Martes 30.3.2021
/Última actualización 17:04
En conmemoración del 39° aniversario del comienzo de la Guerra de Malvinas, se estrena “Nosotras también estuvimos”, documental dirigido por Federico Strifezzo, que tiene como protagonistas a tres de las enfermeras que participaron del Conflicto del Atlántico Sur en el Hospital Reubicable de Comodoro Rivadavia. En 1982 Alicia Reynoso, Stella Maris Morales y Ana Masitto, jóvenes enfermeras de la Fuerza Aérea, fueron enviadas al hospital montado junto a la pista de aterrizaje del aeropuerto para recibir a los combatientes heridos en las islas.
La cinta se podrá ver el jueves 1 de abril a las 20 en Cine.ar TV y en simultáneo en la plataforma Cine.ar Play, donde quedará disponible de forma libre y gratuita. Además, el viernes 2 de abril a las 22 tendrá su proyección en el Canal Encuentro, dentro del ciclo No Ficción; el mismo día a las 22.30 llegará a la pantalla de la Televisión Pública. También están planeadas varias proyecciones presenciales, entre ellas la del domingo 11 de abril a las 19 en el Teatro Auditorium, Sala Astor Piazzolla, de Mar del Plata, con la presencia del director y las protagonistas.
Aunque la historia de “las enfermeras de Malvinas” fue relevada en la prensa durante la guerra, su historia fue invisibilizada por casi cuatro décadas. Strifezzo viajó con ellas a las locaciones reales de Comodoro Rivadavia donde vivieron esos días cargados de recuerdos dolorosos, y repasó las vivencias que las marcaron para siempre, en un contexto de machismo y discriminación que en esencia no ha cambiado. Alicia, Stella y Ana representan a las 14 enfermeras que aún hoy esperan ser reconocidas oficialmente como veteranas de guerra.
El Litoral conversó con el realizador para conocer el periplo de esta producción.
-Contaste que el origen está en tu descubrimiento de la foto de las cinco enfermeras. ¿Cómo fue el proceso desde ese momento a contactar a Alicia Reynoso y a decidir que eso iba a ser un proyecto de documental?
-En primer lugar el contacto fue esa foto, que me llamó mucho la atención, y me atrajo mucho a nivel visual y a lo que desconocía del tema. Ahí se me ocurrió poder hacer algo con ellas, desde ese lugar visual: con esa vestimenta, con el tiempo que había pasado. A Alicia la pude contactar rápida por las redes, por suerte; ella vive en Paraná, y dio la casualidad de que justo cuando le escribí venía a Buenos Aires a presentar su libro: tiene una autobiografía que se llama “Crónicas de un olvido”.
Ahí se abrió un canal muy bueno: nos encontramos, y me contó mucho de su historia, que a mí me llamó muchísimo la atención, me atrajo; era algo nuevo, sobre todo en voz de mujeres: cómo viven una guerra las mujeres, y qué rol cumplieron, que es algo de lo que en ese momento no se sabía casi nada, hoy quizás un poco más.
Ahí salió toda una historia de mujeres jóvenes que estuvieron en contexto de guerra, recibiendo heridos, con amenazas de bombas, en trincheras, o con oscurecimientos. Todas cosas que me parecían muy fuertes, y también muy buenas para llevar a un documental. Ahí empezó el proceso, hace cuatro años, y se fue articulando con el tiempo: fue un proceso largo.
-Se sumaron Stella y Ana, las otras dos protagonistas. ¿Cómo fueron los encuentros con ellas? ¿Hubo una decisión de recortar sobre ellas tres o fueron las que se abrieron a contar la historia?
-Cuando empecé con Alicia fue el puntapié, ella me contactó con Stella y Ana. Pero seguí investigando y conocí a otros grupos de mujeres que también estuvieron participando de la guerra: unas que estuvieron en Puerto Belgrano y otro grupo que estuvo en el buque Irízar. Conocí a todos los grupos, pero quería hacer un recorte que sea más abarcable para un documental, y por afinidad, por cercanía, por cuestiones de que me sentía mejor y un montón de cuestiones terminaron siendo ellas tres las protagonistas.
