Lunes 2.5.2022
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Llega a Santa Fe una obra teatral fue un éxito en la cartelera porteña: se trata de “La pipa de la paz”, obra de la dramaturga argentina Alicia Muñoz (autora de “Justo en lo mejor de mi vida”, entre otros trabajos), con dirección y protagónico de Betiana Blum, quien estará acompañada por Sergio Surraco.
La función será el viernes 6 de mayo en el Teatro Luz y Fuerza (Junín 2957); las entradas están disponibles por el sistema Ticketway, y hay un 50 % de descuento para afiliados al sindicato de la electricidad.
Este espectáculo le valió a la mítica actriz, directora y maestra de actores diversos elogios: en el diario La Nación se afirmó que “Blum lo da absolutamente todo y le entrega a la platea hilarantes momentos que nos remiten a la zona más satírica de nuestro espectáculo. Sergio Surraco la acompaña con gran talento”; por su parte, Perfil consignó que “Blum es tan excelente actriz que debería ser declarada Patrimonio Cultural de todos los argentinos”.
Para conocer más sobre esta puesta, El Litoral conversó con la protagonista, que expuso también sus ideas sobre la actuación, la formación del intérprete y la vocación como motor.
-Venís para presentar “La pipa de la paz”, esta obra escrita por Alicia Muñoz. ¿Por dónde va la historia?
-Siempre digo que Alicia Muñoz es una genia: me hace acordar mucho a Jacobo Langsner, el autor de “Esperando la carroza” y otras obras, que también era un tipo que tenía esa capacidad genial de manejar el humor, de manejar situaciones reales y llevarlas al extremo. La gente se mata de risa, pero mira y dice: “Esto no está bien, no es por ahí”; y esto solamente lo puede hacer un gran escritor o una gran escritora, porque domina las situaciones, y aparte tiene un amor y un interés muy grande por el ser humano, que es lo que se ve en ella.
-No... La gente se ríe en cada parlamento a carcajadas, pero cuando termina la obra tienen para charlar un rato largo. Porque el hijo está trabajando en Estados Unidos, con las Naciones Unidas, para pacificar el mundo; la madre hace una trampita para que él venga, y de lo mundial pasa a lo personal, a lo familiar. Y entonces tiene que hacer el mismo trabajo que hace allá; tiene el mismo resultado que tiene la pacificación en otros países (risas). Creo que por algo la gente se ríe como se ríe: porque no se ríe de chistes, se ríe de las situaciones que ella construye.
Parece que hubiera más personajes porque están las hermanas que hablan con ella, está el padre muerto: ella tiene un “altar pagano”, como dijo un crítico (que me pareció muy bueno): no hay ninguna imagen, solamente la vela.
-¿Cómo se dio la posibilidad de hacerla, y en este doble rol de intérprete y directora?
-Conozco mucho la obra, porque aparte de que me gusta mucho dirigí una versión que hicimos en Córdoba capital con Gastón Ricaud; le fue muy bien, pero después ya no la hice más. Y bueno, ahora cuando apareció esta posibilidad me pareció que era la obra indicada.
-En esta nueva puesta está Sergio Surraco en el papel del hijo. ¿Cómo es la química en el escenario con él?
-No habíamos trabajado nunca juntos. Cuando empezamos a trabajar la verdad que logramos muy buena comunicación, porque nos escuchamos, que es lo más difícil. El ser humano no escucha: siempre está hablando uno y el otro está pensando qué le va a contestar. Nos escuchamos, y ese es el secreto de que se puede trabajar en equipo.
-¿Cómo describirías a Felisa, esta madre?
-Felisa es una mujer fuerte, pero ella ha tenido un marido muy fuerte; tiene dos hijas mujeres, que no es poco; y después tiene el hijo más chiquito, este santo que desde chico quería paz y se fue a Estados Unidos. El que mantenía el equilibrio era el padre; cuando éste se muere las cosas cambian; y ella está en una situación que no puede resolver con lo que (voy a spoilear un poco el principio) llama al hijo la noche a Estados Unidos y le dice que tiene, que venir que ella no está bien. Cuando el hijo le dice que no puede, que está muy ocupado, al final le manda la bomba: “Si quieres volver a tu madre con vida no tardes”, tose y corta. Al día siguiente aparece el hijo, obviamente: ahí empieza la obra, ya la gente está metida de cabeza en el tema.
