Domingo 5.3.2023
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A Sergio Sergi se lo recuerda sobre todo por sus grabados oscuros, satíricos y ácidos. Y por un hecho que tiene más que ver con el universo de la publicidad: este artista italiano, por encargo del francés Lucien Achille Mauzan, para quien trabajaba, fue el creador de la popular cabeza de Geniol, un icono de la publicidad desde hace casi un siglo, y parte de la cultura popular. Pero se conoce mucho menos que este grabador y dibujante estuvo radicado durante varios años en la ciudad de Santa Fe, trabajó como restaurador de obras en el Museo Rosa Galisteo de Rodríguez, realizó un dibujo que fue tapa de Diario El Litoral y hasta pintó un retrato de uno de los santafesinos más destacados del siglo XX: el historiador, escritor, profesor, y arqueólogo Agustín Zapata Gollán.
Archivo El LitoralSergi -al igual que otro gran artista que recordamos en este espacio y que dejó su huella en Santa Fe como Juan Cingolani- nació en Italia. Concretamente en Trieste, cuando aún era parte del Imperio Austrohúngaro. Su nombre completo era Sergio Ludovico Cristian Hocevar, aunque en sus obras utilizó el de Sergio Sergi. Los primeros 30 años de su vida los pasó en el continente europeo y esto le otorgó la posibilidad de obtener una formación sólida, en espacios como la Escuela de Artes Gráficas de Viena. El dibujo, el grabado y la fotografía formaron parte del cúmulo de conocimientos que adquirió en ese entonces.
Foto: Archivo El LitoralA finales de julio de 1914, estalló la Primera Guerra Mundial. Sergi atravesó ese conflicto en las filas del Imperio Austrohúngaro. “La guerra fue para mí una experiencia terrible y cortó mi carrera; en ese sentido fue una pausa obligatoria a los 18 años cuando me estaba formando artísticamente. A pesar de ello mantuve un ideal frente a la plástica, pero poco después se vino abajo. A los 15 años tuve conciencia de mi vocación. Elegí el camino pero no la meta, que es inalcanzable en arte. El camino fue largo y fatigoso. Tuve la oportunidad de ver a los hombres al desnudo: durante la guerra nadie tiene tiempo de hacer comedias. Me vi obligado a revisar la educación que recibí y traté de rechazar todo lo falso que se me había enseñado”, expresó en una entrevista realizada en julio de 1969. Publicada en Los Andes, Mendoza, en las ediciones del 27 de junio de 1987 y del 20 de junio de 1993; y en Hocevar, Sergio (1994) Sergio Sergi. Obra Xilográfica completa y testimonios. Mendoza.
Foto: Archivo El LitoralEn 1927, con 31 años, Sergi desembarcó en la Argentina y se quedó durante algún tiempo en Buenos Aires. En la capital argentina, tuvo una posibilidad única: exhibió en Amigos del Arte, un espacio que era sensible a las vanguardias plásticas de la época. El nombre de Sergio Sergi quedó, de esta forma, asociado a los de Emilio Pettoruti y Xul Solar, considerados pioneros dentro de la vanguardia argentina. En esta etapa se desempeñó como empleado de la agencia Mauzan, donde concibió la mencionada cabeza de Geniol. Un dato de color: el farmacéutico Héctor Mainero, de Rafaela, colecciona precisamente esas “cabezas”, que generaron en su momento un boom publicitario.
Zapata Gollán según Sergi. Foto: Archivo El LitoralSi bien su trabajo estaba influido por las vanguardias, con las que había tomado contacto en Trieste y en Viena, también estudió la obra de Francisco de Goya y Honoré Daumier (prolífico caricaturista, pintor, ilustrador, grabador, dibujante y escultor francés de la época realista) y profundizó en el grabado satírico-político. En 1929 se instaló en Santa Fe y estableció una significativa relación con el ambiente artístico de la capital provincial. Su desempeño fue como profesor de dibujo y grabado pero también como restaurador de obras del Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez de Santa Fe, en donde se había radicado en 1929. Participó a su vez en la fundación de la Escuela de Artes Plásticas, de la cual fue su primer director.
Foto: Archivo El LitoralEn Santa Fe, además de los museos, atesoran obras suyas las pinacotecas de la Escuela Normal y del Museo Etnográfico. A principios de la década de 1943, Sergi se trasladó a Mendoza donde se incorporó en calidad de docente a la Academia de Bellas Artes. Con el tiempo, se convirtió en vicedirector de la institución y sumó a sus pergaminos la docencia en la Universidad Nacional de Cuyo. En esa ciudad murió, en 1973.
Foto: Archivo El LitoralSegún consta en la página web de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL, “desde su primera exposición en Trieste en 1919, realizó exposiciones internacionales en ciudades italianas como Gorizia, Udine, Milán, Padua, Florencia y en la Bienal de Venecia. Participó de la Exposición Internacional de Río de Janeiro de 1922 y en la de París en 1926. Representó a nuestro país en las Exposiciones Internacionales de Litógrafos y Xilógrafos organizadas por The Art Institute of Chicago. En la Argentina expuso en numerosas ciudades desde 1927 hasta 1967”.
Aunque tanteó la escultura y la pintura, su obra más significativa estuvo vinculada al grabado, en particular la xilografía. Sus grabados, de acuerdo a la bibliografía consultada, se dividen en retratos, más bien realistas y escenas, en las cuales predomina el expresionismo.
Foto: Archivo El Litoral“Me confieso impulsivo; sigo mis instintos que son caprichosos, y no tengo método ni disciplina alguna. Soy un disconforme conmigo mismo, me siento fracasado y hubiera querido ser más y mejor. Ahora, en la etapa descendente de mi vida, cansado, me siento fuera de la órbita que rige y dirige la plástica; me siento distante. Creo, a pesar de todo, en el arte. A mi juicio se deben respetar todas las tendencias, pero el único “ismo” es el “artismo”: hacer con arte. La invención de los “ismos” que han invadido últimamente el arte, me hace suponer que está en decadencia, pues no son más que sarampión de moda. Por eso a un joven de 20 años le diría que sigas sus inclinaciones, y que pregunte menos y observe más”, aseguró en la mencionada entrevista publicada en Los Andes.
Foto: Archivo El Litoral“Un artista cuya obra es imposible de mirar con indiferencia, sea por la acidez de sus críticas, por el ingenio de su invención, o la maestría de su oficio”. Así lo definió la curadora María José Herrera, en una nota publicada por Télam en 2019. Quizás en este punto radica la vigencia de su obra, a medio siglo de su fallecimiento.