Viernes 26.5.2023
/Última actualización 14:58
En la habitación de José María Barrale se encuentran archivadas cada una de las joyas históricas, imágenes que llevan al pasado en sus diferentes épocas y lugares. Desde las primeras cosechadoras y tractores que captan la evolución de la industria agrícola. El coleccionista santafesino se ha transformado en una especie de guardián del pasado mediante la conservación de la folletería y maquinaria que lo convierte en un embajador de la historia agraria.
“Esto viene de mi niñez. Viví en el campo, nací muy cerquita de Colonia Castelar -departamento San Martín-, donde hice la escuela primaria y pueblo que visito constantemente”, contó en diálogo con este medio.
El amor por la maquinaria agrícola se remonta a sus primeros años de vida tras la fuerte relación con el campo. De la mano de su familia, a los 7 años comenzó con las visitas a diferentes exposiciones del sector. Y en esas recorridas floreció la pasión por recopilar folletos, una pasión que perdura hasta hoy y hace que el archivo personal llegue a los 14.000 volantes.
Folletos hechos museo
Barrale guarda en su casa una exposición inédita. La impresionante e inmensa biblioteca va rumbo a transformarse en museo. Es que a los 14.000 folletos de exhibición se le suma una galería con más de 150 cuadros que aggiornarán el espacio.
El coleccionista santafesino se ha transformado en una especie de guardián del pasado mediante la conservación de la folletería y maquinaria.¿Pero qué motiva a estos coleccionistas a buscar, intercambiar y preservar como un tesoro estos folletos? Barrale es claro en sus conceptos. El amor por la maquinaria agrícola y su deseo por conocer cada detalle de las mismas es la clave de todo. Los volantes son en sí una fuente de información valiosa para entender el paso del tiempo.
“La pasión por la folletería nació en 1972 en la Fiesta Nacional de la Cosechadora en San Vicente. Me acerqué a un stand de la fábrica Sensor y ese fue el primer folleto, el del modelo V3. Hoy lo conservo”, recuerda como punto de partida de su enamoramiento.
A su vez, el coleccionista destaca que encuentra cierta satisfacción especial en conservar la historia del agro. Las recopilaciones se transforman en la resurrección del pasado y, además, en una especie de homenaje para aquellos trabajadores del campo que hicieron posible el desarrollo de las actuales tecnologías. Por eso, entienden que cada folleto es un testimonio tangible de la innovación y progreso del sector.
Un sentido homenaje
Barrale logró fundar el Círculo de Coleccionistas de Folletos. Es que, como todo coleccionista, el entusiasmo pasa por compartir con sus pares cada reliquia. Pero hay algo que destaca de su recopilación. Una parte se la debe a dos personas que marcaron su vida: por un lado, Tadeo Buratovich, quien fuera director del Museo de Arequito y gran amigo. “Siempre me dijo que el día que no estuviera más en este mundo toda su muestra de folletos pasarían a mi poder. Y así fue, porque lamentablemente ya no está”.
El otro responsable de la magnitud de compilación fue Mariano Blangetti, otra gran influencia del coleccionista y de quien su familia dejó todo el archivo en sus manos. “Formé un grupo donde hoy somos unos 50 miembros que se llama Círculo de Coleccionistas de Folletos que lleva su nombre. Lo hice para rendirle homenaje a mi amigo”.
Literatura y pasión por la historia
En 2003 Barrale escribió un libro sobre la historia de las cosechadoras, la gran pasión de su vida. Fue un escrito inédito ya que no existía nada del estilo en el país, razón por la cual tuvo una fuerte repercusión a tal punto que el auspicio de la obra lo hizo una multinacional de maquinaria agrícola.
“Se tituló Reina Mecánica, donde logré rescatar el paso del tiempo de la cosechadora. Logré comprar algunas y otras me las donaron. Hoy tengo en mi haber 12 máquinas antiguas. El fin de todo esto era hacer un museo”, remarcó quien ya redactó Reina Mecánica II, aunque aún no fue lanzada al mercado.
El derrotero del coleccionista en el mundo literario continuó años después. Siete años más tarde, en 2010, la edición se volcó al maíz y los fabricantes de plataformas del cereal. “El maicero es un invento desarrollado en el país que luego fue distribuido por el resto del mundo”, destacó Barrale. Al escrito lo llamó Reyes del surco. Al poco tiempo, una gran sorpresa golpearía las puertas del coleccionista. “Me llegó una invitación para presentarlo en Francia, lugar donde se encuentra el museo más grande del mundo de maquinaria agrícola”.
A partir de allí todo cambió. El apasionado de la industria agrícola estableció un fuerte lazo, le donó una espigadora tirada a caballo que hasta ese entonces no lograban hallar por el mundo y en 2022 fue homenajeado en el país galo. “De ir a caballo a la escuela de Castelar de muy pequeño a esa muestra de afecto en Europa. Es algo que rescato y lo pienso todo el tiempo”, se enorgullece.
De origen santafesino, pero con destino entrerriano
Barrale manejó, desde el momento en el cual tuvo la intención de montar un museo, la idea de que el centro de la escena sea la ciudad de San Vicente, cuna de la cosechadora en el país. Sin embargo, por diversas razones logísticas “y de interés de quienes se encontraban allí” las ocho máquinas antiguas de su propiedad debieron ser retiradas del depósito en el cual se encontraban alojadas.
Fue así que el dueño del parque agrícola contactó rápidamente a unos conocidos de la provincia de Entre Ríos para ofrecerle la interesante propuesta.
“Tengo amigos de la Sociedad Rural de María Grande. Pensé en ellos porque tienen un museo de este estilo. Aceptaron automáticamente mi idea, se encargaron de toda la logística para el traslado hasta allí y hoy exponen las 12 cosechadoras mías”, contó. El final fue más espectacular aún. Barrale, aprovechando los contactos con Francia, hermanó a ambos museos, causa por la cual fue declarado ciudadano ilustre de María Grande.