Niños con altas capacidades: dos historias de traspiés y de "renacer" al ser diagnosticados
Dos mamás, una Santa Fe y otra de Centeno, cuentan las experiencias con sus hijos. Las claves para reconocer qué les pasa, los problemas en la escuela y el camino hasta lograr entenderlos.
Niños con altas capacidades: dos historias de traspiés y de "renacer" al ser diagnosticados
María, 11 años, de la ciudad de Santa Fe, es una niña con "altas capacidades". Cuando empezó 1er grado ya sabía escribir y leer fluido oraciones y textos. Empezó a hablar a una edad muy temprana y de una manera "muy adulta"; tenía reflexiones que sorprendían y causaban gracia a su entorno. Su familia justificaba la precocidad de la pequeña María en el hecho de que estaba criada entre adultos.
Pero las risas y el asombro ante los avances prodigiosos se frenaron al inicio de su educación formal. "En 1ro y 2do grado empiezan los problemas porque es ahí donde comienzan a destacarse, a mostrarse distintos. Ellos entran a la escuela con toda su inocencia, sin filtro y cuando chocan, cuando les hacen bullying, no entienden qué les está pasando. Ella no entendía por qué, yo tampoco, dado que nunca había escuchado hablar de las altas capacidades", explica Silvia, quien reserva su apellido para preservar la identidad de la nena.
María forma parte del 15% de las niñas, niños y adolescentes "con capacidades excepcionales en una o más áreas del desarrollo o en una o más funciones cognitivas", según la definición más aceptada del término. Se trata de un tema del que poco se conoce y alrededor del cual orbitan muchos mitos.
Natalia Gorosito es referente en la provincia de Santa Fe de la Asociación de Altas Capacidades Argentina (AACArg). "Se estima que representan un 15% del total de la población infantil del país, a diferencia del 2% que estipula la Organización Mundial de la Salud (OMS) y que habla de 'superdotados', que es un concepto distinto", aclara la mujer, oriunda de Centeno. "Si tomamos unos 500 mil chicos escolarizados (entre nivel inicial y primaria), tendríamos que tener unos 75 mil chicos con altas capacidades que no están siendo detectados ni atendidos en las escuelas en estos momentos", calcula.
Natalia hace referencia al sistema educativo porque es allí donde los chicos y adolescentes necesitan acompañamiento para poder desarrollar todo su potencial, ya que empiezan a experimentar desmotivación, dificultades en la socialización, aburrimiento. A nivel familiar, también representan un desafío. La mayoría de los padres están desorientados, saben que su hijo es diferente y muchas veces se encuentran con profesionales que no están formados para reconocerlos o les dan un diagnóstico equivocado de asperger u otra condición.
Por eso, desde la AACArg se encargan de asesorar a las familias que sospechan que sus hijos pueden tener altas capacidades pero no saben cómo llegar a un diagnóstico, que es un proceso dificultoso. Para Natalia, el camino de apoyar a otros padres comenzó con su hijo L., hoy de 10 años, que desde muy chico hablaba clarito y con un vocabulario amplio. "Era muy tierno para nosotros; además de su parte emocional, se mostraba muy sensible pero nunca lo asociamos esto", cuenta.
Al igual que en el caso de María, con L. los problemas se manifestaron en la escolaridad primaria. "En los varones es más fácil ver que algo les pasa porque son más disruptivos; las nenas, en cambio, tratan de pertenecer al grupo. Al momento de estar con otras niñas 'tapan' su conocimiento o tratan simplemente de amoldarse, lo cual hace mucho más difícil de identificar", sostiene Natalia. Y añade: "En el caso de mi hijo, manifestó desmotivación y no querer ir a la escuela".
¿Qué le está pasando?
Silvia cuenta que el camino a descubrir que María tenía altas capacidades "fue largo y duro". En el medio, a pesar de que todos sostenían que "era una nena muy capaz" y "buena", tenía cuestiones como "de persona adulta, no se ubicaba en el lugar de niña; y yo quedaba como culpable de esa situación porque me decían que era por la educación que le daba en casa. Ella necesitaba entender el por qué de todo; me decían que no le dé tantas explicaciones y eso terminaba en una guerra campal con ella".
María tuvo siempre acompañamiento de una psicóloga que estaba admirada de cómo la niña afrontó el bullying escolar. "Nos recomendó el cambio a otra institución, donde lo que hizo mi hija fue esconderse, tratar de hacerse la que no sabía para disimular; la tarea la hacía para zafar. Logró hacer amigos, porque se escondió. Pero yo no la veía bien, tampoco estaba feliz", cuenta esta mamá de Santa Fe.
Desde la AACArg se encargan de asesorar a las familias que sospechan que sus hijos pueden tener altas capacidades pero no saben cómo llegar a un diagnóstico.
