Martes 4.6.2019
/Última actualización 10:10
“Cosas absurdas”, fue el calificativo que otorgó el Presidente de la Nación, Mauricio Macri, al modelo educativo Conectar Igualdad. Con una simbólica puesta en escena —rodeado de cascos amarillos que lucían los trabajadores de Bragado y un look autóctono que vistió a la Gobernadora Vidal— el Jefe de Estado agregó: “De qué servía repartir computadoras si las escuelas no tenían conectividad a Internet. Es como repartir asado y no tener parrilla”. Las contestaciones brotaron desde todos lados. En menor medida, contra la figura presidencial, y en mayor número en favor de las “netbooks del estado”.
Pese a los bien argumentados datos de quienes salieron a defender el proyecto educativo, existe un razonamiento fundamentado detrás de las palabras de Mauricio Macri. En sus formas más que en su contenido, se puede percibir una estrategia de inicio de campaña, dirigido a reforzar el núcleo duro del pensamiento de quienes conciben el mundo en esos términos, y que se sienten legítimamente representados por la coalición Cambiemos. Es decir que, a contramano de las espantadas críticas, el mensaje presidencial apunta a una idea certera y precisa: convencer a los ya convencidos.
Los avances tecnológicos de la actualidad permiten que los videos que muestran estos fragmentos discursivos sean hoy viralizados; facilitando la visualización de muchísimas personas, y posibilitando que puedan compartirlos por sus redes sociales. En esencia, se trata de un fenómeno comunicativo relativamente nuevo, donde los candidatos se dirigen directamente a los individuos.
Ante este escenario, el arte de expresar los argumentos políticos cobra un interesante valor explicativo. En principio, vale decir que aquí no pesa la moral y que lo que sí cuenta es la maneras de encarar el quehacer artístico. Estéticas disímiles de la retórica, que —precisamente— construyen la moral.
Dos formas sobresalen en el discurso artístico. La primera es la creación que, al estilo del mito, encarna elementos de la experiencia humana para construir un nuevo relato. Probablemente, con este objetivo -y en un altivo paralelismo-, Cristina Fernández evocaba el “aura” vanguardista que históricamente rodeó a la educación argentina: “Me siento la Sarmiento del Bicentenario”, decía allá por 2010 en la presentación del Conectar Igualdad.
La segunda forma es hacer desde la “reproductibilidad”, centrada en la producción, dejando a un lado el propósito de la historia, garantizando el consumo. En otras palabras, serializar algo que existe previamente y en forma parcial. En el caso del Conectar igualdad, el mandatario agitó el avispero de lamentos que determinado sector de la sociedad acusa contra el malgasto administrativo de fondos públicos. Y lo hizo desempolvando aquel proverbio de la caña y el pescador: “Regala un pescado a un hombre y le darás alimento para un día, enseñale a pescar y lo alimentarás para el resto de su vida”. En la modesta metáfora sobre el modelo educativo, el saber faltante pasó a ser “la parrilla” y el alimento viró a uno de fuerte ascendencia nacional, “el asado”.
Ambas modalidades del discurso tienen sus atributos, pero la diferencia radica sobre lo cuantitativo y lo sustancial. Es que la segunda corre un riesgo de stock, donde el mensaje deje de ser atractivo y la oferta pase a ser mayor que la demanda. Debido a ello, la cualidad artística se vuelve un factor trascendental en la comunicación política. A sabiendas de que, tal como le sucede a un actor cuando se le nota la falta de ensayo o a un poeta ante la falta de experiencias, la obra reflejará la esencia discursiva del autor y la improvisación es un don de pocos.
Hablando de fuegos, la “chispa” presidencial avivó el fuego que emerge de la grieta que marcó el destino político de la Argentina en los últimos años, justo ahí en donde puentes como el Conectar Igualdad se habían consolidado. Para colmo de males, al igualar las computadoras y el asado en su dimensión de consumo, los destinatarios se agotan en aquellos que hoy se pueden dar un “lujito” gastronómico o cultural, según sea el caso. Alejando, cada vez más, el canto a la revolución de la alegría con la que otrora sedujo a tantos electores.