Jueves 22.7.2021
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Luna Sujatovich lanza su carrera solista con el álbum debut “Desafío guerrero”, en el que muestra un recorrido por sus influencias, sus inquietudes musicales, la búsqueda de nuevos sonidos y postales de distintas tradiciones, estilos y lugares del mundo. En este material predominan los ritmos y músicas de Río de la Plata como el candombe y el folclore argentino, mezclado con el lenguaje del jazz, el rock y el R&B. El título del disco remite a una de las canciones, y es un manifiesto de Luna sobre el enorme trabajo que implica para un artista sacar un primer álbum, el sentimiento de incertidumbre al encarar el proceso de composición y grabación y la devolución del público que espera sus canciones.
De todo esto conversó El Litoral con Luna, parte de una familia musical que incluye a su padre Leo (Spinetta Jade, PorSuiGieco, Nito Mestre, Tantor) y Mateo (Conociendo Rusia).
-¿Por qué se dio en este momento la salida de “Desafío guerrero”, entre medio de otros proyectos que venían capturando tu atención?
-Bueno, en realidad es el momento en que encontré las canciones que me interesaban para que sea mi primer disco, mi proyecto. El disco en realidad ya se había grabado antes de la pandemia, en noviembre. La pandemia lo que hizo fue que se retrasara un poco todo el proceso: que saliera este año y no el pasado.
-Grabaste con todos los músicos juntos, que obviamente en aislamiento hubiera sido bastante difícil.
-Hubiera pasado, pero hubiera sido más incómodo todo, con los barbijos y eso. Pero sí: por suerte se grabó en dos días en 0618, que es un estudio.
-¿Cómo fue el proceso de llegar a las ocho canciones que elegiste para el álbum?
-Hay una que la había compuesto en 2015, “Rumor”: la compuse y después Eva Cuevas, una amiga mía de La Colmena, le puso la letra; porque hasta ese momento por ahí no me sentía tan cómoda escribiendo esas cosas. Pero después en 2018 hice el taller de canciones de Edgardo Cardozo: usé ese espacio tanto para llevar cosas que yo estaba haciendo como para también aprovechar los ejercicios que él nos iba tirando, disparadores como para buscar nuevas músicas. En ese taller fue como que reuní todo el material.
Después hicimos la producción con Nicolás Btesh, a mediados de 2019. En el comienzo de año de 2019 tuve otras cosas: me fui de gira con La Colmena; entonces tipo julio empezamos a producir el disco con Nico y lo grabamos en noviembre. También durante la producción compuse “Vamos a nadar”.
Son esas ocho canciones, no quedó afuera ninguna: no es que tenía 20 y seleccione ocho. Ya había hecho algunos intentos de canciones antes, tipo 2017, pero que no me habían terminado de convencer: por ahí tenía tipo unas cinco o seis canciones pero esas ni siquiera se las mostré a Nico: sentía que eran como de otra cosa.
-¿Cuál fue el aporte de Nico? Teniendo en cuenta que el fuerte fue la preproducción, a diferencia de otros discos producidos por él, donde se trabaja durante las grabaciones.
-Con Nico terminamos delinear las estructuras de las canciones; también terminar de ver algunos acordes que por ahí yo tenía dudas, o algunos enganches entre secciones. Fue como un re compañero de decisiones: él me sugería cosas también, yo algunas, otras no. Después lo que estuvo bueno fue cuando nos juntamos con Guille Salort en batería y con Juan Giménez Kuj en bajo: ahí es como que pudimos maquetear un poco más e intentar acercarnos a cómo vestir algunas canciones.
Algunas eran más evidentes que otras, pero todas tuvieron como su pregunta: ¿Y este tema como lo vamos a producir, con qué instrumentos? Porque en el disco hay batería y percusión, entonces era todo el tiempo estar preguntándonos si la cosa y vamos por la percusión de la música popular folclórica o latinoamericana o si nos íbamos más para el rock, el jazz.