Luego, en 3er grado empezó con problemas con la docente, porque María preguntaba todo y la maestra se sentía desafiada. "Hubo un episodio feo, la vuelvo a cambiar de escuela, luego viene la pandemia y fue un oasis para nosotros porque al no tener que relacionarse con otros compañeros, volvió a su pasión por el saber, por la lectura, por las ciencias naturales; ahora está descubriendo que también le encanta la matemática", asegura. No obstante, agrega: "Cuando volvimos a la presencialidad, ella otra vez se despachó con todo lo que ella era y chocó de nuevo; volvía llorando".
"Una noche no podía ni dormir porque no me explicaba qué pasaba con mi hija -relata Silvia-. En Internet leo a las 4 am la historia de una nena, Paloma. Ella contaba su situación al ser superdotada. Identifico varias cuestiones y me contacto con Creaidea, que es de la Asociación Mensa, en Buenos Aires, una entidad que se ocupa de los niños intelectualmente dotados. Una psicóloga de ellos, le detecta a María indicadores de altas capacidades pero, como nos demoramos en el diagnóstico, emocionalmente está amedrentada. Cuando no se llega a tiempo, suele suceder esto".
"Al fin me entendés"
El informe de María, que lo recibió a los 11 años, en Córdoba -donde hay un equipo que se ocupa de las evaluaciones integrales-, dice que la niña "tiene un elevado nivel de comprensión verbal, se expresa con un vocabulario más adulto, que tiene potencial a desarrollar en sus talentos lógico-matemático; también que tiene habilidades en la parte kinestésica", describe Silvia. Y sostiene que aún le queda una segunda etapa de evaluación en Córdoba, mientras que a través del contacto con AACArg Santa Fe, María asiste a una psicóloga de Rafaela formada en la materia y que la está ayudando.
"A partir de que tuvimos el diagnóstico, le cambió la vida, porque estaba deprimida, se sentía rara. Saber qué pasa sirve para empezar a levantar su autoestima, sacar afuera fantasmas de por qué no la querían, por qué le gustan cosas que a otros chicos no", aduce.
"Desde entonces empezamos a manejar la cosa desde otro lugar y hoy me abraza y me dice 'mamá, al fin me entendés', porque era muy difícil la comunicación cuando yo no la entendía. Yo le decía por ejemplo: 'cómo puede ser que siendo tan inteligente no te guste la escuela'. Y claro hay un montón de razones: porque es repetitiva, porque los temas los conocía o los aprendía muy rápido, porque no le permitía socializar. Ya hablé con sus maestras de la escuela, creo que todo se va a acomodar", confía Silvia.
Un DNI nuevo
En el caso de L., su mamá Natalia decide ir a Buenos Aires a partir de enterarse de un caso similar al de su nene. "Yo no sabía qué era esto, pero sí que mi hijo requería un psicodiagnóstico: o tenía altas capacidades o tenía una discapacidad como hiperactividad, asperger, autismo; porque él era distinto", dice.
Quienes se dedican a hacer evaluación de los chicos con altas capacidades, analizan todas las destrezas en general, hacen un psicodiagnóstico para evaluar las distintas funciones cognitivas y emocionales. "Son entre 8 y 10 test. La Universidad de Córdoba tiene sus baterías que las crearon ellos mismos para cada edad. Incluso hay gente adulta que se hace los test porque al ver a sus hijos, reconocen en ellos su infancia, y ahí se redescubren", remarca Natalia.
Quienes se dedican a hacer evaluación de los chicos con altas capacidades, analizan todas las destrezas en general.
"A mi hijo lo hice evaluar a los 5 años, hoy tiene 10 -explica la mamá-. Yo digo que todo cambia con un diagnóstico, es como si te dieran un DNI nuevo; fue empezar a conocerse él mismo". Su hijo se daba cuenta de que no encajaba, pero no tiene problemas de adaptación social, juega con sus amigos. "Pero hay otros chicos que la sobreadaptación les cuesta y lo sufren en el físico, con alergias y dolor de panza a la hora de ir a clases", dice.
La integrante de la Asociación describe que muchos chicos con altas capacidades sienten distinto todo: los olores, los sabores; de una sola idea se van a mil ideas más, interconectan todo muy rápido. También son asincrónicos, "es decir, su cabeza piensa como una persona de 15 años y tiene 5. Entonces el mismo nene que hace 5 minutos explicaba la Ley de Newton, ahora está llorando porque le sacaron el chupetín; las áreas de desarrollo no van al mismo tiempo", asegura Natalia.
A la familia de L., el informe le sirvió para presentarlo en la escuela, con un pedido de atención a las necesidades educativas del nene. "Se busca una escuela inclusiva y se atiende las necesidades educativas especiales, pero no pasa lo mismo con los chicos con altas capacidades; no reciben atención y esto es por desconocimiento. Entonces nosotros tenemos que andar con papeles como abogadas por la vida para que nos escuchen", agrega Natalia.
Actualmente, su hijo recibe "una contención por fuera" de la escolaridad formal: hace cursos online de robótica y programación a distancia, de la Universidad Tecnológica Nacional de Resistencia. Para finalizar, la mamá asegura. "Si vos me preguntás si yo para mi hijo quiero que sea un neurocirujano o alguien reconocido, te diré que no quiero eso. Todos respondemos: 'que sean felices', buscamos su plenitud".