Con empleo pero pobres: la compleja ecuación que atraviesa el 30 % de la población argentina
Un mercado heterogéneo donde conviven distintas modalidades laborales; el flagelo de la inflación, y la necesidad de generar, en una mesa de diálogo capitaneada por el Estado, políticas que favorezcan el trabajo y la producción, en esta entrevista.
Con empleo pero pobres: la compleja ecuación que atraviesa el 30 % de la población argentina
"A 20 años de la salida de la crisis de la convertibilidad: dos décadas de segmentación laboral, deterioro de las ocupaciones y la pobreza en la Argentina urbana". Este es el nombre del último documento elaborado por el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina, que profundiza en las dificultades de la población para insertarse en el mundo del trabajo formal y el deterioro de su poder adquisitivo, con el resultado de una categoría que se fue consolidando en las últimas décadas: la del trabajador y la trabajadora pobre.
El Litoral dialogó con Eduardo Donza, sociólogo especializado en empleo y desigualdad social e investigador del organismo, para analizar algunos de los datos que revela el informe.
- ¿Desde cuando estamos asumiendo como una categoría económica la situación de personas que tienen un trabajo formal pero son pobres?
- Empieza fuertemente desde hace unos años. Por supuesto que las cosas existen independientemente de que las nombremos, y a veces nos olvidamos de eso. Pero cuando empezamos a estudiarlas en el ámbito académico, comienzan a tener más contundencia.
Uno de los objetivos de nuestro trabajo en el Observatorio de la Deuda Social es evidenciar los problemas que tiene la población. En ese sentido, esta situación rompe la lógica que tenemos los argentinos acerca de que si una persona desocupada consigue un trabajo, ella y su familia van a estar mejor. Otros indicadores marcan que también se rompe la movilidad social ascendente, esa que establece que los hijos están mejor que sus padres y los padres, mejor que los abuelos: sigue existiendo la movilidad pero no es automática.
Es algo que empezamos a medir hace poco, a partir de que la capacidad de compra real que tienen los trabajadores se ve muy mellada, sobre todo por la inflación y el aumento de precios tan acelerado y generalizado: hablamos del 7 % de inflación mensual, pero muchas veces los alimentos y bebidas están por arriba de esa cifra y han llegado al 10 %.
Cuando medimos este fenómeno, encontramos que el 30 % del total de trabajadores ocupados viven en hogares en situación de pobreza, y si se analiza el grupo de los más precarizados, es más del 50 %.
"Tiene que tener mucha humildad el que llega para reconocer que solo no puede", señala Eduardo Donza para referirse al rol que deberá tener el próximo gobierno.
- ¿Esto resignifica el concepto de trabajo, que era visto como la garantía de salir de la condición de pobre?
- El trabajo es lo que nos diferencia de los animales, es una actividad eminentemente humana que tiene un fin determinado de generar un bien o un servicio, y a través de la historia de la humanidad tomó diferentes formatos. Estamos acostumbrados y hasta extrañamos el trabajo en relación de dependencia, protegido, en un esquema "fordista", como se suele llamar cuando alguien entra en una gran fábrica, puede seguir ahí toda su vida y con ese ingreso puede vivir toda su familia.
Ese esquema se rompió más o menos a partir del '90, pero no solamente por cuestiones que nos ocurrieron a nosotros y a un gobierno determinado, sino que cambió también la lógica de producción y hay una nueva reubicación del trabajo. Por supuesto que no es una transición a ninguna otra situación, sino que conviven, y más en países como el nuestro, diferentes formatos de trabajo con distintos cumplimientos de legislación y modalidades.
Entonces el mercado de trabajo es, cada vez, más heterogéneo. Cuando lo queremos medir con los parámetros tradicionales de empleo registrado o decente en terminología de la Organización Internacional de Trabajo, vemos que una gran cantidad de trabajadores quedan por afuera, y ahí se genera una tensión. Tengamos en cuenta también que, según definiciones y cálculos nuestros, hay un 23% de trabajadores que están en la economía social o economía popular, que tuvieron que darse una organización, ya sea por trabajos por cuenta propia o en cooperativas. Vemos ahí cómo la estructura productiva no genera los puestos de trabajo suficientes, y entonces hay que arreglarse y organizarse a nivel personal, familiar o en cooperativas que son de producción, de consumo y, algunas, focalizadas en la fabricación de alimentos; puede ser en la casa de una persona, en un establecimiento, o en la calle directamente.
Las políticas públicas tienen que estar cubriendo todas esas posibilidades. Que ya no son un trayecto, una transición que recorren o sufren (según cómo se lo vea) los trabajadores, sino que van a estar mucho tiempo o toda su vida laboral en esa situación.
Por otro lado tenemos trabajos que son vistos como exitosos, que pueden realizarse para el exterior, sobre todo desarrolladores de sistemas. Es este fenómeno que fue denominado por algunos como economía "barrani", es decir, una economía en negro pero de calidad. Entonces, puede ocurrir que una persona que trabaja para el exterior y recibe acá una parte del salario en dólares, y buena parte del salario se lo depositan afuera, tiene niveles de ingresos muy elevados a nivel local e internacional. Por supuesto que son pocos casos, pero se van diversificando los formatos de trabajo. Y ahí está el esfuerzo que tienen que tener las instituciones del Estado para proteger a los más desprotegidos.
