La analista del mercado ganadero María Julia Aiassa trazó un pormenorizado diagnóstico del sector durante 2022, en el que demuestra el fuerte retraso del negocio y anticipa grandes desafíos para el año entrante.
Tanto en el mostrador como en el mercado ganadero, los precios terminan el año con fuertes pérdidas frente a la inflación.
La analista del mercado ganadero María Julia Aiassa trazó un pormenorizado diagnóstico del sector durante 2022, en el que demuestra el fuerte retraso del negocio y anticipa grandes desafíos para el año entrante.
En los primeros ocho meses del año los precios de exportación para la carne vacuna resultaron superiores a los registrados en 2021, con un récord de USD 6.300 en promedio para la tonelada durante abril, un 55% superior al registrado un año atrás. Pero a partir del segundo trimestre, el escenario comenzó a tornarse complejo para la exportación, especialmente por la debilidad que comenzaba a acusar la demanda europea y a la que posteriormente se sumara China.
De acuerdo a los datos de exportación de noviembre, el precio promedio de la tonelada exportada se ubica actualmente en USD 4.200, unos UDS 2.100 menos respecto de aquel máximo alcanzado en abril y casi un tercio menos de lo conseguido un año atrás.
Pero a pesar del contexto, los volúmenes embarcados se mantuvieron firmes y le ha permitido a la industria frigorífica sostener los volúmenes de actividad durante 2022, en medio de una fuerte escalada en materia de costos operación y estructura. La faena, de enero a noviembre, alcanzó los 12,3 millones de cabezas, marcando un crecimiento del 3,7% interanual.
En este contexto de mayor oferta y una demanda debilitada, los precios de la carne vacuna -en especial durante el segundo semestre del año- han estado marcando incrementos muy inferiores a la inflación. De acuerdo al relevamiento de precios minoristas que realiza el IPCVA (Instituto de Promoción de Carne Vacuna Argentina), en los últimos 12 meses los precios de los distintos cortes de carne vacuna registraron una suba 56,6% anual que, comparado con un aumento del Índice de Precios al Consumidor (IPC) que publica el INDEC -el cual a noviembre mostraba una suba del 92,4% interanual- marca un retraso de casi 36 puntos porcentuales contra la inflación.
Es precisamente este techo que impone el consumo el que termina trasladándose al valor de la hacienda en pie. El precio promedio de las distintas categorías comercializadas en el Mercado de Cañuelas en los últimos 12 meses -a noviembre- este indicador (IGMAG) subió apenas un 35,7%, menos de la mitad de lo que registraba el Índice de Precios Internos Mayoristas (IPIM) elaborado por el INDEC, que para el mismo período subió 87,7% interanual.
Dentro de este promedio general, el precio del gordo es el que mayor retraso relativo presenta. Habiendo marcado en noviembre un promedio general para la categoría de $300 el kilo, medido en pesos constantes -ajustados por IPIM- refleja una pérdida real de más de un 30% interanual.
Esta pérdida de valor del gordo, sumado al fuerte incremento que exhibe el precio del maíz (95% interanual), resultan detonantes para el engorde a corral que, aun con un nivel de ocupación relativamente alto para la época del año, llega a fin de año perdiendo a razón de $20.000 por animal engordado, sin contar aun impuestos ni intereses.
Por su parte, el ternero, tomando como referencia el Índice ROSGAN llega a fin de año marcando $366,37 el kilo, que comparado con el nivel de precios registrados un año atrás medido a valores hoy, representa una pérdida real del 43% interanual. Esto indica que, aun con una reposición barata en términos relativos, el feedlot no logra revertir su ecuación sin una adecuación del precio del gordo, la cual, como todos los años se esperaba para estas fechas, pero dada la situación en la que se encuentra el consumo, difícilmente llegue a plasmarse en la magnitud requerida.
No obstante en la relación de compra-venta de la hacienda, uno de los mayores desafíos para el feedlot lo impone la escasez del grano forrajero para los primeros meses del año. La seca imperante en gran parte de la zona núcleo agrícola no solo ha retraído fuertemente el área sembrada de maíces tempranos, sino que también ya ha deteriorado significativamente los rendimientos esperados, estimándose a la fecha una caída cercana a los 6 millones de toneladas anuales.