Domingo 5.7.2020
/Última actualización 16:56
Cuesta creer todo en la vida de Waldemar Victorino. Primero, de no hacer inferiores y debutar directamente como profesional a los 22 años, llegó a la cima del mundo con Nacional de Montevideo, su club. Y segundo, Colón lo trajo cuando estaba en la “B”, con 32 años y cuando hacía menos de cinco que había logrado todo lo que un jugador puede conseguir con un club.
Victorino fue el goleador de ese equipo que contaba en sus filas con Rodolfo Rodríguez en el arco; Moreira y Washington González en los laterales; “Cacho” Blanco y Hugo De León en la zaga; Arsenio Luzardo, Víctor Espárrago y Eduardo De la Peña en el mediocampo y acompañaban en el ataque, a Victorino, los punteros Bica y “Cascarilla” Morales. Fueron campeones de la Libertadores. En la Intercontinengal, se enfrentaron con el campeón de Europa, que era el Nottingham Forest. El equipo inglés, que era bicampeón europeo, venía además con un récord de 42 partidos sin ser derrotado. El desafío no era fácil pero Nacional tenía en sus filas a Victorino que emularía lo hecho por Artime en 1971. Hizo el gol y fue elegido el mejor jugador en Japón. Y por si esto fuera poco, el inolvidable Mundialito (contienda que reunió a todos los campeones del mundo, más Holanda), con goles del “Chifle” Barrios y una vez mas Waldemar Victorino, Uruguay derrotó por 2 a 1 a Brasil (el gol lo hizo Sócrates) y Uruguay fue campeón de ese torneo y Victorino goleador con tres conversiones. Ese jugador, ni más ni menos, fue el que Colón buscó a principios de 1985.
El Litoral El uruguayo salta para cabecear en el partido de la primera fecha, en un Centenario repleto de gente y expectativa, ante Deportivo Morón.El uruguayo salta para cabecear en el partido de la primera fecha, en un Centenario repleto de gente y expectativa, ante Deportivo Morón.Foto: El Litoral
—Para nosotros, una cosa impensada, Waldemar...
—Yo ya había jugado en el ‘84 en Newell’s y al año siguiente me voy a Colón. Ambos pasos fueron muy importantes en mi carrera. Me acuerdo de los paracaidistas antes del partido con Deportivo Morón. Fue el primer partido, había mucha expectativa. Yo pienso mucho en Santa Fe, allí me trataron muy bien, el argentino es una persona de bien, ha ganado mucho en lo deportivo pero es el argentino es muy afable.
—Pero insisto en lo inentendible que resultaba que un jugador como vos, con todo lo que habías logrado, terminaras en un club de la B de Argentina...
—Mirá, te voy a explicar algo: cuando terminó mi contrato con Newell’s, vino la gente de Colón y me preguntaron si quería jugar en el ascenso, si me animaba. Y les dije que no había problemas... A mí me gustaba, de chico, jugar en los equipos de barrio, en los torneos barriales. No se olviden que yo me hice profesional a los 22 años, nunca hice inferiores. Nunca fui a entrenar a un equipo de Primera. A los 22 años me llevó Progreso a la B de Uruguay y así comencé la carrera... Para mí, no era bajar de categoría el hecho de jugar en Colón en el ascenso argentino.
—¿Recién a los 22 años fuiste profesional?
—Sí, recién a los 22... Yo tengo un lema: si me preparo y me cuido, llego. Yo iba antes de los entrenamientos y me ponía a hacer dominio de pelota, luego venía el trabajo normal y después me quedaba a trabajar en definiciones. Eso lo hice desde que empecé hasta que me retiré en Perú en 1990. Todo lo que se hace en inferiores, lo hice de grande y de profesional. Y te cuento otra cosa importante...
—Nada viene de arriba, nada es gratis y querer es poder. Yo dejé todo... Los fines de semana iba a los bailes, hasta los 22 años, comía frito, gratis, me tomaba alguna copita. No era un bebedor empedernido pero algo me tomaba. Hasta que decidí dejar todo y hasta el día de hoy, con 68 años, sigo entrenando, día por medio.
El Litoral El grito de gol dibujado en el rostro de Victorino vistiendo la camiseta de Nacional con la que ganó todo lo que un jugador puede ganar en un club: torneo local, Libertadores e Intercontinental.El grito de gol dibujado en el rostro de Victorino vistiendo la camiseta de Nacional con la que ganó todo lo que un jugador puede ganar en un club: torneo local, Libertadores e Intercontinental.Foto: El Litoral
—¡Una barbaridad...! Es para imitar...
—Siempre entreno... Mi señora vé que algo me falta cuando llueve y no puedo entrenar, voy para un lado, para el otro, estoy inquieto...
—¡Me manda a hacer los mandados!.. Demoro dos o tres horas, porque me encuentro con viejos conocidos y me pongo a charlar. Toda mi vida viví en el Cerro de Montevideo, donde vivo ahora.
—¿Se acuerda del presidente de Colón de ese entonces, de Joaquín Peirotén?
—Tipo bárbaro don Joaquín, persona sensacional. En Argentina me trataron recontra bien. No sólo los dirigentes, sino mis compañeros y el pueblo argentino. Pasé momentos agradables.
