Lunes 5.10.2020
/Última actualización 11:23
Desde que comenzó la crisis sanitaria por el coronavirus, los gobiernos crearon comités de expertos. Tomaron casi como verdades reveladas las recomendaciones y proyecciones de médicos, virólogos, epidemiólogos, científicos. Hubo métricas con cuadros explicativos sobre los movimientos de la "curva", variables nuevas para medir los contagios, proyecciones que de momentos desconcertaban. A siete meses del inicio de la pandemia, la crisis sanitaria parece seguir siendo eminentemente médica. Las decisiones llegaron, siguen llegando: abrir y cerrar, habilitar y prohibir. Pero detrás de cada determinación estatal está "la gente", entendida como categoría social e individual.
Entonces, vale decir que la cuestión de la pandemia no es sólo médica: es también social, porque cada una de esas decisiones afecta directamente los comportamientos sociales. Y así aparecen, de lo singular-subjetivo, estados psicológicos de negación ("esto no está pasando") o de proyección (atribuir a otras personas culpabilidades o defectos). Además, la tensión permanente de la idea de muerte que potencia el miedo y la angustia, estados preexistentes a la pandemia: ese miedo innato siempre está (que acaso nace con la vida humana); y la ansiosa esperanza de que "la vacuna ya llega, ya llega, ya llega".
Y de lo social-general, también aparecen reacciones: las marchas "anticuarentena" como peligrosas representaciones simbólicas (sumando al riesgo comunitario de más contagios por aglomeraciones humanas), o el negacionismo en la "quemas de barbijos" frente al Obelisco. ¿Y los mensajes oficiales? ¿Qué efectos puede tener uso de metáforas bélicas para aludir al virus ("es una batalla contra un enemigo invisible", "tenemos que seguir luchando") y "comunicar" la pandemia?
"Hay que empezar a pensar en términos de comunidad ante algo que nos afecta a todos", le dice a El Litoral Iván Fina, psicólogo, psicoanalista e investigador. El especialista integra un equipo de trabajo interdisciplinario de la Universidad de Tres de Febrero (Untref). En ese equipo trabaja con el reconocido sociólogo Daniel Feierstein (investigador del Conicet, profesor de la Untref y UBA, autor de varios libros). Ambos, desde sus disciplinas, tratan de explicar (y ayudar a entender) qué está dejando la pandemia en términos de comportamientos sociales.
Internet Las expresiones negacionistas como la quema de barbijos , el 7 de septiembre pasado en el Obelisco, no son nuevas. También ocurrieron en otros países.Las expresiones negacionistas como la "quema de barbijos", el 7 de septiembre pasado en el Obelisco, no son nuevas. También ocurrieron en otros países. Foto: Internet
Las Sociales cobran dimensión
-En cada decisión respecto de la pandemia están directamente involucrados los comportamientos sociales de miles de personas de las distintas regiones del país. ¿Se olvidaron de la sociología y de la psicología los tomadores de decisiones?
-Entiendo que hay una dificultad muy grande producto de que los tomadores de decisiones de los Estados tienen que vérselas con algo que es novedoso, inédito. Ya con eso, hay una complejidad extra para lo cual sirven de poco las experiencias anteriores. Sí, podría haber salido mejor (la "administración" de la pandemia); pero al mismo tiempo pongo el atenuante de que no es fácil tomar determinaciones frente a una situación tan excepcional como el coronavirus.
Dicho esto, creo que hubiera sido muy importante poder darle lugar a las distintas ciencias sociales desde un primer momento. El abordaje interdisciplinario es algo que militamos desde siempre, y más aún en una situación como ésta en la que se mezclan cuestiones médico-epidemiológicas, pero también psicológicas y sociológicas, y cuestiones singulares (individuales) y sociales (generales). Pensar la relación entre lo social y lo singular es un desafío importante que tenemos.
Entiendo que la pandemia se abordó desde el inicio como un problema estrictamente médico, dándole prioridad al discurso médico. Lo cual tiene su lógica también, porque primero hay que preservar la vida "orgánica" de la ciudadanía. Pero ahora cobran dimensión las ciencias sociales, porque en definitiva estamos hablando de comportamientos sociales.
-Desde los mensajes oficiales se apeló (y aún se apela) a la metáfora del discurso bélico. "Es una batalla contra un enemigo invisible, el virus". "Vamos a luchar con todas la armas". "Los agentes sanitarios están en la trinchera, hay que cuidarlos". Este efecto de sentido discursivo, ¿pudo generar algún efecto negativo en la población y en sus comportamientos?
-No hay modo de medir efectos positivos o negativos en la gente. Pero la metáfora bélica es riesgosa. Entiendo que pudo haber sido lógico en una primera reacción, al principio, para poder "situar" a ese "enemigo invisible" que es el virus. Si se piensa desde un determinado punto de vista, al que considero cuestionable, lo bélico también genera comunidad: es decir, si hay un enemigo (el coronavirus) estamos "todos nosotros juntos para combatirlo". Ahora bien, ir por ese lado es muy riesgoso, porque no se sabe hasta dónde alcanza la significación de la metáfora.
