Lunes 4.11.2024
/Última actualización 9:52
La pantalla al costado. Grande, es la otra escena. La escena digital, donde desde hace rato la vida también late. Péndulo de ansiedades, reloj del tiempo. ¿Distinto al analógico? Dos amigas, un escenario y la comedia amorosa de la vida cotidiana que se teje y edifica. La pantalla advierte, casi como un epitafio: “un día le dije amiga y perdió su nombre”.
Se vieron por primera vez en el jardín, o en la escuela primaria. Luego en la segundaria, pero el arte las unió en la eterna cofradía de los sin nombre. Amigas. De las que van a estar para sostener la humanidad cuando la herida derrame la pus de la historia, el dolor naturalizado. Históricas. ¿Es el amor el delirio normalizado?
Durante casi sesenta minutos, la obra golpea, con un sin fin de frases punzantes que descodifican lo cotidiano. En los poros de la pareja de amigas laten un oasis de citas que liberan, desde Sinome de Beauvoir hasta Luciana Peker tienen lugar; y son las bocanadas de aire, el empuje a la reflexión. ¿Por qué las mujeres están culturalmente entrenadas para esperar en el amor?¿Por qué los hombres están entrenados para ocultar sus debilidades, y sus sentimientos?
Puntos geográficos compuestos por calles, bares e instituciones educativas ubican la trama en Rosario, pero muy bien podría ser cualquier otra ciudad, en cualquier otro tiempo.
Gentileza producción“La obra la íbamos escribiendo a medida que íbamos charlando de la vida, del amor, y de las cosas que nos pasan” afirma Camila Hidalgo Solis en el Instagram de la obra (@dame_drama), lo que le otorga el carácter de documental a la producción, y la transforman en un hecho estético cercano, digno de ser transmitido en instituciones educativas.
Las protagonistas son un par de amigas que representan a una generación de mujeres que vinieron a poner en jaque y en tela de juicio las formas tradicionales del amor romántico. ¿Qué es el amor romántico, sino una forma de ejercicio de poder hacia quien espera?: las mujeres.
Una trama que, desde la tragicomedia, visibiliza la violencia del goce, producto del amor romántico hijo directo de la cultura del patriarcado. El discurso amoroso es cultural, atrapa a la enamorada que pierde el contacto con el entorno, al punto tal de que la EPE va a cortar la luz. Pero allí está la amiga, para sostenerla, y no dejarla caer.
Una obra que desnuda un real, que interpela y que invita a cuestionar las formas en que reproducimos los fragmentos del discurso amoroso, aquel que nos habla desde siempre y que nos habita en la microfísica social, en aquellos arquetipos que reproducimos con o sin reproducción. El que nos transmitieron en la familia. El que nos transmitieron en Hollywood, en las telenovelas del mediodía o por la noche. El de las canciones que bailamos desde siempre. El de la religión. El del hombre que provee y la mujer que espera. El del hombre que acumula estadísticas y el de la mujer que justifica y compite. El del hombre que no llora y la mujer que sufre. El del hombre que goza, porque la mujer está hecha para su goce. El del hombre amo y la mujer esclava. El de la mujer que espera, que la elijan y podemos seguir. En esta cultura desigual, que la obra desnuda, no hay dudas que el drama es inherente al amor. La obra invita a deconstruir la fuerza centrífuga de la espera, porque como dice Luciana Peker: “no hay que esperar más”.
PD: La obra es escrita, dirigida, actuada y producida por personas formadas íntegramente en instituciones nacionales, provinciales y municipales de orden público.
Actúan: Lara Abraham y Camila Hidalgo Solis
Dirección: Camila Hidalgo Solis
Acompañamiento: Tania Scaglione
Asistencia y técnica: Martina Astegher, Keila Salas
Tiempo: 60 minutos aproximadamente