El Camino Viejo a Esperanza ¿o "el bulevar de los sueños rotos"?
El antiguo zanjón a cielo abierto del noroeste de la ciudad de Santa Fe iba a ser entubado para construir sobre el mismo una avenida. Sólo se concretaron 700 metros. El resto es hoy un camino de barro y pozos, casi intransitable, y un zanjón tapado de basura contaminante. El futuro, incierto.
El Camino Viejo a Esperanza ¿o "el bulevar de los sueños rotos"?
El Camino Viejo a Esperanza es esa suerte de vena suburbana que atraviesa de sur a norte los barrios del noroeste de Santa Fe. Se trata de la antigua ruta que conectaba la capital con Esperanza, antes de que se construyeran la avenida Blas Parera y, posteriormente, la Circunvalación Oeste. Es literalmente el camino viejo. Cuando dejó de ser una ruta con el transcurrir del tiempo pasó a ser una calle principal de acceso a todos los barrios de esa zona de la ciudad.
Crédito: Fernando Nicola
Junto al camino corre en paralelo un gran zanjón a cielo abierto por el que se escurren los excedentes pluviales de gran parte del norte de la ciudad, al igual que los “sueños” de sus habitantes. Es que un tramo de este zanjón fue entubado pero el resto no. La idea era continuarlo hasta su desembocadura en el reservorio, detrás del golf del Jockey Club, a la altura de calle Estado de Israel. El proyecto que planificó la Municipalidad de Santa Fe hace unos años atrás era construir sobre el nuevo suelo un gran bulevar con cantero central y ciclovía. Así, lo que se buscaba era urbanizar ese postergado sector de la capital provincial, en el que viven familias emergentes dedicadas en su gran mayoría a las changas o al trabajo informal.
La obra quedó a medio camino. Literal. Nunca mejor expresado. Hasta el año pasado se había entubado un tramo y se construyó también una parte de la avenida que hoy parece ser “el bulevar de los sueños rotos”, parafraseando a Joaquín Sabina, el lugar por donde se cruzan las esperanzas y las desilusiones de toda la barriada.
Desde el Municipio de Santa Fe utilizan un término específico para describir el estado de situación de ésta y del resto de las obras públicas financiadas por la Nación. “La obra está neutralizada”, dice Felipe Franco, secretario de Desarrollo Urbano y Gestión Hídrica. Léase obra paralizada, sin avance. “Y no sabemos si la decisión del gobierno nacional será volver a financiar estas obras o no”, agrega el funcionario. “Esta indefinición nos impide decidir si buscamos otro tipo de financiamiento o si seguimos esperando”.
Crédito: Fernando Nicola
La obra está inconclusa. Tan sólo se entubaron y se construyeron 700 metros del bulevar de doble carril, que tiene suelo de hormigón con desagües, cordón, iluminación led, y un cantero central con vegetación y árboles, con una ciclovía y senda peatonal. Es el tramo del camino -que se llama Menchaca- que va desde su intersección con calle Gorriti, al norte, hasta Larrea, al sur. La primera etapa de una obra que fue ideada por el Municipio y financiada por el gobierno nacional hace dos años atrás a través del programa Argentina Hace II.
Crédito: Mauricio Garín.
Urbanización
Esta primera etapa de obra beneficia a los barrios 20 de Junio, Santo Domingo, Juana Azurduy, Juventud del Norte y Loyola Sur, que tienen calles de tierra con zanjas a cielo abierto, las que a veces son de barro y tienen pozos, por lo que se vuelven intransitables. A ambos costados de estas calles internas se levantan muchas de las casas del Movimiento Los Sin Techo (LST), que antes eran ranchos.
Crédito: Fernando Nicola
“Acá vinimos a vivir cuando no había nada”, cuenta Mario, uno de los vecinos más antiguos del lugar. “De a poco se fueron levantando las casitas, gracias al cura Rosso (Atilio, LST). A la gente se le dio dignidad, porque acá vivíamos en ranchos”, dice. En la zona todavía hay terrenos baldíos. La llegada de la infraestructura urbana permitiría luego poblarlos en una zona segura, sin riesgo hídrico, a donde puede crecer la ciudad.
Crédito: Mauricio Garín.
La idea del Municipio era terminar el bulevar sobre calle Menchaca para que puedan acceder a los barrios los servicios como el transporte público, la seguridad y la sanidad, entre otros. Y más tarde avanzar con otros proyectos urbanísticos, dotando a cada barrio con iluminación, pavimentación y demás obras de infraestructura. Pero nada de eso hay hoy en estos barrios. Porque las obras iniciales no se terminaron. O bien sólo se terminaron las primeras etapas.
“Teníamos mucha alegría y esperanza con la concreción de esta obra”, dice “El Colo” José Luis Zalazar, desde el movimiento LST. “El bulevar uniría a todos los barrios de toda la zona, pero quedó inconclusa”, agrega. “¿Esto qué implica para los pobres?”, se pregunta luego, y se contesta: “Significa el desánimo, la desesperanza, el fracaso, al saber que se empieza otra obra que es para nosotros y no se termina”.