Gentileza producción No habíamos trabajado nunca juntos. Cuando empezamos a trabajar la verdad que logramos muy buena comunicación, porque nos escuchamos, que es lo más difícil , afirma Blum sobre Surraco.“No habíamos trabajado nunca juntos. Cuando empezamos a trabajar la verdad que logramos muy buena comunicación, porque nos escuchamos, que es lo más difícil”, afirma Blum sobre Surraco.Foto: Gentileza producción
-Si bien no es lo único que has hecho, se te reconoce como actriz de comedia (ni hablar de haber participado en clásicos de la cultura popular, como “Esperando la carroza”). ¿Cómo se encuentra ese toque para construir el tono de comedia, y construir un personaje del género?
-No creo en el tono de comedia, no creo en la comedia y el drama. Hay gente que no tiene sentido del humor, eso es otra cosa. El actor tiene que producir la vida viva, verdadera; en la vida nunca están separados el drama y la comedia; en la vida sucede todo el mismo tiempo; por ahí hay un mayor volumen de uno de los dos, en situaciones. Pero se pasa de una a la otra con una facilidad impresionante; eso es lo que debe manejar un verdadero actor: la capacidad de poder pasar de una cosa a la otra como si estuviera viviendo de verdad la situación.
-Es poder poner la vida en el escenario.
-El teatro tiene que ser vivo. Doy clases de teatro, formación de actores (yo digo “pasar la antorcha”); lo que me importa es la conciencia de esto, lo que dicen los grandes maestros: “No actúes: sé, viví la situación de verdad”. Para eso obviamente tenés que prepararte, aprender; hay todo un método, el primero que lo creó, que lo expuso claramente fue (Konstantín) Stanislavski. Después desde ahí se hicieron muchas cosas, pero la base es Stanislavski.
-Tenés una extensa carrera, debutaste en cine en 1964. ¿Cómo se renueva la energía para poder entregarse a ese nivel en cada nuevo proyecto?
-No creo que la energía se pierda: cuando vos estás vivo la energía está fluyendo; ahora está en cómo la usás, con qué conciencia la usás. Porque la palabra siempre a hallar es la conciencia: tener conciencia de que “por acá sí y por acá no”. Diría Stanislavski que toda acción teatral debe ser lógica, coherente y real; y cuando algo no funciona no está siendo lógica, no está siendo coherente o la están manejando sin realidad. Para eso se practica y se toma conciencia de “por dónde”. Esa es la forma en que yo trabajo, y también en la comprensión del personaje cuando dirijo. Lo que me interesa es exponer la forma en la que voy a manejar la puesta.
-Y a nivel de las ganas, del entusiasmo a lo largo de la carrera, ¿cómo se retroalimenta?
-Creo que se llama vocación eso (risas). Yo tengo vocación, y la verdad es que es lo que he hecho toda mi vida. Siempre busque los mejores maestros que conocía, me entrené y me preparé; y sigo trabajando sobre mí misma, para tener el mejor espacio para poder ayudar y asistir a otras personas que quieran entrar en la profesión.
-En los dos años previos a la pandemia estrenaste cinco películas (“Perdiendo el control”, “Todavía”, “El día que me muera”, “Shalom Taiwán” y “Corazón loco”). ¿Hay algún proyecto en vista para retomar esa actividad?
-De cine en este momento no. Hice una pequeña participación en una película de Netflix con Juan Minujín y Luisana Lopilato, que se está haciendo. Y estoy empezando a grabar “El buen retiro”: es un unitario de ocho capítulos, muy cuidado. Las protagonistas somos Claudia Lapacó, Mirta Busnelli, María Leal y yo: o sea que es un proyecto con actrices de otra edad, no solamente gente joven. Es muy lindo, el libro tiene todo, hasta policial: está muy bueno, y ya estamos grabando.
-Seguir la gira con esta obra: estoy a full con esto.