Lunes 9.8.2021
/Última actualización 19:14
No lo entiendo. No entiendo nada. El tipo se paró ahí, delante de su familia, delante de los directivos del Barcelona, delante de sus compañeros y de la prensa, y se largó a llorar. Lloró como un niño. ¿Cómo el profesional más grande no puede contener ese llanto? Su rostro transfigurado, el pañuelo empapado, la voz quebrada. Y detrás de su llanto el de millones al otro lado de la pantalla. Un día Messi se fue del Barsa, se fue llorando, y nos hizo lagrimear a todos.
El fútbol es un gran negocio. Está todo digitado. El anuncio de Lionel Messi estaba pautado. No sorprendió a nadie. Sin embargo nos sucede esto. Me asombro de mi emoción. Reniego de ella. Pero no puedo. Porque me puede.
Messi corre detrás de la pelota como un perro obsesionado por la esponja de lavar los platos. No le importa otra cosa, no le importa que lo derriben, no se queda en el suelo, se levanta y sigue hasta depositar ese objeto redondo y blanco contra una red. La definición pertenece a Hernán Casciari y es la que más me gusta. Y es eso, quizá, lo que conmueve. Ver al niño que juega, no al millonario más grande de un gran negocio.
Por ello las lágrimas de Messi no se explican, no se entienden. Y yo no entiendo nada. Reniego de mi llanto. Y no lo puedo explicar. Como un niño.