El disco varía un poco entre esos mundos y creo que no se estanca en ninguno. Eso es lo que logramos con Nico: dejarnos también aceptar las canciones como venían y no forzarlas para llevarlas a algún género más evidente. Hubo pruebas con los músicos y otras que íbamos haciendo cada uno con sus compus.
-Hay como un doble formato instrumental, que combina la banda de música popular, el cuarteto de cuerdas; en el medio con el piano y la voz que organizan todo. Hay un bajo fretless muy jazzístico, y algunas cuerdas que recuerdan a arreglos de Medio Oriente, como en “No me alcanza”.
-Totalmente: qué bueno que lo digas, porque era la idea (risas).
-También está la percusión folclórica para “La niña” y “Esta noche”; “Ensueño” es un candombe jazz, está esa percusión. Hay un orgánico de base pero se fue moviendo en virtud de cada canción.
-Sí, eso: fuimos muy cuidadosos con eso, no es que dijimos: “Bueno listo: Esta es la banda y va a tocar en todos los temas”. Fue como bancar y también darle versatilidad al disco. Además que cada canción es distinta de la otra, le iba a dar un aire diferente al disco, de ir paseando por formatos más grandes, más chicos. De repente un tema a piano y voz, eso le da también una gotita de versatilidad, que después en el vivo hay que ver qué pasa con eso.
-Esa es la canción que le da título al disco.
-Hay otra excepción que es “Vamos a nadar”, que tiene piano Rhodes: rompe el piano acústico que está en todo el disco.
-Sí, tiene un Rhodes que grabamos en lo de Nico; es el que más se acerca al jazz, R&B, por ahí.
-La idea era preproducirlo, ensayarlo y grabarlo en dos días. ¿Cómo fue el trabajo con las voces? Ahí sí hubo que hacer varias capas.
-Si lo buscaron es re mi fuerte: estoy mucho más acostumbrada a grabar voces que pianos, entonces ahí ya me estaba cagando de risa. Lo difícil para mí fue ese momento del vivo de tocar con los chicos, que ensayamos dos veces. Para sentirte cómodo a la hora de grabar en realidad lo que podés hacer es tocar primero varias veces, hacer shows. Pero no es lo que hace la gente en general: graban su disco y después lo presentan y lo tocan. Pero para la música lo más sano (eso me lo decía un profesor de composición, Ricardo Capellano) es siempre ser grabada después de tenerla vivida, experimentada. Como contar una historia: contás con la música.
Por eso estuvo bueno grabarlo en vivo y ensayarlo, porque bajamos a la tierra y pudimos resolver algunas cosas en el ensayo: eso me pareció espectacular, llevarlo a lo humano: “Hey, estoy tocando con gente, son musicazos”. Está re bueno empezar a compartir de uno con otros, salir un poco de la burbuja del compositor.
Con los coros fue todo después: eso lo grabamos en enero, me parece: grabamos las voces y los coros ahí en lo de Nico, re divertido.
-¿En la grabación colectiva vos grabaste solo piano o hubo alguna voz de referencia?
-Tenía que tirar una voz de referencia, pero en realidad estaba orientado a que eso nos guía para tocar. El único tema que quedó grabado en vivo es “Esta noche”, es el único tema que no tiene click (metrónomo). Entonces era necesario grabar la voz, el piano y la percu juntos, y después pudo toquetear muy poquito.
-Ese lo grabaste con tu hermano Mateo.
-Mateo se sumó después de que ya esté terminado el tema: muteamos mi voz en algunas partes y él entró a cantar. Eso lo decidimos al final del proceso, cuando vimos cómo estaba quedando el disco y pensamos: “¿Qué onda? ¿Da para hacer un invitado?”. Uno cuando graba discos o hace shows siempre está la cosa de si va haber algún invitado. Yo lo tenía presente a eso, pero cuando terminó el disco dije: “¿Qué pasa con ‘Esta noche’?”. Ya estaba “Rumor”, que tenía como cierto aire más chiquito, y se me ocurrió invitarlo a Mate como una manera de también de incluirlo a él en este momento.
