En ese sentido, entras en juego una serie de factores:
-La clase de bebida. Las bebidas alcohólicas tienen diferente concentración de alcohol. No es lo mismo un vaso de cerveza que uno de whisky, aunque la cantidad de líquido sea la misma. Otra cosa a tener en cuenta es que el alcohol de las bebidas fermentadas (vino, cerveza) se absorbe más lentamente que el de las destiladas (whisky, gin).
-La rapidez con que se toma. Cuanto más rápido se bebe, mayor es la velocidad de absorción y la cantidad total de alcohol que pasa a la sangre. Por eso es recomendable tomar pausadamente e intercalar agua o bebidas sin alcohol entre cada trago.
-Si el estómago está lleno o vacío. Cuando se bebe sin haber comido y el tubo digestivo está vacío, la cantidad de alcohol que pasa a la sangre es mayor y lo hace de forma más rápida. Por eso, siempre hay que comer antes de beber alcohol.
-La edad. Las personas menores de 18 años y las mayores de 65 son más sensibles a los efectos del alcohol. Además, unos por inexpertos y los otros por veteranos, a esas edades no se tiene la mejor aptitud para conducir, con lo cual el agregado del alcohol aumenta la vulnerabilidad.
-El Género. El alcohol se procesa de forma distinta en varones y en mujeres: ellas pueden presentar tasas de alcoholemia más altas pese a haber tomado la misma cantidad que los varones, algo que se acentúa cuanto más jóvenes son.
-El peso. Una persona delgada puede tener una tasa de alcoholemia mayor a la de una persona robusta pese a haber bebido lo mismo.
-La hora del día. Cuando dormimos, la eliminación del alcohol es mucho más lenta que durante el día. Por eso, si antes de acostarte consumiste mucho alcohol es posible que a la mañana tu alcoholemia aún sea positiva. Dormir algunas horas no es suficiente para garantizar una conducción segura.