“Esta desesperanza, el saber que no llega la luz, el agua, el mejorado, las casitas, bloquea la autoestima de la gente”, dice Zalazar. “Esto se había anunciado con bombos y platillos, pero es otro fracaso para la marginalidad porque, como decía Atilio Rosso, hay que empezar y hay que terminar las obras. Así que estamos tristes”.
Basura
Lo que hay y mucho en toda esta zona del noroeste de la ciudad es basura. Mucha basura. Hay microbasurales en varias esquinas y, sobre todo, adentro del zanjón, junto al Camino Viejo. Ese zanjón está tapiado con bolsas de residuos apiladas unas sobre otras. Y el olor es nauseabundo. Los perros hurguetean en las bolsas en busca de algún alimento, las rompen, las abren y se escabullen con algo para meterse adentro.
Crédito: Mauricio Garín.
Muchos de los vecinos de esta zona de la ciudad subsisten gracias a la recolección informal y el reciclado de la basura que otros tiran. Y muchas veces son esos mismos vecinos del lugar quienes descartan la basura en el zanjón. Residuos que durante las lluvias intensas impiden el escurrimiento y terminan inundando sus hogares, además del mal olor cotidiano y la contaminación ambiental que generan. Mientras que otro tanto de basura llega desde otros barrios a través de los desagües pluviales que allí desembocan al reservorio.
Crédito: Mauricio Garín.
En la zona funciona una cooperativa de cartoneros y un poco más al sur se había comenzado a construir un gran galpón para otro proyecto similar. Pero, al igual que el “bulevar de los sueños rotos”, con el recorte nacional de la obra pública decidido desde diciembre por el presidente Javier Milei, todo quedó en el abandono.
Crédito: Mauricio Garín.
“Nosotros nos encargábamos de limpiar toda esta basura, trabajábamos en una cooperativa”, dice Valeria Osuna, una vecina del barrio. “Pero desde que ganó el nuevo presidente nos quedamos sin trabajo y ya no limpiamos más las calles”, cuenta al pasar caminando. “Nos metíamos en el barrio y no quedaba nada de basura acá -señala el microbasural de la esquina que forman Menchaca y Espora-, pero ahora nos quitaron el plan y nos quedamos sin nada”, cuenta. “La cuadrilla ya no existe más -se lamenta-, sólo queda la copa de leche en el barrio. Pero la gente está re abandonada, cuando llueve las calles están intransitables y no entran ni las ambulancias”, se queja, antes de continuar su paso por la calle de tierra llena de pozos bajo una tenue llovizna que lo pinta todo un poco más gris.
A medio hacer
El año pasado fue la última vez que limpiaron el zanjón. Llegaron operarios con máquinas brazo largo hasta la altura de Menchaca y Risso, a donde se había iniciado la segunda etapa de la obra de entubado del Camino Viejo. Cada vez que las máquinas retiran la basura tirada allí sacan de las alcantarillas casi 20 camiones cargados. La limpieza de este canal facilita la salida del agua de la Gran Cuenca Flores. Son cerca de 800 hectáreas de ciudad en las que habitan unos 80.000 vecinos.
Crédito: Mauricio Garín.
La segunda etapa de la obra era parte de un plan histórico de tareas hídricas financiadas por el Ministerio de Obras Públicas de la Nación. El plan era ejecutado por la Unión Transitoria de Empresas que resultó adjudicataria, conformada por Mundo Construcciones S.A. y Ángel Boscarino Construcciones S.A. Consistía en el entubado del Camino Viejo desde el desagüe Espora, en Estanislao Zeballos, hasta la calle Larrea, donde había terminado la etapa 1, para mejorar la situación hídrica de toda la Cuenca Flores. Iba a beneficiar a más de 70.000 vecinos de manera directa y 55.400 indirectamente, ya que alcanzaría a habitantes de los barrios Transporte, Belgrano, Pompeya, San José, Las Flores, 21 de Octubre, San Martín, Scarafía, El Tránsito, Juana Azurduy, Juventud del Norte, Santo Domingo y Las Lomas.
Crédito: Mauricio Garín.
La obra quedó a medio hacer. Sólo se entubó el zanjón en el tramo comprendido entre las calles Estanislao Zeballos y Estado de Israel, a donde vuelca al reservorio. Son apenas dos cuadras. Esto fue parte de la obra hídrica del denominado desagüe Espora. Queda pendiente el entubado del zanjón desde la intersección con Estado de Israel hasta Ayacucho.
Crédito: Mauricio Garín.
En este tramo en el que todavía perdura el viejo zanjón hay gran cantidad de basura. En la alcantarilla a la altura de calle Espora toda esa basura y más basura tapa el zanjón y se hace difícil respirar. Un poco más al norte, a donde desemboca el desagüe a cielo abierto que viaja junto a calle Risso se construyó un puente. Debajo del mismo y en toda la zona lo que abunda es la basura y más basura. Mientras tanto, el Camino Viejo a Esperanza -o bulevar Menchaca- sigue siendo el “bulevar de los sueños rotos”. Y en el Municipio siguen esperando alguna señal desde la Nación para saber si ésta, al igual que el resto de las obras públicas que financiaban en la ciudad, tendrá continuidad y alguna vez se terminará.