Poco después de las 18.30 del domingo pasado, Frank Darío Kudelka por fin pudo llegar a su casa. No había comido nada en todo el día. Estaba cansado y sólo quería estar tranquilo, con su familia. Ésa fue la manera que eligió para celebrar el triunfo en el clásico que se había producido pocas horas antes, contra los pronósticos de la mayoría.
El técnico de Unión habla pausado. Tal vez porque haya nacido en un pequeño pueblo como Freyre, en la provincia de Córdoba; o quizá porque prefiere elegir cuidadosamente cada una de sus palabras.
Asegura que ama el fútbol y que es un tipo feliz, más allá de un resultado deportivo puntual. Se considera un conductor, un líder de grupos. Lo hace ahora con el equipo que dirige. Lo hizo antes con otros equipos o con sus alumnos mientras ejerció la docencia como profesor de Educación Física en Lasalle o en el Colegio Inmaculada.
Nada fue sencillo para un hombre que no viene del riñón del fútbol. Es que resulta mucho más fácil llegar a dirigir un equipo para aquellos que alguna vez jugaron. Pero a pesar de todo lo logró.
Hubo momentos difíciles, como en 2003, cuando pensó en dejarlo todo y dedicarse de sólo a la docencia. Pero llegó una experiencia efímera en Patronato de Paraná y luego lo contrataron para dirigir Libertad de Sunchales: “Ahí logré hacerme fuerte en mi interior”, asegura.
Hoy sabe que “la gloria en el fútbol es efímera. Pasás de ídolo a villano en poco tiempo. Por eso trato de transitar mi vida de otra manera. Muchas veces se dicen cosas que no son ciertas, a favor o en contra, pero tampoco podés tapar una boca en cada esquina. Trato de tomarlo con el equilibrio que quiero para mi vida”.
¿Qué le dirías a los hinchas de Unión?
Primero, gracias al club por darme trabajo. Y luego, gracias porque ver mujeres, niños y hombres, llorando de alegría y emoción, son diez campeonatos ganados. Eso no me lo quita nadie. Y tengo la suerte de haberlo vivido dos veces en dos meses. No sabés la felicidad que me da ver a la gente feliz.
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