La nocturnidad, el gran tema político y social de Santa Fe que dividió aguas y abrió la polémica
Este año se aprobó la ordenanza que buscará ordenar las actividades recreativas de la noche. La ciudad salió de una emergencia nocturna que regía desde 2009. Colisión de intereses -derechos a la diversión, al descanso, a la inversión gastronómica-, ruidos, uso del espacio público y horarios: todo se debatió. Los hechos en el tiempo.
La nocturnidad, el gran tema político y social de Santa Fe que dividió aguas y abrió la polémica
Fue un 3 de marzo de 2022. En su discurso de apertura de sesiones ordinarias del Concejo Municipal, el intendente Emilio Jatón decía: "Después de 2 años muy duros en términos de crecimiento, ver que hay cada vez más gente en las calles, en los comercios, en los bares, es alentador. Queremos potenciar los beneficios de la economía nocturna en la ciudad. (...). No nos son ajenos los conflictos que se generan alrededor de esto. Como Estado tenemos que estar presente para que exista una sana convivencia entre quienes quieren disfrutar de la noche, quienes invierten en mejorar su oferta y generan empleo y entre quienes quieren descansar. Estamos trabajando en un plan de nocturnidad".
Éste fue el punto de partida de un largo y pedregoso proceso que vendría en el transcurso del 2022. Desde octubre del 2009 regía la emergencia nocturna en la ciudad, que se declaró por los serios problemas que se generaban con los locales bailables en la zona de Recoleta: ahora, con la nueva ordenanza de nocturnidad -que se aprobó en noviembre- esta situación extemporánea fue derogada.
Contexto: en todo este lapso histórico desde 2009 a la actualidad, cambiaron muchas, demasiadas cosas. Hubo una explosión de bares y restaurantes en la zona de entre bulevares, el centro, incluso Guadalupe; empezaron a funcionar locales que no estaban tipificados en las normas (los pubs), donde se ponía música y se bailaba. Los parlantes comenzaban a ponerse afuera, con música a alto volumen.
Más cerca en el tiempo, llegó la pandemia. Ahí se mostró cómo los nuevos jóvenes elegían divertirse, en un evidente cambio de hábitos sociales. La "previa" se hacía en una casa particular, para no gastar tanto; la ida a una "Clande" se organizaba vía Instagram (algo impensado en 2009). Los pibes ya no iban al boliche. La pandemia dejó esa enseñanza. Y en todo este contexto, los problemas ya habían empezado.
Los vecinos no podían ya dormir por los ruidos molestos que se generaban desde bares y pubs (los horarios de cierre tampoco se respetaban en todos los casos). El uso abusivo del espacio público, con mesas y sillas puestas en cualquier lugar u ocupando toda la vereda, sin posibilidad de paso para un particular. La higiene del entorno de muchos locales gastronómicos -sin caer en la generalización- era deficiente. Los paradores de la Costanera Este estiraban la noche hasta altas horas. Más quejas vecinales.
Y los parlantes seguían afuera de los locales, emitiendo la música tribal de la diversión a altos volúmenes. No había taxativamente un artículo que prohibiera esto; entonces, como todo lo que no está prohibido está jurídicamente permitido (uno de los principios ontológicos del Derecho), se dejaba hacer. Y aparecía la colisión de intereses: entre el derecho al goce de la diversión, el derecho al descanso y hasta el saludable derecho a invertir en emprendimientos gastronómicos para esta capital.
Audiencia pública
Varios meses pasaron hasta que el Ejecutivo empezó a dar señales de que estaba elaborando el proyecto de ordenanza que había anunciado el intendente Jatón. En rigor a la verdad se venía trabajando sobre la temática, a juzgar por los extensos argumentos del mensaje, con encuestas y datos estadísticos, que remitiría el Gobierno local al Concejo. Pero antes de ello, ocurrió algo histórico.
Se realizó una audiencia pública sobre nocturnidad en el Concejo. Allí, más de un centenar de expositores involucrados, entre ellos vecinalistas, dueños de bares y de boliches, empresarios gastronómicos, trabajadores de la noche (guardias de seguridad o mal llamados "patovicas"), músicos, DJs, referentes de los dos tradicionales clubes de bailanta, Villa Dora y República del Oeste, dieron sus aportes sobre cómo debía ser, según sus particulares criterios, la regulación de la nocturnidad en Santa Fe.
Hubo momentos de una lógica catarsis de los vecinos respecto de los ruidos molestos, y hasta climas de tensión, pero también ideas propositivas. Las juventudes se expresaron por más controles durante la noche; hicieron llamados de atención sobre actos discriminatorios en locales nocturnos, pidieron corredores seguros y líneas de colectivos exclusivas para llegar a la zona de boliches.
Además, surgieron las necesidades de los trabajadores de la nocturnidad, como los músicos que necesitan ser convocados a dar un recital, por ejemplo. Un bartender habló de un cambio de paradigma social: "La gente, los jóvenes, ya no salen a divertirse como hace 10 años". Tenía razón.
También hablaron los empresarios gastronómicos, dueños de bares y de boliches, que después de dos años de padecer como pudieron las restricciones de la pandemia por coronavirus, hoy todavía no están siquiera al ciento por ciento de sus actividades, según sus propias palabras.
Y finalmente, llegó el mensaje oficial del Ejecutivo para regular la noche. Llevaba como título "Ordenanza de Regulación del Esparcimiento", y estaba basado sobre tres ejes que surgieron del diagnóstico previo que se realizó sobre los conflictos de intereses que generan las actividades nocturnas: sonidos (ruidos molestos), horarios de cierre y uso y del espacio público.
