La charla breve, cercanía y un "tranqui, te fío": el kiosquero es protagonista de la rutina social
Un relevamiento mostró que siete de cada 10 argentinos compra todos los días en un kiosco. Y tres de cada 10 mantienen con su kiosquero charlas de forma habitual. Los compradores en su mayoría lo ven como alguien de confianza: hay una relación de cordialidad. Testimonios de la ciudad de Santa Fe.
La charla breve, cercanía y un "tranqui, te fío": el kiosquero es protagonista de la rutina social
Salís de tu casa y lo de siempre, en la calle y en vos. Antes de ir a tomarte el bondi para llegar al laburo hay una pausa obligada: el kiosco. Está ahí nomás, a cuadra y media de tu casa, camino hacia la parada. Juan, el kiosquero, te ve llegar y apresura su análisis futbolístico para contártelo en 20 segundos: el equipo de fútbol del cual ambos son hinchas había empatado la noche anterior. Juan es como un DT sin pizarra.
En esa breve charla, el calor abrasador de la mañana también se menciona, en una queja unísona. Juan te da los caramelos de menta y las galletitas que le comprás siempre, le quedás debiendo 10 pesos pero: "¡Tranqui, mañana me los pagás!", te dice. El saludo de despedida tiene más de amistoso que de una cordialidad forzada. Y vas a tomarte el colectivo, porque el reloj es el gran tirano de la modernidad.
La escena se repite en lo cotidiano de la gente común y silvestre, pese a los cambios tecnológicos, culturales y sociales del siglo XXI. Lo cierto es que la figura del kiosquero "resiste" y sigue siendo un eslabón clave en las relaciones interpersonales que ocurren con frecuencia en la vía pública. Pero, ¿cómo es ese vínculo del argentino promedio con su kiosquero?
Ésa y muchas otras preguntas fueron las disparadoras de un relevamiento realizado por una consultora privada, el el cual se establecieron algunos parámetros aproximativos no sólo en el tipo de vínculo entre compradores y kiosqueros, sino además en la frecuencia de visitas, las razones de compra -es decir, los tipos de consumo- y las readecuaciones que han hecho estos negocios para subsistir, como la incorporación de productos de despensa (maxi kioscos y drugstores, tal como se los conoce en Santa Fe).
"Una parte fundamental"
"El kiosco es una parte fundamental de la vida de los argentinos: 9 de cada 10 realizan compras en kioscos; siete de cada 10 lo hacen semanalmente y casi la mitad compra en kioscos 4 veces por semana o más (46%). Desde el 2018 aumentó levemente el número de compradores de kioscos: 89% en aquel año versus 93% a la fecha", dice el estudio de la consultora porteña Voices!.
El trabajo fue elaborado en febrero último sobre la base de 518 encuestas on line a personas de 16 años y más, en un radio nacional dividido entre el Interior del país, CABA y el Gran Buenos Aires.
Además, según este relevamiento, la relación entre compradores y kiosqueros está muy afianzada: "Siete de cada 10 argentinos acuden siempre al mismo kiosco. Tres de cada 10 encuestados declararon que pueden mantener con el kiosquero al que visitan más frecuentemente conversaciones básicas sobre el clima y los precios, y dos de cada 10 mencionan que pueden entablar también conversaciones sobre cuestiones más personales". El 14% de los consultados sobre el total de la muestra definió al kiosquero como "alguien de confianza con quien puede mantener largas charlas".
Aunque la compra de productos es la principal razón de visita, otros servicios llevan a posicionar a este canal de venta como multiservicio. "Los kioscos están cada vez más inmiscuidos en las compras cotidianas de los argentinos", asegura el estudio. Y si bien las golosinas, los chocolates, galletitas y bebidas sin alcohol (gaseosas) son los productos más solicitados en kioscos, desde 2018 a la fecha creció la adquisición de productos no tradicionales como lácteos y enseres de limpieza/cuidado personal.
El 14% de los consultados sobre el total de la muestra definió al kiosquero como "alguien de confianza y pudiendo mantener con él largas charlas", dice el relevamiento. La foto es sólo ilustrativa. Crédito: Archivo El Litoral / Guillermo Di Salvatore.
A ello se le suma un servicio de complementariedad: las cargas de la tarjeta SUBE (y del SEOM, en el caso de la ciudad de Santa Fe) y de crédito para los celulares, y las fotocopias o impresiones de DNI o de otros documentos: muchos kioscos (hoy la tendencia es maxi kiosco o local poli rubros) ofrecen todo esto, y resultan servicios de utilidad son de mucha utilidad para los clientes en el "salir del paso" ante un trámite a realizar de forma urgente, por caso.
