Jueves 10.10.2024
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Partido de potrero. O más que eso. El partido se jugó en un terreno totalmente desnaturalizado y a pesar de que al partido lo empezó ganando desde muy temprano, le costó muchísimo hacer pie en una cancha con mucha agua, donde la pelota se frenaba y era imposible ponerla contra el piso. Argentina lo intentó en el arranque, cuando apareció Lo Celso por el costado derecho y lo intentaron junto con De Paul y Enzo Fernández, que se pararon como una dupla de volantes centrales, completando Almada el mediocampo de cuatro hombres para abastecer de juego a Messi y Julián Álvarez, algo que casi nunca pudo lograrse.
El gol tempranero de Otamendi, aprovechando una desafortunada jugada de los venezolanos ya que un tiro libre de Messi desde un costado fue rechazado con los puños por el arquero Romo, rebotó en un compañero y le quedó la pelota servida a Otamendi para que la empuje al fondo del arco. Fue la única diferencia a favor de la selección, que luego sufrió en parte el trámite porque Venezuela lo fue arrinconando contra el arco de Rulli.
Sin dudas que Scaloni pensó un partido que no se dio. El mediocampo que armó fue para jugar. Podría haber apostado, por ejemplo, por un jugador como Paredes. Sin embargo, paró un 4-4-2 bien definido, con dos volantes ofensivos por afuera como Lo Celso y Almada, más dos volantes con juego por adentro como Enzo y De Paul. La pelota se frenaba por la exagerada acumulación de agua en una cancha sin ningún drenaje. Y se convirtió en lo ya apuntado: un partido de potrero en el que estaba prohibido equivocarse.
Venezuela se adaptó mejor y fue empujado por su gente a pesar de que fue perdiendo el partido desde el principio. Apareció allí la figura de Pezzella, que fue lo mejor – individualmente hablando – que tuvo la selección. Algunos problemas de Molina en la marca de Soteldo, mucho trabajo en la dupla Pezzella-Otamendi para marcar a Rondón, buena respuesta de Rulli en líneas generales y varias jugadas que fueron peligrosas pero que los venezolanos no pudieron aprovechar.
Messi entró muy poco en juego, apenas para las jugadas de pelota quieta y algún que otro toque de primera. Pero no fue un problema de Messi, ni tampoco de Julián Alvarez – su compañero de ataque – sino de un partido que fue incómodo para una selección que se preparó y se mentalizó para algo que no pudo hacer: jugar al fútbol.
Algo mejoró el segundo tiempo. Por empezar, la cancha permitió que se juegue un poquito más. Poquito, es cierto, pero suficiente para que el partido tenga más atractivos. Batista metió a Cádiz, un centrodelantero para que vaya por el medio con Rondón. Era para que Scaloni pensara – y máxime con el marcador a favor - en agregar un central para que no jueguen Otamendi y Pezzella mano a mano con los dos “9” venezolanos. No lo hizo mientras el partido estaba 1 a 0. Lo concretó cuando Venezuela llegó al empate. La jugada arrancó en un engaño de Soteldo ante la marca de Montiel (que había entrado en el entretiempo por Almada, pasando Molina al medio y Lo Celso a la izquierda), llegó el centro perfecto y Rondón le ganó a Pezzella para meter un cabezazo tremendo que dejó sin chances al bueno de Rulli, que antes había sacado un cabezazo abajo estupendo.
El empate fue merecido
Convengamos algo: el empate estaba bien. Venezuela no merecía ir perdiendo el partido y Argentina había aprovechado una jugada desafortunada para el local y así llegó al gol. Levantó Messi en el segundo tiempo, hubo más encuentros y se jugó algo de lo que seguramente había pretendido Scaloni en la idea inicial.
El entrenador argentino demoró ese cambio que parecía “cantado”, cuando puso a Balerdi para que los centrales no jueguen mano a mano con los dos centrodelanteros locales. Y después, apostó por Lautaro y Paredes en la parte final, por Julián y Enzo Fernández. Se hizo más abierto el partido, aunque en los dos equipos priorizaba el temor a una equivocación, a una pelota que quedara detenida por el agua.
“No era el partido que habíamos preparado y tuvimos que hacer algo que también podemos hacer, que es luchar y pelear. Pero no porque quisimos sino porque la cancha nos obligó”, dijo Messi luego del partido. Y así fue. Nunca se sabe, porque el contexto no se dio como Argentina lo esperó. A veces, el fútbol tiene estas cosas, que son los imponderables ajenos al juego mismo. Puede ser el intenso calor en algunas oportunidades o, como ocurrió con Venezuela, un campo de juego lleno de agua, inundado en algunos sectores y que era imposible si la pretensión inicial partía desde la premisa de poner la pelota contra el piso y hacerla correr.
Daba la impresión de que había otras cuestiones aconsejables, como apostar antes a jugadores que estén más aptos a jugar en una cancha así. Incluso, la poca actividad de Messi en el primer tiempo también exigía, al menos, que se piense en el provecho de mantenerlo en la cancha. En el segundo tiempo levantó, se nota que no está mal desde lo físico aunque viene dosificando bastante en el Inter. Tuvo un mano a mano que definió de zurda y le tapó el arquero, además de haber metido un par de pelotas profundas y el armado de algunas jugadas en las que se desafió no sólo al rival sino a ese campo de juego que hacía imposible el buen juego.
¿Era para jugar el partido?, quizás no, si se piensa en el espectáculo. Pero no había demasiadas alternativas, posiblemente la única habría sido la de esperar 24 horas. Evidentemente, el drenaje del campo de juego es pésimo y ese fue el principal motivo por el que el agua se quedó estacionada allí, sin provocar barro pero impidiendo que la pelota corra con normalidad. Justamente eso, normalidad, fue lo que no tuvo el partido.