Creo que hubo una cuestión del vínculo que se fue formando, que fue largo: como de dos años, un poco más, hasta que pudimos ir a filmar; y fue muy importante para poder filmar en las condiciones que yo había imaginado. Así que el recorte se fue dando en ese largo proceso de ir descubriendo la historia.
-Empezaste a trabajar con ellas, filmaste movilizaciones y actos, antes de poder ir a filmar a Comodoro Rivadavia.
-Claro. Cuando ellas me contaron sus historias pensé que quizás lo mejor era transformar todos esos relatos en esta experiencia de volver al lugar (nunca habían vuelto) y que desde ahí contaran y sobre todo revivieran esos recuerdos: en el contacto con el lugar, con los sonidos, con el paisaje. Para llegar a eso era un proceso largo: había que conseguir la manera, los fondos, pensarlo bien.
Mientras todo eso iba tomando forma, que llevó mucho tiempo, las iba conociendo y generando confianza con ellas; ahí fue que las acompañé a muchas marchas, a muchos eventos. En una marcha un 1 de mayo un oficial las echó del desfile por ser mujeres y no ser veteranas; eso lo filmé, lo subimos a las redes y repercusión. Después ellas de todos modos desfilaron igual y la gente las aplaudió mucho.
Hubo muchos momentos de registro previo, muchas filmaciones en mi casa, en las suyas; pero todo fue como una materia prima, que quizás a nivel visual no tenía mucho interés, pero sí servía para ir armando el vínculo y pensando esta idea de que después el mecanismo sea el viaje para contar las historias. Pero sí, hubo un largo proceso de acompañamiento.
-¿Qué cosas te sorprendieron de sus relatos?
-Me sorprendieron muchas cosas. El nivel de silencio y de “entierro” que habían tenido con toda esa época. Una de ellas cuenta en el documental que a su marido no le había contado: estuvo más de 20 años sin contarle que había ido a la guerra; los hijos de otra se enteraron por casualidad; Alicia tuvo un problema de salud.
Tuvieron esas historias muy enterradas, y me parecía interesante acompañarlas en esto de poder sacarlas afuera de una manera terapéutica (creo que el documental tiene algo así para ellas) y compartirlas con la sociedad. Me llamaba mucho la atención cómo alguien puede vivir algo tan fuerte y tenerlo tan guardado.
Después en cuanto a la historia, lo que contaban de cómo recibían a los soldados es muy fuerte: eran chicos jóvenes que pedían por sus madres, y ellas era tan jóvenes como ellos y tenían que ocupar un rol de contención fuerte además de curarlos. Ellas estuvieron en otras situaciones catastróficas, una estuvo en Haití después del terremoto; pero dicen que nada hay como una situación de guerra, por el nivel de stress, de locura, el estado en el que llegan los cuerpos, la continuidad, la desesperación... Estoy totalmente en contra de las guerras, como creo todo el mundo, y ellas tienen una parte de la guerra que es la peor, y la que quizás más haya de contar, que es la de los heridos, porque en una guerra hay muertos y heridos.
El documental trata de contar esto: si bien no se ve ningún arma, ningún tiro, no se ve casi ningún herido, está la intención de dar cuenta de eso.
-Por un lado hubo una invisibilización por años de quienes participaron en el conflicto, pero también en ellas hay un segundo nivel en el caso de ellas: porque eran mujeres, porque eran enfermeras, porque estaban en el continente. No era sólo su silencio, sino un silencio del afuera.
-Sí, creo que en ellas se mezclan muchas cosas. Primero mujeres: en esa época todo lo que aparece sobre las mujeres era la madre que espera a su hijo que fue a la guerra, la novia que espera al novio. A ellas en su momento les hicieron unas pocas notas, y hablaban del lápiz de labios, de qué pasaba con sus novios, si se querían casar: en esa época (hoy es por suerte un poco distinto) era súper establecido el rol de la mujer. Eso las llevó al silencio.
Después también que hayan sido enfermeras y hayan visto lo peor: los soldados desnutridos, locos, congelados, con el “pie de trinchera”. Ellas tenían para contar eso, y obviamente en esa época (dictadura, la derrota) era un doble silencio: tan grande que a ellas les afectó la vida totalmente, tanto que no se lo contaban a los familiares, a nadie. Por eso me pareció tan importante y tan lindo poder hacer este documental que les diera la palabra a ellas que no tuvieron nunca la palabra, para contar lo que vivieron y que lo compartan.
