El filósofo más popular en estos momentos en el país reflexionó sobre su métier y sobre la educación hoy. Propuso pensar en esa escuela que no da “placer” por aprender y que “fagocita” al alumno. Y habló sobre la importancia de la filosofía y el arte en las instituciones educativas.
Mariela Goy
mgoy@ellitoral.com
Uno de los prisioneros se encuentra liberado de las cadenas que lo mantuvieron cautivo a una silla desde que nació. Al fin, puede moverse, ver qué sucede a su alrededor, salir de la caverna, conocer el exterior; y después vuelve a contarles a los demás que hay otra realidad un poco más allá de esos muros, aunque nadie quiera oir la verdad. Como en la “alegoría de la caverna” de Platón, Darío Sztajnszrajber apareció un día en la televisión, en la radio, en el teatro, a contar masivamente que la filosofía no es “un libro solemne lleno de tecnicismos” sino que admite “un lenguaje llano” para hablar de la felicidad, el amor, la amistad, la angustia. Y quien quiera oirlo, que oiga.
“La filosofía es un campo de batalla entre diferentes corrientes. Es filósofo Marx y es filósofo Santo Tomás de Aquino, que sin duda no jugarían para el mismo equipo”, sostiene Sztajnszrajber, en una entrevista con El Litoral. De pelo largo, barba y apellido difícil, se hizo popular a través del programa “Mentira la verdad” que se emite por Canal Encuentro, en el que propone planteos que movilizan e involucran al espectador, presentándolos a través de un relato de ficción donde él es presentador y actor, al mismo tiempo.
El filósofo y docente de Flacso también recorre el país con un espectáculo poco común que mezcla filosofía y música y que cosechó aplausos el Centro Cultural ATE Casa España, de Santa Fe. Escribió libros, está en la radio y le gustan mucho las redes sociales, sobre todo Twitter. “Reemplacé mi vocación poética por 140 caracteres”, se ríe.
- En tus espectáculos apelás al rock nacional ¿Por qué? ¿Es un género que interpela al igual que la filosofía?
- Sí, interpela. Además el rock es, entre otras cosas, un “golpe” y nosotros hacemos filosofía a martillazos, como decía Nietzsche. O sea, entendemos que la filosofía es una manera de golpear en aquellos lugares comunes en los que estamos de algún modo arrojados a la cotidianeidad. La filosofía tiene un móvil interruptivo, es decir, interrumpe el sentido de lo productivo con esas preguntas que parecen sin sentido pero que lo que hacen es, justamente, cuestionar los sentidos hegemónicos. La pregunta del “por qué” es insoportable en un punto porque es imposible de ser respondida de modo definitivo; entonces abre y genera un vértigo que nos reconcilia con nuestra vocación originaria de seres humanos que es abrirnos a esa búsqueda infinita. El rock nacional -sobre todo el de los ‘80 con Los Redondos, Spinetta-, es un género que comparte la misma sensibilidad que la filosofía.
- ¿Cómo definís a la filosofía?
- No hay “una” filosofía y me parece que cuando uno intenta definirla, ya está tomando partido. En el espectáculo de filosofía y música cuestionamos esa idea de neutralidad y objetividad; estamos todo el tiempo potenciando la construcción de lo subjetivo en todo lo que hacemos. La filosofía, tal como a mí me gusta, que sigue a pensadores como Derrida, Foucault o Nietzsche, lo que busca es eso: deconstruir aquellos discursos que se pretenden únicos, verdaderos, reales, mostrar que nada es definitivo y por eso todo puede ser de otro modo. Y si todo puede ser de otro modo, entonces uno tiene que estar abierto al encuentro con la diferencia. En filosofía eso es fuertísimo porque en general nuestra cultura es de negación. Incluso el discurso filosófico fue en los últimos siglos muy positivista, de delimitar cuál es un conocimiento válido y cuál no. La filosofía que nosotros hacemos está más cerca del arte que de la ciencia o del enciclopedismo cientificista.
- ¿Está de moda la filosofía?
- Sí, hay una moda, y tiene que ver con que el mundo se ha vuelto un conjunto de cosas, de muchas cosas, a tal punto que estamos sumergidos en una realidad cosificada. Y la filosofía viene a ser un respiro en un mundo agotado de sentido, porque es un pensamiento que interrumpe esa lógica cosificadora, porque sus preguntas son improductivas, inútiles, son preguntas que te desalinean, que resquebrajan esas formas de circulación propias de un sistema de intercambio basado en la ganancia y la estrategia. A todo eso la filosofía lo detiene, y entonces es un lugar en el que te aferrás para poder salirte, sobre todo, cuando te sentís agobiado de cosas, cuando se toma conciencia de que uno mismo, sujeto, se va cosificando. Hay que tener cuidado porque hay filosofías cómplices, pero aquellas más deconstructivas, más desenmascaradoras, de la línea de lo que Ricoeur llamaba la Escuela de la Sospecha -Marx, Nietzsche y Freud-, generan un cimbronazo interesante.
La TV-aula
- El programa Mentira la Verdad es un ejemplo de que la televisión puede brindar propuestas educativas...
