Domingo 26.2.2023
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Aunque llegó a Santa Fe recién a la edad de 50 años, Juan Cingolani puede considerarse uno de los habitantes ilustres de la ciudad en el siglo XX. Es que este italiano, que abrazó su vocación pictórica a los 11 años en su San Egidio natal, forjó una obra riquísima, que influyó decisivamente en el ambiente artístico local. Entre sus trabajos, cabe resaltar los frescos de la bóveda de la iglesia de Nuestra Señora del Carmen; los medallones del mismo templo y del convento de San Francisco; las obras en la iglesia de Santo Domingo y la tela de la Virgen de los Milagros en la iglesia de los padres jesuitas.
Foto: Archivo El LitoralNacido en una modesta familia campesina en la provincia italiana de Macerata, en 1859, a muy temprana edad dibujaba y coloreaba con trozos de carbón y mezclas de pinturas, pese a no contar con una educación formal en estas áreas. A los 15 años consiguió una beca del Consejo Provincial de Macerata para seguir cursos en la Academia de Bellas Artes de Perugia, donde se recibió de profesor. En 1880 llegó a Roma donde frecuentó distintos cursos. Allí tomó contacto con monseñor Nazareno Marzolini quien lo orientó hacia la pintura religiosa y lo presentó al profesor Zeitz, junto a quien trabajó en la restauración de los frescos de la Capilla Sixtina.
"Cabeza de cardenal". Foto: Archivo El LitoralCingolani realizó además retratos de los papas León XIII y Pio X y de los cardenales Schiaffino, Moceni, Flaward y Sempratovich. De hecho, fue considerado como uno los mejores retratistas de su tiempo. Uno de sus trabajos más famosos fue “Torquato Tasso en la Academia de los Cadenatti” que se halla en Macerata. En 1903 fue designado miembro de la Real Academia de Bellas Artes de Perugia.
"Cabeza de académico". Foto: Archivo El LitoralCon 50 años, en 1909, llegó a Santa Fe. Catalina Pistone afirma que “razones sentimentales, familiares y afectos explican el cambio de ambiente, de otro modo inconcebible”, aunque también existen otras versiones. Lo cierto es que se radica en Santa Fe, donde un hermano suyo poseía una empresa comercial, dedicada sobre todo a la venta de vino.
"Autorretrato". Foto: Archivo El LitoralCingolani contribuyó al desarrollo del patrimonio artístico de la ciudad: desplegó importantes obras junto a Francisco Marinaro, fundó su propia academia y realizó frescos con motivos religiosos. Su cuadro más importante (según los especialistas) es “La escena del Sudor Milagroso”. Es un óleo sobre tela encargado por el Padre Simó en 1918 a fin de representar el momento del milagro ocurrido en Santa Fe.
Foto: Archivo El Litoral“Cingolani utilizó los recursos propios de su formación académica en Europa para dar a la escena apariencia de realidad: el empleo de óleo sobre tela, el claroscuro, la perspectiva y la descripción detallada de la arquitectura. Respondiendo al impulso romántico de desmesura y expresión de sentimientos, eligió el momento más dramático, elaborando una escena de casi cuarenta personajes con características individuales, en la que se reúnen simbólicamente todos los sectores sociales de la ciudad colonial”, señala el portal web de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la UNL.
Foto: Archivo El LitoralCingolani pintó también el Camarín de la Virgen de Guadalupe, hoy desaparecido. Y su obra se puede ver también en la bóveda y medallones del Convento de Santo Domingo y en la bóveda central de la Iglesia del Carmen. Su legado está integrado a su vez por obras de caballete y retratos que integran el patrimonio de museos y colecciones particulares. Durante su última época se dedicó a paisajes con imágenes de más libre pronunciamientos. Falleció en Santa Fe el 23 de abril de 1932.
Foto: Archivo El Litoral“El arte de Cingolani descolla por su amplio sentido decorativo. Nacido y educado en un ambiente de constante frecuencia con maestros universales de la pintura, dedicó todos sus esfuerzos a imitarlos en lo que éstos tenían de valentía en la concepción, de fuego y de ardor en el manejo seguro del pincel, de noble equilibrio en las manos y austera obediencia a los principios de la técnica”, escribió Horacio Caillet-Bois en El Litoral, el sábado 12 de septiembre de 1936.