo están pidiendo.
—¿Cuál es el otro problema?
—Necesitamos transformar la secundaria de una manera integral para que le sirva a los chicos para generar un proyecto de vida concreto, y también para insertarse en el mercado de trabajo. Cada provincia tiene un entramado productivo distinto, entonces lo que hacemos es proyectar las habilidades que va a necesitar el mercado de trabajo en cada provincia, y ver cómo eso informa lo que sucede adentro del secundario. ¿Qué habilidades va a requerir misiones? ¿Y cómo eso influye en lo que sucede hoy dentro del secundario para que los chicos incorporen esas capacidades que el mercado de trabajo les va a pedir? Esto no solo implica transformar los contenidos, sino también el cómo se enseña.
—¿Por ejemplo?
—En Argentina estamos acostumbrados a una enseñanza muy teórica, muy unidireccional, que hoy no funciona. En el mundo todos los sistemas educativos están migrando hacia metodologías mucho más interactivas, experienciales, desde donde se genera el aprendizaje.
—Última pregunta. Lidiás cotidianamente con desafíos sociales de todo tipo, sin embargo, nunca perdés tu buen humor, tu energía y tu optimismo. ¿Cuál es la fórmula?
—La primera es que no miro tele. La tele en casa está siempre apagada. Se prende cuando los chicos ven películas infantiles. Y lo segundo es mi familia. Yo entro a mi casa y mi casa es un oasis, y soy muy guardiana de ese espacio, no solo en el tiempo, sino también en la intromisión de la tecnología. Todos los días a las ocho u ocho y media de la noche dejo el teléfono en la cocina y no se toca hasta el día siguiente
—Tiempo de calidad.
—Exacto. Esos momentos familiares son muy lúdicos, de mucho juego, mucho mimo con los chicos… Eso me recarga de una energía muy positiva, que también me sirve también de muralla y de escudo para enfrentar la realidad de este país.
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