Las primeras en cerrar y las últimas en abrir. Esa fue la principal crítica a la gestión educativa en pandemia durante el 2020. Este 2021 llegó con el tan ansiado regreso a las aulas y se fue dejando la sensación de que fue a una escuela distinta.
El regreso a las aulas evidenció el impacto de la pandemia en la dinámica educativa. Hubo clases bimodales durante la primera parte del año. En el medio, la situación sanitaria obligó a volver a la virtualidad. Y en el semestre final llegó la ansiada presencialidad total.
Las primeras en cerrar y las últimas en abrir. Esa fue la principal crítica a la gestión educativa en pandemia durante el 2020. Este 2021 llegó con el tan ansiado regreso a las aulas y se fue dejando la sensación de que fue a una escuela distinta.
El calendario escolar estuvo atravesado por los protocolos sanitarios, con uso de barbijos, sanitización y distancia social. La primera mitad del año transitó en base al esquema de bimodalidad, alternando cada semana entre aula y casa, con horarios diferentes de clase y recreos. Mientras que en el segundo semestre se avanzó hacia la presencialidad plena, que puso fin a las burbujas, mas no a las pautas de higiene y distancia. El cierre del año, finalmente, fue dispar, atendiendo al caso de cada escuela.
La planificación no fue menos caótica que el año anterior, aunque sí se privilegió que las escuelas permanezcan abiertas todo lo posible. La situación sanitaria empeoraría en los primeros meses, obligando a aplicar cierres parciales, primero, y un confinamiento total después. La segunda mitad, marcada por el descenso de los contagios y el aumento de la vacunación en los menores, posibilitó flexibilizar los protocolos, reducir distancias y ampliar burbujas, con creatividad a la hora de rediseñar la infraestructura edilicia a la currícula de cada institución.
La escolaridad en pandemia también implicó nuevas pautas en los criterios de promoción. La evaluación de aprendizajes en el bienio lectivo 2020-2021 estuvo caracterizado por las trayectorias -sostenida, intermitente y de baja intensidad, según la adquisición de saberes y participación en clase- más un trabajo distribuido por áreas pedagógicas en vez de la tradicional calificación por materia.
Tire y afloje
Un apartado merece la puja entre el gobierno y los gremios docentes. Las tensiones fueron una constante durante todo el año. Tanto el comienzo como el final del año transcurrieron con paros en las escuelas públicas. A los tradicionales reclamos salariales, con diferencias porcentuales y descuento en los días de paro, también se agregaron planteos por la salud laboral, que resultaron en la eliminación de la "tablita" con días de licencia médica preestablecidos.
PASO, borrón y cuenta nueva
Otro de los cambios que el año tuvo para el sector educativo fue el de ministro nacional. Tras los malos resultados en las elecciones, y con la educación metida en la agenda de preocupaciones de muchas familias, Nicolás Trotta pasó a ser uno de los funcionarios que se alejó del gabinete presidencial. Para el cargo fue designado Jaime Perczyk, profesor de educación física de largo recorrido por la gestión pública y con aceitada relación con el ámbito universitario.