El cordobés que metió goles y no paró de ganarse amigos
Llegó a Unión en el 88 de la mano de Alberto Violi y enseguida supo ganarse un lugar en aquél equipo que ascendió en el '89. Cordobés de pura cepa, le peleó a una cruel enfermedad con gran entereza. Tenía apenas 53 años.
El cordobés que metió goles y no paró de ganarse amigos
"Tengo un pibe, un cordobesito, que en Unión la va a 'romper'. Acordáte lo que te digo". La charla era con Alberto Violi, el hombre que luego de aquél descenso en la Bombonera ante Rácing de Córdoba, renovaba el crédito de la dirigencia para intentar el retorno a Primera. Llegaban figuras como Passucci, Castro y Echaniz, pero Violi -haciendo gala de su buen ojo para ver jugadores- apuntaba también a un desconocido como Dante Fernández, que con apenas 19 años aparecía en escena con su inconfundible tonada cordobesa, su guapeza adentro de la cancha y sus ganas de vivir y de triunfar.
Dante Fernández conquistó a la gente de Unión. A sus compañeros, a quiénes lo entrenaron, a los hinchas, a los dirigentes. Dante Fernández era un gran goleador, pero básicamente era un flor de tipo. Por eso hay tanta tristeza, por eso su muerte impacta no sólo porque Dios se lleva a una persona que con apenas 53 años todavía tenía mucho por vivir, sino por la cantidad sideral de amigos que supo cosechar.
El Flaco Zuccarelli lo quería tanto a Dante, que se lo llevó a Quilmes (allí se cansó de hacer goles y fue el máximo artillero de un campeonato en el ascenso) y después a Huracán Corrientes, cuando se fue de Unión. Era Violi el técnico (dirigió nueve partidos hasta que llegó el Flaco) cuando en la cuarta fecha, ante Belgrano en barrio Alberdi, convirtió el primer gol (2 a 1 ganó Unión ante Belgrano) y Dante comenzó a escribir esa historia de amor con Unión no exenta de momentos malos, como cuando le tocó descender en el 92 y cuando vivió aquella fea experiencia en La Tatenguita, previo al partido con Banfield.
Se quedó a vivir en Santa Fe, cosechó amigos por doquier, jamás abandonó la tonada cordobesa que lo caracterizó hasta el último de sus suspiros. A la enfermedad le dio batalla. Y jamás perdió su buen humor, algo que sumado a su interminable derroche de bondad le permitió ganarse el cariño y el respeto de todos, hasta de los mismos hinchas de Colón a los que siempre respetó.
Personalmente, recuerdo con mucha alegría una entrevista conjunta con el Poroto Saldaño, dos cordobeses portadores fieles de un humor sin final. Se lo extraña a Poroto, como se lo extrañará a Dante. Se fue físicamente un gran tipo que tuvo la particularidad de haber jugado bien al fútbol. Se lo quiso adentro de la cancha. Pero, lo más importante, se lo admiró afuera. Y es el mejor legado que le deja a quiénes hoy lloran sin consuelo su partida.
Gesto del club
La comisión directiva de Unión tomó la decisión de hacerse cargo de los gastos que demandó el sepelio de Dante Fernández, cuyos restos fueron inhumados esta tarde.