Jueves 7.11.2024
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El director de cine español Francisco Regueiro afirmó en una oportunidad: “Zurbarán tiene mucho que ver con esa plástica de Castilla la Vieja, tan simple, tan sencilla, que juega con tan pocos elementos. Eso tiene mucho que ver con Bresson, que yo adoro; estoy seguro que Bresson, como director y como pintor, seguro que ama a Zurbarán. Es imposible que este director no tenga una relación muy directa con Zurbarán”.
Este cruce intertextual entre el pintor Francisco de Zurbarán, nacido el 7 de noviembre de 1598 hace 426 años y el cine, expresión artística que alcanzó su cumbre durante el siglo XX demuestra la vigencia que tiene este artista, quien ocupa un lugar destacado en el olimpo de grandes maestros del Siglo de Oro español y que es un referente indiscutido del barroco.
Museo del PradoLa producción y estilo de Zurbarán lo ubican, dentro de la historia del arte, como uno de los grandes pintores de la vida monástica y, en paralelo, como un gestor muy hábil de escenas religiosas, repletas de misticismo. Ejemplos de esto son “Agnus dei”, “Crucificado”, “Virgen de las Nubes”, “San Serapio” y “San Francisco de Asís en éxtasis”.
También ocupa un lugar destacado la obra titulada “San Francisco en meditación”, que integra el patrimonio del Museo Nacional de Bellas Artes de Buenos Aires, donde ingresó en 1977. Cuadro que, en palabras de la especialista María Cristina Serventi, “constituye un claro exponente de la vertiente más característica de la pintura de Zurbarán: la representación de monjes y santos en composiciones severas, con formas monumentales”.
Museo del LouvreEs cierto que la figura de Zurbarán quedó, en parte, eclipsada por figuras como Velázquez, Murillo o Ribera, pero hace tiempo existe consenso respecto a su condición de genio de la pintura española. Su obra está vinculada a los ideales religiosos de la Contrarreforma. Como señala Corina Yoris Villasana, “es considerado el pintor más representativo de los monasterios y se convierte uno de los ejecutores del programa teológico de la Contrarreforma. Sus cuadros religiosos están impregnados de un gran misticismo; incluso, hay analistas de su obra que señalan que, en sus obras de otros géneros, como es el caso de los bodegones, puede apreciarse ese hálito místico que lo caracteriza”. Y que representa una de las cualidades más distintivas de su estilo.
El sevillano representó a través de sus cuadros la devoción religiosa. Lo hizo con sencillez y austeridad, sin recurrir a la teatralidad o a la grandilocuencia, presentes en otras corrientes de la época. El Museo del Prado lo describe “el gran pintor de la vida monástica que él expresa con un realismo candoroso, y una extrema sencillez. Nadie como él ha sabido traducir con tanta precisión y exactitud los diversos hábitos conventuales”. Esto se observa en sus retratos de monjes y eremitas, donde cada detalle adquiere un valor simbólico, donde la luz y la composición derivan en una atmósfera de devoción.
Academia de San FernandoZurbarán fue un seguidor del estilo de Caravaggio, que dominó la pintura española en la primera mitad del siglo XVII. Esta gravitación se verifica en su tratamiento dramático de la luz y sombra y en el realismo con que representa las figuras humanas. Para la citada María Cristina Serventi, “entre los integrantes de la llamada 'generación de los grandes maestros', es decir, los pintores nacidos hacia 1590 y 1610, fue un seguidor personalísimo de la línea naturalista caravaggista”. Pero Zurbarán logró un sello personal, a partir de la mixtura entre técnica y espiritualidad.
Un aspecto clave de la obra de Zurbarán es la aparente sencillez para trabajar complejos. Ana Echeverría Arístegui sostiene que su secreto radica justamente allí, “en su habilidad para sacralizar lo cotidiano, que sintoniza muy bien con la mentalidad de los ascetas del Siglo de Oro. Es el momento de 'hallar a Dios en todas las cosas', como predica Ignacio de Loyola, un Dios que anda 'entre los pucheros y las ollas', como escribe Teresa de Jesús”. Este poder para hallar lo sagrado en lo mundano le permitió crear composiciones de gran resonancia espiritual.
Museo Nacional de Bellas ArtesUn ejemplo claro de esta “sacralización de lo cotidiano” son sus bodegones. En ellos, objetos cotidianos como el pan, la fruta o los utensilios de cocina se convierten en símbolos de la presencia divina, de la relación entre lo mundano y lo espiritual.
Zurbarán dedicó gran parte de su carrera a pintar escenas religiosas, especialmente de la vida monástica. Entre sus obras más conocidas se destacan los retratos de monjes y eremitas, donde pudo transmitir la austeridad y la piedad con gran realismo. Es el caso “Misa del padre Cabañuelas”, “Fray Diego de Orgaz ahuyentando las tentaciones”, “Fray Andrés de Salmerón confortado por Cristo” y “Fray Martín de Vizcaya repartiendo limosna”. El Museo del Prado indica que “Zurbarán es, por supuesto, el gran pintor de la vida monástica que él expresa con un realismo candoroso, y una extrema sencillez. Nadie como él ha sabido traducir con tanta precisión y exactitud los diversos hábitos conventuales. Sus retratos de monjes son de una veracidad impresionante y con escasos elementos sabe expresar los más intensos éxtasis místicos.
Museo del PradoA pesar de que Zurbarán no fue tan apreciado en vida como otros pintores de su tiempo, su obra fue reivindicada posteriormente, y hoy es considerado uno de los grandes genios de la pintura barroca. J. M. Sadurní, en su artículo Francisco de Zurbarán, el genio del barroco hispano, sostiene que “su figura artística fue reivindicada tras su fallecimiento y, a pesar de no ser tan apreciado como su colega Murillo, su nombre traspasó las fronteras de España y hoy en día es uno de los pintores más reconocidos a nivel mundial”.