Viernes 21.6.2019
/Última actualización 12:47
Attaque 77 vuelve para presentar Triángulo de fuerza, su más reciente material: será este sábado desde las 22, en Tribus Club de Arte (República de Siria 3572). Las entradas están a la venta en la sala, en Rock & Tour (San Martín 2347, locales 8 y 9) y de manera online en www.ticketway.com.ar.
Antes del show, El Litoral dialogó con Mariano Martínez, guitarrista y cantante del trío que completan Luciano Scaglione (bajo y voz) y Leonardo De Cecco (batería).
—¿Cómo fue hacer “Triángulo de fuerza”, del cual fuiste también productor? Mientras lo grababan dijiste que era una época de desprejuicio para hacer la música que querían.
—En realidad el proceso de componer es permanente, porque estamos mucho tiempo viajando, de gira; en las giras siempre hay momentos que por ahí uno tiene una melodía, un instrumento a mano, y se van generando algunas ideas que guarda para cosas que en un futuro se pueden convertir en canciones. Entonces siempre hay mucho material archivado desde el cual buscar alguna idea.
El hecho es que en los últimos años van pasando cosas que te van cambiando un poco la cabeza. Me tocó producir a una banda de folclore de Córdoba, eso fue un buen desafío como productor; y a la hora de componer me hizo un click en la cabeza: ahí comprendí que el rock argentino tiene mucha influencia de toda esa música folclórica que es nuestra raíz.
Desde ahí entendí que la personalidad del rock en la Argentina tiene que ver con eso: el rock de toda la vida más lo que tenemos en nuestro ADN, que es la música folclórica, por ahí el tango; se hace una ensalada de influencias que termina por ser una música que sólo existe acá: por algo ocurrió el primer disco de Manal, una música con una personalidad única, la nuestra. Manal, Almendra, Los Gatos, de ahí todo lo que ocurrió en 50 años de historia del rock.
Comprendí un poco eso, me gustó el hecho de volverlo consciente y profundizar un poco por ese lado, componer con otra mentalidad. Me parece que el disco representa un poco eso; la libertad de componer sin necesidad de estar encasillado en ningún estilo o género; siendo simplemente una banda de rock clásico con esa actitud.
—La expresión más cabal de eso es haberlos tenido a Peteco Carabajal y a Vitillo Ábalos en “Canto eterno” y a Campino de Die Toten Hosen en “Lobotomizado”. Son como los dos extremos: lo folclórico y lo tradicional de ustedes.
—Exactamente, porque la canción que canta Campino es lo que más se parece a nuestros comienzos, lo que hicimos cuando éramos más chicos: venimos del punk y de ese circuito del underground de los ‘80 en Buenos Aires de bandas de punk rock; y todas las demás influencias que teníamos del rock de los ‘60: los Beatles, los Stones, los Kinks, los Who y muchos otros más, que a nosotros nos gustaban mucho cuando éramos chicos. Lo que pasa es que también fuimos aprendiendo a tocar a medida que fuimos grabando discos, porque éramos muy chicos y muy inexpertos.
A medida que fuimos teniendo más confianza fuimos probando en esos nuevos intentos: por ahí en un principio de hacer canciones con más armonías vocales, que era algo que nos gustaba mucho de las bandas de los ‘60. Después animarnos a hacer algo de ska, algo de reggae. Con los años se fue dando un sonido más personal y fuimos encontrando nuestra identidad.
—Decías que era una búsqueda consciente, pero en muchos casos es espontánea.
—Sí, es espontánea. Porque a nosotros siempre nos pareció que la música es una experiencia de libertad. Cuando pasa el tiempo y uno se encasilla en un estilo o un sonido se pierde algo de esa libertad de experimentar. Por ahí los seguidores del grupo ya nos conocen, saben que tenemos esas inquietudes, que siempre tratamos de dar algún giro o alguna vuelta de rosca a nuestro sonido, nuestros discos y nuestras canciones; y ya lo reciben bien.
Aparte es lógico, porque somos una banda de muchos años, empezamos muy chicos, siendo adolescentes; obviamente el sentido va cambiando, el modo de transmitir también; nos convertimos en personas adultas, y obviamente las inquietudes y el modo de hacer nuestra música fue cambiando.
—En medio de todos estos cambios, una de las continuidades a la hora de escribir es tratar temas como la cuestión medioambiental, en este caso con “A cielo abierto”. ¿Es un fracaso como humanidad tener que seguir escribiendo sobre un tema así?
—Sí, puede ser. No lo pienso como un fracaso, lo pienso más como una necesidad, por ahí es nuestro aporte. Toda la vida estuvimos de gira, pudimos viajar e ir a visitar todas las ciudades y pueblos que podemos, y tomamos contacto con un montón de situaciones y problemáticas que en las grandes ciudades como Buenos Aires la gente no toma mucho contacto, porque los grandes medios de difusión no los transmiten.