—¿Fue un fracaso esa campaña?
—No lo llamaría fracaso, el campeonato lo tendríamos que haber ganado. Se dieron algunas cosas que no iban con el equipo que teníamos.
—Y... Muchas veces no se entrenaba bien... O mejor dicho, como yo estaba acostumbrado a entrenar jugando en Europa o en otros clubes. La cosa no iba. Teníamos un cuadrazo, un equipazo.
—Los entrendores dejaban hacer demasiado a los jugadores, por eso no progresábamos. Tendríamos que haber salido campeones de punta a punta. Había jugadores de enorme capacidad. Ese es uno de los deberes que me quedó en el debe. ¿Cómo con ese equipo de Colón no ascendimos?
—Cuesta creer porque había jugadores consagrados, de mucha experiencia, casi dos jugadores de buen nivel por puesto...
—O los jugadores se la creían mucho pero no ponían toda la capacidad al servicio del equipo o alguna otra cosa pasó. Vos podés festejar un resultado un día o dos, pero al tercer día hay que trabajar para el próximo partido. Los jugadores nos creíamos mucho cuando ganábamos un partido y al siguiente caíamos derrotados. La sumatoria de esas situaciones nos llevaron a una situación negativa... Pensamos que con los nombres íbamos a salir campeones.
—¿Cuál fue el 10 que mejor te abasteció?
—Varios... Marchetti en el Cágliari de Itgalia, tremendo jugador. En Nacional lo tuve a Eduardo De la Peña. Pero no sólo volantes, sino en otros puestos. Sin ser muy técnioco, yo era un jugador que aparecía cuando tenía que aparecer. Entraba y definía. Nunca pateé penales ni tiros libres, mis goles fueron todos de jugada. Para el corto tiempo que jugué, mi carrera fue excepcional. Salí campeón de todo.
—Me imagino que muchos punteros te facilitaban goles...
—Ya era mayor, se estaba por retirar, pero jugué con Julio César Morales en Nacional y con Alberto Bica. Y hay otros que no me vienen a la cabeza, que fueron importantísimos.
—¿Por qué jugabas con la muñeca vendada?
—Por cábala, me acostumbré y fue así toda mi carrera. Siempre le digo a mis hijos que cuando uno se propone algo, lo logra. No hay imposibles en la vida, el que dice que no puede hacer algo está derrotado antes de empezar y a eso nunca lo acepté.
—¿Hasta qué edad jugaste?
—Iba a cumplir 38 años... ¿Si hice dinero?, no se hacía mucho dinero en esa época. A mí me venían a buscar y no miraba ni qué equipo era ni tampoco lo que me iban a pagar. A mí me interesaba jugar al fútbol, porque es la pasión más grande. Nunca miré si era un equipo bueno o de nombre. Iba y me entregaba ciento por ciento.
—¿Qué pasó por tu cabeza cuando viste todo el movimiento en Montevideo en el partido del año pasado contra River?
—Yo les decía a mis amigos: “en esos equipos jugué yo”, porque jugué en Colón y en River. Fue una satisfacción enorme. Y la final de la Sudamericana se jugó como se tenía que jugar.
—Los jugadores de Colón dijeron que el club no estaba preparado para salir campeón...
—El jugador dice cosas de la boca para afuera... Somos seres humanos y Dios nos dio un privilegio: jugar al fútbol. A la final llegan los mejores, pero ahí la va a ganar el que tenga más suerte. A veces un equipo juega muy bien y gana el otro. El ser humano cuando se prepara para hacer una cosa, si quiere lograr algo, lo logra. Yo lo digo porque lo hice.
—¿Qué tienen los uruguayos que los diferencia del resto?
—Hay algo que tiene el jugador uruguayo que no lo tiene ningún otro jugador del mundo: no nos gusta perder a nada. Te vas solo con una pelota y me tiro con las dos piernas, con la cabeza, te muerdo los tobillos, pero no te vas. El argentino y el brasileño no hacen eso. Por no “trancarlo”, lo dejan pasar. Al uruguayo no le gusta perder.
—¿Cómo se explica el fenómeno Tabárez?
—Yo tengo discrepancias. No hay que endiosarlo. Ha sido un entrenador que nos llevó a todos los mundiales, pero tampoco nos vamos a pasar a otro extremo. ¿Qué ganó el Maestro Tabárez?, una sola Copa América. Y hace 15 años que está. Y tiene jugadores de calidad.
—Al menos ganaron algo, Waldemar. Nosotros estamos esperando eso desde hace 27 años...
—Está bien, pero fijáte que hace años que los uruguayos no ganamos una Copa Libertadores. No jugaremos tan bien al fútbol, pero si te vas al gol, no vas a pasar...
—Volviendo a Colón, ¿qué recuerdos te llevaste de Santa Fe?
—Los mejores, como te dije... Y otra cosa: cada vez que escucho la canción de Los Palmeras, la del sabalero, se me destruye el alma y lloro como un chico de emoción... Mi mujer me mira y me dice: “Waldemar, eso ya pasó, ya fue”... Pero para mí, es una alegría y una emoción inmensa... A todos mis amigos les digo: yo jugué en ese club.