Nosotros somos muy compañeros en la vida, y musicalmente hemos cantado juntos muchas veces, en el estudio de mi viejo; cagándonos de risa, haciendo cosas para publicidad de mi papá: tenemos que cantar algo para un dentífrico y es lo más divertido (risas). También tuvimos la oportunidad de participar en un disco que llamó “Raíz Spinetta”: hicimos “Vida siempre” con mi viejo, Facu Guevara y creo que Lucho González, hicimos esa versión juntos folclórica.
Que haya sido folclórico me hizo guiño y dije: “¿Qué onda si lo invito a Mate a cantar esto?”. Mi hermano es re fanático de Aca Seca, Luna Monti, le encanta.
-Era una oportunidad para darse ese gusto.
-Sí. Además también él compuso una canción que se llama “La luna” en su primer disco, que me escribió a mí. Y como que me gustó también pensar en que los dos estemos presentes de alguna forma en el primer disco del otro: como algo de hermanos compañeros musicales.
-Hubo un proceso de curaduría de las letras de la mano del poeta y compositor Dani Zelko. ¿Cómo fue ese trabajo?
-Sí estuvo genial, porque Dani me dijo: “Yo no te voy a escribir nada; vos vas a escribir todo, pero te voy a preguntar cosas sobre qué querés hacer con esto y te voy a ir acompañando en el proceso de entender desde qué lugar pararte a la hora de escribir y en cada canción en particular”. Cosas básicas, como que la letra esté en sintonía con el espíritu de la canción: “Desafío guerrero” empezó como una letra que se iba a ir para otro lado, era una voz más temerosa. Dani me dijo: “Luni, acá tenemos que salir al mundo con esta canción; estás proponiendo con el piano algo re copado, re divertido y re zarpado, y con la letra estás asustada”. Entonces fue como “bueno, descubramos desde qué lugar te puedes parar, pero salgámonos de ahí, de ese miedo”.
Fue alto compañero, la verdad, en ese sentido de tirarme algunos tips de escritura. Estuvo buenísimo, yo había escrito un montón, pero había muchas cosas que tenía dudas. Me iba recomendando libros, poetas.
-En algún momento habrá que presentarlo en vivo, también en la medida en que lo permita el contexto. ¿Ya tenés alguna idea sobre cómo mutarán algunas canciones, o cómo van a funcionar?
-Sí, ya tuve la oportunidad de estar en dos programas de tele para ir probando cosas: estuve en el de Lito Vitale y también en otro que se llama “La sala”, por Canal Metro (ese todavía no salió). Ahí ya nos juntamos con Ayelén Secches, que va a estar tocando la guitarra y haciendo coros. Es una pianista zarpada, pero la vi tocando la viola y dije “ella también podría tocar”. La llamé, re cara rota, pensando qué me iba a decir “todo bien pero lo mío es el piano y mis temas”, y me sorprendí porque se recontra copó: así que está dentro de la banda.
Facu Guevara se quedó, unificando bata y percu: un fenómeno total porque no es batero, pero le copó mucho la propuesta y está estaba divirtiéndose un montón jugando un poco a la bata; él fue más siempre de la percu. Después está Rocío Alí: es una chica re capa, talentosísima, re joven (tiene 24, creo); toca con Marilina Bertoldi, toca en varios proyectos ya circulando; va a estar tocando el bajo y cantando. Así va a ser un cuarteto ahí de voces a pleno: podemos estar las tres metiendo coros y cosas.
Ya está armada la banda. Supongo que cerca de septiembre vamos a estar teniendo alguna fecha: estoy intentando cerrar y pensar cuándo puede ser la fecha de presentación, pero todavía no hay nada definido.
-Está bueno que el bajo lo toque una bajista, porque la guitarrista es pianista y el baterista es percusionista: es un cuarteto loco.
-Sí (risas), es re loco. Siempre termino cosas así: “Que el baterista además haga esto”.