Son realidades con las que te toca chocarte cuando llegás y hablás con la gente, y te cuentan que el río está contaminado y se tienen que mudar. Como nos pasó en Jáchal, cuando fuimos a tocar hace un par de años, en San Juan. Siempre estamos conectando con la realidad de cada lugar en forma directa. Nuestro aporte siendo músicos es intentar volver esto un poco más visible: por ahí con una canción cada uno desde su lugar puede generar un poco de conciencia.
—Ya que estamos: ¿sos más pesimista que antes o ves movimientos positivos?
—Pesimista no soy. Antes creía que el modo de cambiar nuestra sociedad y crear conciencia era otro; y con el tiempo uno va encontrando distintos caminos, distintas veredas, siempre en el mismo sentido. Creo que desde cada uno tenemos que intentar mejorar y generar un vínculo menos precario entre nosotros.
Cuando éramos chicos estábamos más enojados, y de repente más pesimistas, echándole siempre la culpa a los políticos, al sistema. Con los años, uno va comprendiendo la necesidad de hacer autocrítica: en qué nosotros como sociedad estamos colaborando, en qué estamos siendo demasiado pasivos o inconscientes. Es como un diálogo interno con el que tenés al lado, que creo que sería hoy la actitud más lúcida. Por ese lado podría llegar a generarse un cambio y una conciencia como sociedad.
—Hace dos años hablaste de una posible separación temporal del grupo. ¿Qué pasó en ese momento y qué cambió como para seguir adelante?
—No cambió demasiado. En ese momento se acercaba la celebración de los 30 años del grupo. Cuando vienen esos números contundentes uno se pone a pensar. Somos una banda de muchos años, no paramos nunca, con un ritmo muy intenso durante todos estos años de mucha gira, mucho trabajo, muchos viajes, muchos discos. Y por ahí reflexioné públicamente sobre eso: cumpliendo 30 años no sé cuántos años más vamos a tocar, no creo que 30 más.
Teníamos la celebración de los 30 años, un disco nuevo por delante, queríamos disfrutar de ese momento porque tal vez sean las últimas cosas. ¿Quién sabe? Yo no sé. En realidad sigo sosteniendo lo mismo. No era el anuncio de la separación del grupo, sino una reflexión. Por ahí muchos lo tomaron de un modo más trágico. Ahora salió el disco y queremos tocarlo, porque siento que nos representa muy bien y tenemos ganas de tocarlo en todos los lugares que podamos.
Una vez cumplida esa etapa nos preguntaremos qué tenemos ganas de hacer, cuál sería el siguiente paso: si tenemos ganas de volver a grabar, si queremos seguir haciendo giras. Me parece que está bueno ponerle signos de pregunta a las cosas para darles un nuevo sentido. A nosotros nos hace falta y nos es sano; incluso tomarnos nuestro tiempo de descanso.
No lo sabemos, lo que está ocurriendo ahora nos tiene bien entretenidos y llegado el momento nos miraremos y nos preguntaremos si tenemos ganas de seguir un tiempo más o hacer un parate para dedicarnos cada uno a alguna otra cosa. Ya veremos.
—Justo en ese mismo momento anduviste con algunos problemas de salud. ¿Cómo andás ahora?
—Tuve unos problemas respiratorios que fueron muy pasajeros, falté a un par de shows y sentí la necesidad de disculparme con gente de Costa Rica y de México por un par de shows que no pude hacer por motivos de salud. Pero por suerte fue algo pasajero: fui asmático durante gran parte de mi vida (de chico, adolescente y adulto), pero por suerte es algo que fui superando y fue un episodio aislado.
—Remarcabas que empezaron muy chicos. ¿Se imaginaban entonces todo lo que podían llegar a ser y hacer como banda?
—No. En realidad nos fuimos poniendo pequeños objetivos, o pequeños sueños para cumplir. Recuerdo siendo muy chico un sueño que para nosotros era inalcanzable: grabar un disco, que en aquel entonces era sacar un vinilo. Para nosotros era nuestro gran sueño, que nuestra música sonara en un disco, y rápidamente grabamos en el compilado “Invasión ‘88” y después el disco “Dulce Navidad”, antes de cumplir los dos años de banda.
Entonces ya enseguida fantaseábamos con tocar en el estadio de Obras, que era un lugar tan importante y emblemático, como una consagración para cualquier banda. Y rápidamente se cumplió ese sueño también. Tuvimos la suerte de compartir escenario con algunos de nuestros héroes de la música: los Ramones, Iggy Pop, Motörhead.
Después de eso empezamos a fantasear con tocar en el exterior: empezamos por los países limítrofes, de Brasil a Colombia, Ecuador, México, Costa Rica, Panamá, Estados Unidos. No nos imaginábamos que podíamos tocar en Europa y hoy ya fuimos de gira un montón de veces. Se fue dando paso a paso, nunca tuvimos un plan a largo plazo sino que fuimos fantaseando con cada paso pequeño que fuimos dando.