Sábado 5.11.2022
/Última actualización 10:32
“Habrá sido 2018, 2019”, encuadra Simón Saieg Pascual. Por aquellos tiempos, en plan Poxyran, tocó en Demos. Lo loco fue el momento en que rajó a la entrada, una suerte de SUM, porque vio un piano. Todo el piberío se acomodó alrededor para acompañar la zapada. “Me acuerdo de una galería”, dice por Falucho, viajando otro año atrás en el tiempo y pegando otra figu en el álbum perdido de la noche santafesina.
“Era un niño descontrolado”, analiza. Con su varita mágica parte el mar de la historia personal en dos. En realidad, no parte nada. Dibuja desde su habitación en Buenos Aires una especie de circunferencia. Los megas no se bancan tanto flow (de Cuyo) audiovisual y la pantalla se clava ahí, en el gesto. La figura queda flotando. Sea por cansancio visual o por flasheo de la mente, el contorno de otro círculo adquiere entidad y entre los dos se interpenetran formando el famoso meme.
Uno es Antes de Doppel Gangs (ADG), el otro Después de Doppel Gangs (DDG). En medio de ellos van entrando las palabras que salen a cuentagotas cuando se incorpora la señal. “Me pegó bien y mal todo lo que pasó. Me hizo ver cómo me podía parar, qué quería decir, sobre qué quería cantar, cómo me quería llamar”.
El nombre
El período ADG fue intenso. Previo a autodenominarse Doppel Gangs o Saieg, tuvo el canal de YouTube Simón Poxyran. “Filmaba todo el tiempo con la handy, editaba en casa y subía. Subía videos ranchando con amigues. Sin ningún fin”, recuerda.
A la par de ese canal, que luego fue el de Perras on the Beach, inventó una “productora”: Fuck Company. Casi sin pensar, Poxy se hizo viralizador de contenidos propios, agitador cultural meta fiestas y recitales. Tenía sentido. Era adolescente, se quería independizar.
Sus primeras idas a Buenos Aires, en modo turista, no dejaban de sorprenderlo: lo junaban en el ambiente. “Yo creía que no, pero me comí un poco la peli de ser un artista y que me admiren”. Luego de la muerte de su padre, se le empezaron a amontonar canciones demasiado intransferibles. Entonces, vino en su auxilio el apellido. “‘Saieg’ se grabó, mezcló y masterizó (¡hasta se subió a YouTube!) en una semana. “Fue muy fugaz” y difícil de manejar ese boom, el primer mojón en su ensayo oral sobre la industria. "Ahí empecé a darme cuenta que era re importante el nombre del proyecto".
Otro yo
Doppel Gangs deriva de “doppelgänger”. Doppel: doble; gänger: caminante. “En ‘Saieg’ la canción habla de mi papá, de verme en él y verlo a él en mí. Me puse a mirar videos de un gallego que relataba un mito alemán de tu alter ego físico, un otro yo real que te lo podés encontrar en la calle: tu yo del presente, tu yo del pasado o tu yo del futuro. Me flashó fuerte”, admite.
En la tele suena una de Chano. El ex Tan Biónica también le canta a un sosías (“El otro”, “El doble”). Y disfruta, como Simón, de la adrenalina rítmica de rapear “sin ser raperos”. Pongo bajo y subo el volumen de la compu. "Antes mi vida no era así", insiste Saieg. ADG "era vomitar información, data que tenía". La marca Simón Poxyrán cobijaba videos psicodélicos y lisérgicos, pero no era fácil hacerles espacio a producciones “más sentimentales y profundas: duelos, desamor, tristeza, felicidad”.
DDG se fue calmando. “Siento que encontré de verdad quién soy y quiero mostrarlo con este proyecto. Ahora tengo ganas de transmitir un mensaje más pensado. Por eso, me tomo el trabajo musical de otra manera: este disco lo estoy haciendo hace 1.000 años”, dispara convencidísimo.
Mil años quiere decir más de una semana, después de una pandemia, y aún en proceso. La palabra se proyecta como sombra fiel, hasta que él ilumina la zona dándole entidad: maduración. Simón, fruta noble de 25 años o mejor tanino, busca un sabor duradero en el nuevo destilado favorecido por la quietud, por “estar más tranquilo y conectado con el presente”. La previa es importante, “re”. Las decisiones tomadas afuera y adentro del estudio. Igual, avisa: “no quiere decir que el día de mañana no vuelva a esa espontaneidad”.
Conectado
Este particular Gregorio Samsa criado en los estudios Fader también mutó de escenario vital: de las montañas al cemento. “Me fui enamorando de esta ciudad sobre la que antes tenía un pensamiento muy generalizado, capaz por ser del interior. Hay muchas cosas que son reales, como la apatía y el egoísmo. Es muy difícil que las personas miren a su alrededor. Pero también siento un encanto por el ritmo de la ciudad, esa locura”.
La llegada a Buenos Aires en enero de 2020 trajo consigo un plan bajo el brazo: la grabación del material. “Estaba re cebado por conocer personas, ir a lugares… hasta que se picó el Covid. En todo ese tiempo que se empezó a dilatar, me cuestioné qué iba a hacer con el disco porque me prometí a mí mismo que iba a salir en 2020… y me di cuenta que era imposible”.
A esto se sumó la fuerza mayor, el verdadero pan bajo el brazo, la llamada de la adultez: el hijo. “Astro ni siquiera estaba en la aduana cuando estaba grabando”, apunta acelerando una risa. “Él estaba en otra dirección y fue todo medio conectado. Al principio, no sabía si tanto tiempo le iba a hacer bien, pero al final eso es la vida: cosas que por algún motivo pasan… y terminan haciendo el disco diez veces mejor”.