Primero: se proponía, con relación a la figura de los bares o pubs, que puedan poner música en vivo y pista de baile: allí se permitirán dos aforos de hasta 80 y de hasta 200 personas (dependiendo de la capacidad del inmueble). Pero para que pudieran funcionar como tales, se los obligaba a la insonorización acústica. También, se establecía que estos locales tuvieran un decibelímetro interno y permanente.
Segundo: para las propuestas gastronómicas se establecían estrictos horarios de cierre durante la semana en la ocupación del espacio público (nada de mesas y sillas en las veredas hasta una determinada hora). Y para quienes hubieran hecho las inversiones de insonorización, podrían continuar poniendo música después de esa hora pero puertas adentro, hasta las 4.30 horas como tope. Los horarios de cierre para paradores, clubes de música con bailes, etcétera, eran muy estrictos.
Ya con el mensaje de nocturnidad leído, procesado (y comentado) por la sociedad santafesina, vino una veintena de rondas de consultas en el Concejo, reuniones entre los ediles de la ciudad y todos los actores involucrados con la nocturnidad: vecinalistas, bolicheros, dueños de los clubes, de bares y restós, y hasta expertos en sonido e insonorización. Claro: los ruidos molestos seguía siendo la piedra en el zapato dentro de un abanico de aristas que hacen a la regulación de las actividades recreativas nocturnas.
Sobre este punto, el Litoral entrevistó al Ing. Juan Fernández (UTN Santa Fe), experto en medición de sonidos. En esa oportunidad el experto decía que la insonorización acústica obligatoria (lo que proponía el municipio) como modo de evitar ruidos molestos a terceros "es viable"; pero "el problema es que los costos de insonorizar un local bailable son muy elevados", advertía.
Finalmente y luego de este largo y complejo proceso de debate público, el Concejo trató, en una sesión muy caldeada, con abstenciones y votos en contra en varios articulados, el despacho final que se logró, y así aprobó una nueva ordenanza que intentará regular todas las actividades de recreación nocturna en la ciudad de Santa Fe.
¿Qué dice esta norma? En primer lugar, no se impone la obligatoriedad de insonorización acústica para locales nocturnos que decidan poner música con opción de baile (a diferencia del mensaje original), sino que los titulares de estos inmuebles deben presentar un "informe de impacto acústico". De acuerdo a las conclusiones de dicho informe, el Ejecutivo determinará si deben realizarse o no obras de acondicionamiento acústico y vibratorio. Sí quedó como exigencia contar con dispositivos de monitoreo sonoro permanente, interno y externo.
Respecto de los horarios de cierre, para bares, restós, paradores de la Costanera Este y salones de fiesta, las horas se dividen por temporadas invernales y estivales: desde el 15 de marzo al 15 de noviembre, y del 15 de noviembre al 15 de marzo. Las horas de cierre se fijaron tanto para el uso de espacios internos como de patios abiertos y uso del espacio público. Y se "estiraron" un poco respecto de lo que proponía el proyecto original.
Los eventos públicos y privados quedaron clasificados según rangos de magnitud. Así, para "Grandes eventos", se deberá presentar una solicitud en la que realicen una descripción de espectáculo, y contemplará las previsiones de los organizadores sobre: aforo, protección contra la contaminación acústica, condiciones de seguridad interna y externa y de accesibilidad y movilidad, instalación de puntos violeta, limpieza del entorno y horarios de desarrollo del evento.
Para República del Oeste y Villa Dora, se establecieron regímenes de excepción para realizar en sus respectivas locaciones la actividad de bailes y música en vivo durante un período de cuatro años. Deberán presentar un informe de impacto acústico y, de acuerdo a las conclusiones, realizar obras o tomar medidas de acondicionamiento acústico. Sólo podrán hacer un baile por semana: esto no se cambió.
Finalmente, se dispusieron fuertes sanciones pecuniarias para quienes no respeten los alcances de la norma. Y se derogó la relocalización de boliches, incluida en un artículo en la ordenanza de declaración de emergencia (N° 11.622), proceso que dicho sea de paso nunca se terminó. Ahora, con la nueva ordenanza de nocturnidad, se aprobó un "plan de puesta en valor integral" de la zona de discotecas a la vera de la ruta 168.
También se derogaron varios artículos del Régimen de Infracciones y Penalidades (Nº 7.882); la vieja Ordenanza N° 9.139 (de Espectáculos Públicos), además de otras vetustas normas ahora también derogadas que versaban sobre la materia (las N° 9.140, 9.346 y 11.196).
Respecto de la medición de sonidos, quedaron vigentes dos ordenanzas: la Nº 9.623 (que establece niveles sonoros tope y horarios de medición con decibelímetros municipales); y también la ordenanza Nº 11.213, que fija una metodología de Medición de Ruidos Urbanos aplicando la Norma IRAM 4.062/88 sobre "Ruidos Molestos al Vecindario".
Qué vendrá
La nocturnidad fue, sin dudas, el principal tema de la agenda pública de la ciudad de Santa Fe durante el año 2022. Los interrogantes que quedan flotando en el aire son muchos: si la nueva norma efectivamente contribuirá a mejorar la convivencia ciudadana en la noche santafesina; si los vecinos podrán disfrutar del derecho al descanso, sin que el ruido molesto de un pub con música y baile los siga perturbando.
También, si el derecho al disfrute nocturno se garantizará con mayor seguridad y controles; o si las obras de insonorización acústica que eventualmente deba realizar el dueño de un local nocturno no atenten contra las posibilidades de inversión gastronómica que quiera ese emprendedor realizar (con la consecuente generación de empleo). Sólo el tiempo dirá si la ordenanza se convirtió (o no) en un dispositivo ordenador de la nocturnidad en la capital.