"Hay charlas de más de 10 minutos"
El Litoral recogió algunos testimonios. Uno de ellos es el de Agustina (28 años), dueña de una despensa-kiosco desde hace cuatro años. La joven cuenta que el trato en general con los clientes es de amabilidad: "Siempre hay un 'hola cómo estás', 'cómo andan tus cosas'... Y tenemos charlas con los clientes conocidos y habituales, de larga duración en general, de 10 minutos, a veces más. Se habla de todo: del clima, de la situación del barrio, de los robos; incluso de las familias, de nuestros hijos, de nuestros padres", narra.
¿Existe todavía la vieja libreta para clientes conocidos?, fue otra de las preguntas: Agustina dijo que sí, pero claro: "La situación económica nos golpea a todos: Por ahí, cuando alguno de esos clientes no llega a pagar su compra, lo anoto en una libreta (un cuaderno), pero con el aviso de que el precio se determina en base a los precios de los productos y no respecto del monto original", dice.
Con todo, el cliente sabe que si se demora en abonar, porque el producto aumentó, también habrá un incremento en la libreta. "Es por la inflación. Los clientes entienden esto, porque como yo, también padecen la inflación sobre los precios y no tienen problemas. Pero siempre se habla previamente", aclara la joven vendedora.
Los jóvenes y la amabilidad
-¡Hola, Edu querido! Tengo un pálpito para mañana en la cancha…
-¡"Negrito"! ¿Cómo andás che? Bueno, veremos tu pálpito. ¿Llevás lo de siempre?
-Sí, lo de siempre. ¿Nos vemos en la cancha?
-Quizás nos veamos, creo que voy. ¡Andá con cuidado y portate bien, che!
-Dale Edu, ¡cuidate, nos vemos!
El diálogo existió entre un kiosquero de la ciudad, Eduardo, y un cliente habitual. Esa camaradería se alternaba con el resto de los compradores que entraban al local, a cargar la tarjeta para el interurbano, a pagar un servicio, a comprar galletitas. Algunos ni saludaban; quizás porque ese kiosco no es el típico de barrio, de cercanía, sino que es uno de los locales de la terminal de ómnibus, donde todo pasa rápido: la gente llega y se va.
Eduardo tiene 53 años y hace 21 que trabaja en la estación de micros local. "He visto todo acá en la terminal…" dice en tono de broma. Tiene la característica (o mejor, la virtud) de ser muy amable con todos los clientes, incluso con aquellos menos respetuosos. Y da algunas precisiones de cómo es el trato en general con la gente: "Quienes más saludan con cordialidad, con un hola, son los jóvenes. La gente grande ya casi no saluda, como que te quiere atropellar… El trato en general es relativo; hay respeto y no", le cuenta a El Litoral.
Sí, admitió que establece charlas eventuales con los clientes habituales, los que van seguido, todos los días. "¿De qué se habla? De fútbol. Trato de no entrar en temas por ahí medio que dividen, como la política o lo que pasa en la ciudad, ¿viste? Imaginate, más de 20 años laburando acá. Y la charla se da por decantación, sale naturalmente", explica Eduardo.
Confesionario detrás de una reja
¿Cambió la relación cliente-kiosquero respecto de hace unos años? ¿Hay más amabilidad respecto de años atrás, o hay menos respeto en el trato? "Para el kiosquero sí, pero el cambio es "para mal" y por una razón. A su criterio, "hace 10 años la gente tenía más plata en el bolsillo. Entonces llegaba al kiosco y compraba contenta, sin problemas. Hoy eso cambió: la gente no llega a fin de mes, y para comprar un alfajor necesita más de 300 pesos. Eso influye en los ánimos, y claro, en el trato también", da su opinión.
Marta tiene unos 70 años y desde toda la vida tiene una despensa, a la que claro, le sumó artículos de kiosco. "Esto a veces se vuelve un confesionario con los vecinos, aunque hablemos detrás de una reja, porque hoy por los robos tenemos todas las puertas enrejadas", bromea en su testimonio. Los vecinos de la cuadra y la manzana va a su local y charla, charla además de comprar.
"Hablamos de cómo están las familias, de algún conocido que falleció y nos enteramos por el diario… Creo que ese vínculo entre comerciante y cliente tan afectuoso nos ayuda y seguir adelante. Y el fiado les sirve a algunos a llegar a fin de mes. ¡Cómo no voy a fiarles!", dice. Pese al paso del tiempo, estas relaciones interpersonales que se dan en los kioscos siguen siendo un resorte anímico en el entramado social de los barrios santafesinos.