- Es que un programa de televisión también es un aula. Un lindo planteo para estos tiempos es preguntarnos qué es un aula. Si es simplemente un espacio entre cuatro paredes al interior de una institución educativa, o si un chat colectivo entre alumnos y docentes, un programa de televisión o de radio, también pueden ser aulas. Parece que estos tiempos transmediáticos están redefiniendo en el sistema educativo formas de transferencia. Hay algo de lo que es la experiencia del docente tradicional que se está resquebrajando, con todo lo que esto implica: gente que se siente cómoda con el cambio y gente más conservadora que ve que se le caen años de formación. Por ahí, una maestra formada en el siglo pasado como propietaria del saber, supone que el docente recibe una materia bruta que serían los alumnos, a los que hay que darles forma. Venimos de sistemas educativos donde al alumno siempre se lo fagocitó, se le proyectó lo que el docente pretendía que el alumno fuera. Y hoy, entre otras cosas, gracias a las revoluciones pedagógicas, políticas, filosóficas, podemos empezar a pensar en una relación docente-alumno más horizontal, de construcción comunitaria del saber, donde un docente es un amigo del alumno porque el concepto de amistad ya mutó, porque la transferencia implica apertura, y la apertura implica afecto y otro tipo de relación que choca con los formatos tradicionales.
Filosofía en la escuela
- ¿Qué aporta la filosofía a un adolescente que está en pleno desarrollo de su personalidad?
- La adolescencia es el momento donde el ser humano tiene sus primeros cimbronazos. De niño va conformando un orden que se le inculta, que se supone objetivo, natural, incuestionable, jerárquico. Y la adolescencia, es la primera posibilidad de agarrar el martillo de Nietzsche y empezar a pegar por todos lados, a mostrar que esos ordenamientos no son necesarios o que no son únicos ni naturales, si no que puede haber múltiples ordenamientos; o sea, que todo puede ser de otra manera. Y eso para un adolescente tiene un impacto feroz. Después, cuando vas creciendo, vas teniendo otros golpes y te vas acostumbrando. La filosofía engancha mucho a los adolescentes porque la sienten como una herramienta para esa primera apertura en su vida. Todo lo que uno hace por primera vez, no se olvida más, como el primer beso.
- ¿Cuál es la importancia de la filosofía en la escuela secundaria?
- Para muchos adolescentes, la filosofía no deja de ser una materia como cualquier otra porque la idea de “materia” es muy pregnante. Yo di clases de filosofía en el secundario durante 18 años y hacíamos un montón de actividades extracurriculares como café filosóficos. Era increíble la diferencia, cómo los alumnos se enganchaban en otros espacios. En cambio, en la escuela, por más que armara una buena clase, había que estudiar para la prueba, tocaba el timbre y se iban. Creo que falta esa reconexión del alumno con el placer. No hay placer si se lo vive como una obligación, vacía de todo deseo. No hay materia que resista si la encorcetás en una disciplina. Lo disciplinario, agota.
- Con las diferentes reformas educativas se han ido quitando horas a la filosofía ¿No debería ser al revés: darle mayor presencia?
- Sí, yo creo lo mismo. Me parece que hay una beta para el adolescente en su formación estético-expresiva en general, que les daría una apertura y una sensibilidad muy diferentes. Además, no hay educación artística en la escuela. El arte sigue pensándose en las currículas como algo secundario. Una buena materia de teatro en la escuela secundaria, con la misma fuerza e importancia que la matemática, no me cabe duda que generaría ciudadanos más sensibles. Después, la discusión más espúrea de te saco o te agrego una hora en relación a cuáles son las materias obligatorias o más importantes, está tapando en el fondo la lectura de qué tipo de ciudadanos estamos formando en el colegio. Creo que las grandes instituciones ordenadoras de nuestra sociedad están en crisis. Y uno trabaja a pesar de las crisis o con las crisis. Hay un exagrama del I Ching que se llama “Construir desde el residuo”, que es una buena enseñanza. Porque uno a veces se pone muy dicotómico y piensa que si no hacés la revolución completa nada sirve. Me parece que hay intermedios interesantes como para poder generar cambios.
Filosofía o psicología
- ¿Filosofía o psicología para encontrar respuestas a los problemas de la vida? - Creo que hay un mal planteo con relación a la diferencia entre filosofía y psicología, sobre todo porque se piensa desde los prejuicios. Se piensa a la psicología como una herramienta de saneamiento o de resolución de problemas existenciales. Y la psicología no resuelve nada; es un discurso más, un dispositivo hermenéutico, o sea, una estructura de interpretación. Como te ponés el cassette del I Ching o de la astrología, te ponés el del psicoanálisis o el de la filosofía. Todos te proveén relatos a partir de los cuales construís un tipo de sentido. Algunos de esos relatos son más útiles y te generan un cambio de estado, y en ese sentido, te ayudan. Ahora, el que va a la filosofía a buscar respuestas, pierde. Lo que hace la filosofía es al revés: cuando uno se siente muy atosigado en un mundo en el que parece que las cosas no pueden cambiar y que hay funcionamientos definitivos, la filosofía -como una especie de zamarreo ontológico-, ayuda a darse cuenta de que nada finalmente tiene un aferramiento en la realidad inconmovible. Entonces podés repensar desde lugares inéditos qué es el amor, qué es la amistad, que es la felicidad, qué es el bien, qué es la belleza. En ese sentido, ayuda, porque permite que se rompan todas tus espectativas, y entonces libera. Lo que pasa es que la libertad no es un lugar seguro, la libertad genera inseguridad, y esa inseguridad existencial te hace libre y te angustia. Creo que la psicología, en un sentido amplio, por ahí está más enfocada a casos puntuales de vivencias, pero en el fondo no está buscando una resolución cual si fuera una demostración de un teorema matemático.