"La inflación es el principal flagelo", advierten desde la Uca, y se siente con más fuerte en alimentos y bebidas.
- Hablamos de un mercado laboral que se viene reconfigurando desde los años '90 pero hay hechos coyunturales que impactaron en el mundo del trabajo: uno global como la crisis sanitaria por Covid-19, y otro coyuntural y local. En nuestro país, ¿qué pesó más, el efecto de la pandemia o el efecto de la inflación?
- El flagelo más importante actual es la inflación. Es un efecto totalmente diferente uno del otro, pero el que persistió, el que persiste y el más difícil de superar es la inflación.
- ¿Cuál es el panorama a futuro? Porque es un alto porcentaje de personas que con su trabajo no llega a cubrir las necesidades básicas.
- En el futuro cercano la perspectiva es continuar con la misma situación o un leve agravamiento. Si a mediano y largo plazo no hacemos cosas diferentes, vamos a seguir igual. Esto de que "si hacés las mismas cosas vas a tener los mismos resultados" se cumple también aquí donde ya tenemos una tercera generación, que es el 20 %, de núcleo duro de la pobreza no solo medida por ingresos: son personas sin habilidades laborales y con niveles educativos formales extremadamente bajos, que no lo hacen elegible como para un puesto de trabajo de calidad en el caso de que éste aparezca.
Entonces, tendríamos que centralizar los esfuerzos en generar políticas de Estado que apunten a la producción y al trabajo. Y esto tiene que incluir no solamente al sistema político sino también al resto de los agentes de la producción y el trabajo. No pueden estar por afuera los empresarios, porque los empleadores son los generadores de los puestos de trabajo privado. Tienen que estar los formadores de precios, los sindicatos y también las organizaciones de base por el sector de economía popular; y el sistema de ciencia y tecnología con las universidades, el Conicet, el Inta, el Inti, la tecnología industrial, porque tenemos que producir más. Si no logramos producir más, generar más riqueza, no vamos a salir nunca.
Los problemas que tenemos, como el de la balanza comercial y la falta de dólares, no son nuevos; son los mismos que nunca solucionamos. Este tema ya había sido identificado por el economista (Marcelo) Diamand, que lo estudió en la década del 70. Hay que tener muy en cuenta que ninguno de los últimos gobiernos los pudo solucionar independientemente de la orientación política y el pensamiento económico. Y lo que hay que dar es previsibilidad.
Entre "bares llenos" y trabajo informal, las contradicciones de una economía donde las relaciones laborales siguen lógicas diferentes.
- Ustedes analizan los 20 años de la salida de convertibilidad. ¿Estamos en el peor momento de esos 20 años, en un momento intermedio?
- La crisis de 2001 era otro tipo de crisis, que también fue seria. Uno podría usar otra frase y decir: "toda crisis pasada fue mejor", porque ya pasó. Fue muy seria pero se dieron situaciones a nivel nacional y a nivel internacional, sobre todo, de la cual salimos relativamente bien. Pensemos que en el 2001 con la salida de la convertibilidad, el mercado devaluó un 300%, el dólar llegó a 4 pesos, después estuvo 3.16 mucho tiempo y se sostuvo en este valor, y hubo un aumento del 40 % del indice de precios al consumidor. En este caso, si hay una devaluación importante, se supone que se transmitiría mucho a precios y, sobre todo, a los alimentos.
En 2001 teníamos un nivel de pobreza muy importante, un 52%, con niveles de consumo muy bajos; no teníamos una economía recalentada y teníamos mucha capacidad ociosa, es decir, muchas máquinas paradas. Entonces cuando se salió de la convertibilidad, tuvimos crecimiento a 4 o 5 años, al 8% de esas famosas tasas chinas con mucha generación de empleo de calidad. Veníamos como de abajo de la lona y después de ahí como más fácil subir. Y a nivel internacional fue una situación muy positiva para América Latina y los países generadores de productos primarios cuando una parte de la población de China empezó a consumir mucho más, al igual que India; aumentaron los precios de los commodities, la soja se fue de 150 dólares que estaba en la época del ex presidente De la Rúa a más de 500 dólares. Y ahí pudimos, con las retenciones, financiar gran parte del desarrollo y de las ayudas a la población que seguía excluida.
Eso no lo vamos a tener ahora; no tenemos una economía tan planchada, el efecto de cualquier devaluación nos va a llevar a precios más altos en alimentos y se va a complicar más el tema. A la soja ya la tenemos a más de 500, así que no va a subir mucho más. Las ganancias van a ser las mismas y encima nos tocó una sequía y si nos toca una inundación perdemos miles de millones de dólares.
Entonces la actual es una situación de la que es más difícil salir y con una parte de la sociedad golpeada que está 20 años más cansada, que fue acumulando más exclusiones y una situación más compleja.
- Esperemos que este estudio llegue a los candidatos y candidatas ya que estamos en momentos de disputa electoral.
- Tendría que ser un gran acuerdo nacional con los sectores de la producción que tendría que capitanear el sistema político. Tiene que tener mucha humildad el que llega, para reconocer que solo no puede y tenemos que hacerlo entre todos. Y en ese entre todos, zanjar diferencias, grietas, heridas muy grandes que vuelven todo complejo.