-Venís teniendo un montón de participaciones: estuviste en los ciclos “Se trata de nosotras” y “Fórmulas perfectas”; sos parte del ensamble La Colmena, la banda de Coti Sorokin; siempre en estos roles de arregladora y/o directora musical. ¿Qué te permite explorar cada una de estas actividades?
-Son proyectos todos muy ricos, re interesantes, me formé ahí. En la banda de Coti es como que día a día aprendo: él es un musicazo, y es alto productor de sus propias cosas: está dirigiendo todo siempre. Tuvimos el gusto de estar en un programa nuevo que va a salir en la TV Pública; es el día de hoy que siempre lo veo y lo observo trabajando: cómo se desenvuelve con la gente que lo rodea, con los que lo invitan. Tiene algo muy interesante, de estar arriba y abajo del escenario.
Y después, viajar, hacer pruebas de sonido tocar, en distintos lugares del país; todo eso me hizo crecer mucho. Toco ahí desde 2012, hasta casi diez años, y cuando pasaron un par de añitos nomás, dos años, él empezó a incluirme a mí en este rol más de directora-arregladora. Estudié composición en la UNA, es mi carrera de compositora. Me empezó a dar ese espacio y empecé a crecer también mucho en ese aspecto: grabé arreglos para su disco, para el concierto en el Teatro Colón. Eso fue muy zarpado: estar ahí en el Colón dirigiendo una orquesta de cuerdas era impensado en mi vida. Fue muy zarpado.
Y además tocar una banda: observar qué hace el baterista, qué hace el bajista que hacen los violeros; todo eso es una masterclass permanente desde cómo administrar los recursos que están ahí dando vueltas.
En La Colmena el laburo es diferente, porque es un grupo vocal y de percusión, no hay instrumentos melódicos. Entonces ahí es como llevar esa data de la banda a las voces; cubrir esos espacios (los graves, los medios los agudos). También un aprendizaje muy groso con la voz, ahí aprendí mucho sobre todo de los distintos géneros de Latinoamérica: hacemos música latinoamericana. Haber estado en esos proyectos me generó como una especie de abanico grande respecto a estilos.
En “Se trata de nosotras” yo era muy chica, 25 tenía, y estuve a cargo de todas esas mujerazas, gente con trayectoria: Andrea Álvarez, Liliana Herrero, Luciana Jury; después chicas en mi generación: Loli Molina, Gime Álvarez Cela, Lucy Patané; Conce Suárez, percusionista re grosa, Vivi Pozzebón. Mucha gente que conocí en ese proyecto que me voló la cabeza conocerlas; no las conocía, me abrió muchas puertas. Fue en 15 días armar todo el concierto: no me despegué de la computadora (risas), tenía que estar escribiendo partituras a morir. Para esto me llamó Lito Vitale que fue uno de los que organizó el concierto junto con Lu Jury y María Cabrejas, de lo que en ese momento era Igualdad Cultural.
Además la temática: la visibilización sobre la trata, un montón de poetas que habían también hacían poesía y textos: fue muy fuerte ese proyecto, me re fogueó.
-¿Y “Fórmulas perfectas”?
-Fue el año pasado, fue una filmación (con “Se trata...” fueron tres shows, nos fuimos de gira). Con “Formulas perfectas” también fue como algo parecido en un punto. Estilísticamente era todo mucho más variado, porque había músicas de distintos géneros, tipo “rock pesado y Renacimiento” (risas).
-Estaba Silvana Colagiovanni ahí.
-Sí, también Diana Arias, Luciana Torfano: con ellas éramos la banda. También tuve la suerte de poder tocar una obra mía: para esto me convocó Adrián Iaies, que un amor; nos dijo: “Si quieren pueden tocar cosas de ustedes”, éramos la banda estable. Y las chicas re amor, me dijeron: “Pero Luna, si vos tenés tu música, tocá algo tuyo, dale”; re divinas.
Después hicimos un par de temas juntas: uno de Eruca Sativa, otro de Nathy Peluso, estuvo re divertido. Estuvo hermoso: eso fue un pandemia, fue como un respiro del encierro, súper divertido.