Ocurre que de tomar al virus como "enemigo", podés pasar rápidamente a tomar como enemigo al que no se pone el barbijo, por ejemplo. La metáfora bélica lleva implícita la noción de enfrentamiento. Los efectos no se pueden aseverar, pero sí calcular ciertos riesgos.
Además, no hay dudas de que este tipo de metáfora es la que tenemos más a mano, la primera que aparece. ¿Por qué será así? Será un punto para reflexionar al mediano o largo plazo. Quizás si tirás una significación en el mensaje tan fuerte, te puede llevar a otra época muy terrible (por ejemplo, la Guerra de Malvinas). Entonces, hacés un nexo entre pandemia, guerra, los ingleses y sus marines. Ahí encontrás un caldo de cultivo para encontrar un enemigo concreto. Con eses mensaje bélico agitás otras cosas que, insisto, son riesgosas.
Archivo El LitoralFina es rosarino, psicológo, psicoanalista e investigador de la Universidad Tres de Febrero (Untref). Trabaja junto a otros colegas en un equipo interdisciplinario. Es también militante de los derechos humanos.
Pensar en términos de comunidad
-A nivel de lo singular-individual, ¿cómo operan los mecanismos de defensa psíquicos frente al Covid-19 y qué impactos tienen en las personas?
-Hay un estado de tensión que ya se da desde el primer momento de la pandemia. Porque la muerte, o la idea consciente de ésta, psíquicamente ya actúa como "posibilidad" latente. Ese fantasma está en la determinación de toda una serie de cuestiones, sin dudas en las acciones y conductas de las personas.
Respecto de la negación, debo hacer una diferenciación entre lo singular y lo social. Y diferencio la negación (algo esperable en una persona frente a esta emergencia sanitaria) y el negacionismo: son cosas distintas. Esto es, debemos distinguir lo que sucede a nivel psíquico en una persona (que se niega a creer en la existencia de pandemia, siguiendo el mecanismo de defensa) de lo que son ciertas acciones sociales en donde empiezan a intervenir otros factores más allá de lo psíquico. Yo no creo que sea producto de la negación psíquica que haya gente que salga a quemar barbijos: eso es negacionismo. Ahí también factores políticos, intereses de determinados sectores y sistemas de representación.
(N.del R.: el fenómeno negacionista no es nuevo, y ha tenido expresiones en otros países donde se realizaron marchas multitudinarias de personas que no sólo estaban contra de un determinado partido gobernante, sino que además negaban la existencia del virus. Hubo movilizaciones en Europa contra el uso del barbijo, bajo argumento de que "no permite respirar bien", por ejemplo.)
-Pero, ¿vamos hacia la "aceptación" del actual estado de cosas?
-No sé si es una expresión de deseo, pero quisiera creer que algo de esto opera (la aceptación social de una pandemia sin antecedentes históricos). Más allá de eso, pienso que hay que dejar de confiar en cuestiones que supuestamente se dan automáticamente, en esa idea de que "tal cosa no será necesaria que la haga yo", porque "la va a hacer el otro": es necesario que empecemos a pensar en términos de comunidad, en que esto no es algo que hay que vivenciar como aquello que "me pueda afectar a mí del otro", sino también en "lo que de mí puede afectar a ese otro".
Es todo un desafío pensar desde esa lógica de comunidad, pero creo que esta idea es el lugar en el que debemos posicionarnos. No sería bueno caer en la culpabilización de unos u otros (aquellos que no respetan las normas o incluso los que se infectan, por caso), pero a esto hay que diferenciarlo de la responsabilidad. Y en este sentido, sí: cada uno de nosotros con nuestras acciones somos responsables del estado general de la situación. Ahí hay algo que se decide en lo singular y que no pasa sin solución de continuidad a lo social, pero tampoco es cuestión de: "No me importa la conducta mía". Lógicamente que sí importa y mucho. La lógica de los cuidados es muy valiosa.
Sobre la "inmunidad del cagazo": "No creo que sirva generar miedo"
-El investigador Roberto Echenique desarrolló la idea de la "inmunidad del cagazo (susto)". Esto es: en España e Italia, el temor ante la escalada muertes hizo que en esos países la gente volviera a confinarse, y así el virus dejó de diseminarse. El miedo social frenó los contagios, pero hubo rebrotes. ¿Está de acuerdo con esa idea?
-No me parece que la línea sea la producción de un discurso destinado a producir miedo. Es riesgoso. Acá se trata de construir comunidad, insisto. Pero además, el miedo está y opera de por sí, acaso la angustia, y es lo que explica en todo caso la presencia de mecanismos de defensa como puede ser la negación.
Vuelvo sobre la idea de la muerte: ya está per se, y es en contra de esa sensación (la posibilidad de la muerte) por la cual se monta psíquicamente la negación, en términos de lo singular-subjetivo. La angustia opera y está, y me parece problemático incentivar esa "inmunidad". Con el susto se llega a una presencia más "real" de la idea de muerte, que tiene una incidencia más concreta en la psiquis. Entonces, no podemos confiar en esa inmunidad del susto. Hay que apelar a los cuidados, a la idea de comunidad, a la responsabilidad.