-¿Cómo fue el proceso de terminar el rodaje allá a tener la película? ¿En qué instancia te agarró la pandemia?
-Fue un proceso largo de cuatro años. Filmamos en 2019, íntegramente en Comodoro Rivadavia, que es donde ellas estuvieron. Fue intensa, porque no tenían sentido volver; la idea era aprovechar ese primer reencuentro, así que fueron 15 días de aprovechar todo, porque ya cuando iban por segunda vez no era lo mismo: ese era un poco el planteo.
Cuando terminó el rodaje, donde pasaron muchas cosas que aparecen en el documental, vino la etapa de postproducción, donde se descubrieron muchas cosas: la importancia del sonido, que implicó un trabajo muy largo y muy bueno del sonidista (Andrés Perugini); el montaje, para ir dándole la forma a la historia.
Pero bueno, llegó la pandemia cuando estaba casi todo listo, y toda esta cosa de querer mostrarla en cine, que nos parecía el espacio más ideal (por lo importante que es el sonido en un cine, de las imágenes, de que la gente va a ver algo por interés) se bloqueó, desapareció.
El año pasado presentamos en festivales, tuvimos la suerte de quedar en algunos como para empezar a mostrar y a ver qué pasaba. Y ahora adaptados a la nueva realidad hacemos este estreno que por suerte va a ser en muchos espacios, que nos va a permitir llegar a todo el país, para que quien quiera pueda verlo, que es lo importante. A su vez por suerte tenemos programadas algunas funciones en cines en distintas partes del país, para disfrutar la película como realmente yo la soñé, y la gente que trabajó conmigo la soñó.
No sé si en un principio hubiera pensado así, pero ahora veo que las plataformas permiten llegar a todos lados: si se estrena acá en Capital quizás no llega a Santa Fe, quizás no llega a Jujuy, que el otro día me hicieron una nota. En cambio así llega a todos lados. Y quizás un día vaya a llevarla a Santa Fe a una sala, esté esa oportunidad, y lo mismo en otros lados. Es la realidad, no se puede negar; me entregué a eso y disfruto de que se pueda ver en todos lados.
-Justo en la semana del 2 de abril.
-Ese era mi objetivo: si pasaba esta fecha y no la estrenaba iba a ser una derrota. Es claramente el momento en que más interés hay, y por suerte se pudo lograr: para mí es súper importante la fecha en la que estamos estrenando. Porque aparte es una fecha para todos importante, y es ofrecer otra historia en este momento.
-¿Qué devoluciones tuviste en ese tránsito por festivales, y cómo ven afuera esta historia?
-Lo que veo que genera es mucha emoción. La película plantea una cercanía con ellas, la idea es que quien la mira se sienta cerca de ellas, que las acompañe en ese reencuentro. Por lo que me cuentan creo que se genera un poco eso: la gente se emociona, hay partes cómicas, hay partes dramáticas, distintos tonos que se sienten porque me los comentaron. Hasta ahora tuve buenas devoluciones: la gente se siente atraída, lo disfruta, descubre algo nuevo y se conmueve.
El otro día hicimos un preestreno en cine y me hablaron mucho del sonido, y eso para mí está buenísimo, porque el sonido es un personaje más, y en cine se puede apreciar más: “Qué bueno el viento”, “el agua de Comodoro”, que era parte del día a día de ellas. Así que hasta ahora está buena la recepción y me pone muy feliz.
-¿Tenés algún proyecto en curso o en vista?
-Ahora estoy muy abocado a esto, porque es el cierre de un proceso muy largo, de cuatro años. Esta es una película bastante independiente; por suerte conseguimos recursos, pero hace falta ocupar muchos roles. Estoy bastante abocado a mostrarla, a ver qué pasa y eso. Tengo proyectos: me interesa mucho la historia argentina, y tengo algunas cosas en vista. Pero en el aquí y ahora estoy con el estreno.
-Aparte el contexto no acompaña.
-Tampoco acompaña mucho, porque no se puede filmar. Filmé mucho en la pandemia, eso sí; quizás haga algo con ese material. Pero bueno, porque me gusta filmar y lo estuve haciendo. Ya se verá cuando pase el estreno.