Perfor(m)a
Doppel Gangs se encuentra en estado de gracia. O sea, en condiciones de discutirle a la industria. Alguien que sintió el calor abrasante de muchas lámparas de Fresnel juntas pegando de lleno en la jeta, razona que la industria “te hace perder el foco”. Y sacar música. Y sacar música. Y sacar música. “Hay un negocio re oscuro detrás de la industria -no solo musical-. Mucho interés, no sano, que me genera desconexión. Vos sos un círculo y te convierte en un cuadrado. Es importante perforarla: desde adentro se puede hacer un cambio”.
ADG, era fuck-the-system. DDG, el desafío es aprovechar las oportunidades. “La música es un espacio difícil, más si no hacés reggaeton o trap. Es esperanzador ver a un montón de artistas haciendo música que ni siquiera roza lo mainstream y que les vaya bien, a su escala”. Simón entiende hoy, con unos años más y responsabilidades adquiridas, que “el cambio se puede dar desde adentro, pero hay que estar super claro y seguro de lo que uno quiere. Sino, la industria te come y terminás siendo un prototipo más de un millón que hacen lo mismo: todas las canciones y los videos son iguales, todo es igual”.
Por eso, DDG es un momento de calma, de crecimiento natural. “Un momento en el que quiero trabajar todo lo que hago. Porque cuando se manifiesta algo, lo hacés real”. Tanto “Metamorfosis” como “Atlas” tienen “una búsqueda de llegar más lejos” a nivel sonoro, lírico y de mensaje. “El álbum va a salir por un sello. Capaz no todos los proyectos son compatibles con un sello discográfico: por ejemplo, yo antes no lo era. Hoy estoy en otro lugar, y veo lo positivo dentro de lo malo”.
El hechizo
“Tenía un par de atlas en mi casa, pero este es otro atlas, distinto a los que conocemos”. En él, las letras son muy importantes y van armando una historia de ciencia ficción que podría empezar diciendo había una vez. “Son cuentos”, rotula su creador, “que tienen muchas similitudes con el planeta Tierra”.
En “Saieg”, faro para este nuevo viaje, el orden de las canciones es una oración que cuenta una historia. “Si unís los títulos hay un concepto”. Probemos. DOPPELGANGER NO QUIERO ESTAR TAN SOLO DÓNDE ESTÁS? YA NO PUEDO MÁS LA ESTOY PASANDO MUY BIEN SIN DROGAS MEJOR QUE AYER. ¿Sale poema?
“El otro día hablaba con un amigo o amiga. Cuando llegamos al mundo no tenemos palabras. Solamente nos expresamos de la manera que podemos. Las palabras son un reflejo de la evolución antropológica. De alguna manera, también son una limitación: hay muchas cosas que nosotros sentimos y que de verdad no podemos expresarlas con palabras. Capaz te digo amor... y acorta mucho de lo que siento. Nada, últimamente me está flasheando el poder mágico, el hechizo de las palabras”.
De girar
La llegada al mundo del primogénito Astro influyó muchísimo en el work-in-progress. Simón estuvo varios meses sin ir al estudio. La carga emotiva de “Atlas” se potenció. “No surgió ninguna canción, pero siento que el disco habla un poco de él... ¡sin saber que estaba viniendo! Es muy loco cómo se reinterpreta”. El músico encuentra en la cinta de Moebius una metáfora filosa, contundente. Cala profundo en el concepto que quiere desentrañar. Y lo desentraña. “Atlas” lleva a Astro. Astro lleva a “Atlas”. Es una premonición. “Nunca termina de girar”.
La bestia se amansa. Ya no hay furia ni exorcismo. No grita. Ahora sabe que no es la única manera de cantar. “Había un montón de registros en mi voz que nunca había recorrido”, asegura. En modo explorador, Simón jugó con space echo real, con AutoTune, se entregó y voló, aprovechando las licencias. “Grabé las voces fumando porro dentro de la cabina, sentado en el sillón”, agradece.
Más grande
Noviembre, 2022. El álbum aún no salió. No pasa nada. “El tiempo lo está convirtiendo en una obra más grande”, subraya Saieg. Habla y acciona amparado en dos fuerzas motoras, contradictorias y refulgentes: la nostalgia y el “optimismo del futuro”. Por eso, “Atlas” asoma retrofuturista y vanguardista, licuando sonidos modernos que siguen viendo la luz con instrumentos analógicos.
Con oídos alerta, los protagonistas quitaron candados, desbloquearon niveles y prejuicios, eligieron desborde antes que censura. Simón, Cajú, Juan Manuel Rodríguez, Eui, Damián Minckas. Juntos en un mismo lugar: Papa Music. Sobre el proceso, expresa el entrevistado: “Muchas de las canciones están cerradas, pero salió un montón de música nueva que nos hizo replantear qué podíamos meter en el disco”.
Valiéndose de “todo lo que había en el estudio”, con referencias multidireccionales, nació un producto internacional de alguien que se asume nacional. La catarata estilística viaja entre baladas, pop, dark hip hop, experimentaciones varias, sin perder esa brújula del rock argentino setentero. En “Atlas” se cruzan “muchas capas de sintes, máquinas de ritmo, pocas guitarras. Solo una canción tiene cuerdas”.
Un acápite para los instrumentos. Los obreros musicales ejecutaron un bajo Höfner de 1967, símil violín. Utilizaron una batería acústica del mismo año fusionada con una híbrida Pearl. De esta sumatoria, y guiños instrumentales -como los beats del Rhodes-, surge una placa cinematográfica. Hay algo que Simón se estaba guardando para este momento de la charla y suelta en tiempo de descuento: “En la cuarentena volví a ver la mayoría de las películas que vi en toda mi vida”.