Señores directores: Mario Laracca era mi amigo.
Mario Laracca se levantaba todos los días, abría su negocio de herrajes y trabajaba de sol a sol, como toda la gente de bien, como vos, como yo.
Mario Laracca tenía una familia hermosa, una nene de 3 años y una esposa maravillosa, con quien formó un hogar, para ver cumplirse sus sueños y sus proyectos.
Mario Laracca volvía de misa el domingo pasado, el Día del Padre, con su familia, como lo hacía cada domingo, aferrado en su fe que se ocupó de difundir cuando podía hacerlo: le dijo a su esposa: ``Ya vengo, voy al negocio a buscar plata, y nos vamos''. Su hermano, a pocas cuadras, lo esperaba para compartir el asado dominguero que tanto disfrutaba. Salió de su negocio, a buscar a su familia como lo había prometido, pero nunca se imaginó que ahí, casi frente a su casa lo esperaba la muerte. De la carnicería lindante, quiso el destino fatal que se topara con dos... ¿cómo llamarlos?... dos monstruos sin alma, que acababan de intentar robarle a otro laburante. Nadie sabe por qué, cómo, en qué circunstancia, estos dos desalmados le dispararon a quemarropa y por la espalda dos tiros, uno a la altura del pecho, y otro en la nuca.
Mario Laracca cayó al piso, vivió 15 minutos, y alcanzó a decirle a su esposa que observaba ese cuadro con su hijo de tres años en brazos: ``Vale, ayudame, me estoy muriendo...''.
Mario Laracca, perdía su vida, hermosa, soñada, con muchas posibilidades, en unos cuantos minutos, ante la mirada impotente de sus dos más preciados tesoros, su hijo y su esposa.
Esta historia no es un cuento de ficción, no fue pensada por un afamado escritor para arrancar lágrimas, como a mí en este momento, no, ocurrió y es real.
Ocurrió allí, en la esquina de tu casa, a las 12 del mediodía, ante la mirada de todos.
Esta historia debe servirnos para que comprendamos de una vez por todas que debemos involucrarnos, que debemos participar activamente para que ésta y otras muchas tantas otras tragedias no ocurran más.
¿De qué nos sirve el ``no te metás'', el ``y bueno, pero nosotros no podemos hacer nada''? Como ven, ese método facilista nos llevó adonde estamos.
Tenemos la obligación de participar, de exigir leyes más estrictas y ejemplificadoras, de que los castigos se cumplan, de que los culpables no salgan a la calle a los diez minutos de ser atrapados.
Tenemos la obligación de exigir una educación integral, que enseñe que el único camino es el trabajo y el esfuerzo.
Ojalá que estas líneas que te hago llegar, con el corazón roto por la pérdida de un amigo, te hagan reflexionar, y comiences como yo a poner nuestro grano de arena, que ayude a terminar con esto. No creas que a vos no te va a pasar, no, no, la posibilidad está más cerca de lo que pensás.
Adiós Mario, nunca te vamos a olvidar, y sé que vos, desde donde estás, nos vas a ayudar a que cambiemos esta sociedad. Hoy no te tengo más presente como persona, como amigo, como compañero, pero seguirás vivo en nosotros, enseñándonos tu lección de hombre bueno.
Fernando Ariel Galoppo. DNI: 24.088.594. Ciudad.