Miércoles 4.9.2024
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“Soy optimista, los pueblos siempre resistirán”. Ken Loach es un gran cineasta, pero ante todo es un agudo observador de la realidad social y un militante deseoso de, si no es posible cambiar, al menos visibilizar la realidad de los que siempre están debajo, indefectiblemente relegados a la opresión. Así como Pablo Larraín o Ciro Guerra en estas latitudes, Loach se aferró siempre a la necesidad de retratar la vida cotidiana con autenticidad. Desde una postura con toques neorrealistas, se inclinó varias veces a actores no profesionales y escenarios reales para captar la esencia de la vida en las comunidades marginadas. Así, al espectador le cuesta eludir lo que se cuenta por duro que sea, se tiene que hacer sí o sí partícipe de las experiencias de los personajes.
"Kes". Foto: Kestrel Films, Woodfall Film ProductionsEsto está presente ya en “Kes” (1969), donde Loach narra la vida de Billy Caspar, un joven que encuentra consuelo en el entrenamiento de un halcón mientras vive una existencia difícil en el norte de Inglaterra. La película es un ejemplo de su enfoque realista, al mostrar las luchas del protagonista con una sensibilidad que demuestra un respeto por la dignidad con que sobreviven los desprotegidos.
En “Miradas y sonrisas” (1981), Loach se mete de lleno en un tema que luego profundizará con diversas variantes: el desempleo (en este caso juvenil) en el contexto de la recesión económica de los años 80 en el Reino Unido, bajo el gobierno de Margaret Thatcher. La historia sigue los pasos a un grupo de jóvenes que tratan de enfrentar las dificultades económicas. Es fácil trazar un link con el Free Cinema inglés de las décadas previas: el estilo documental acentúa la urgencia y la desesperanza. De hecho, las películas de Loach tienden a incluir temas como la pobreza, la injusticia social, los derechos laborales y la vida en entornos, sino sórdidos, al menos relegados.
"Miradas y sonrisas". Foto: British Lion Film Corporation, Kestrel FilmsEsta mirada sobre las problemáticas sociales se mantuvo incólume en la filmografía de Loach, al punto en que obras recientes como “Yo, Daniel Blake” (2016) y “Lazos de familia” (2019) van en la misma dirección. La primera, que cuenta la historia de un carpintero que lucha por obtener ayuda estatal después de sufrir un infarto, critica las fallas del sistema de bienestar social en el Reino Unido y la deshumanización que enfrentan las personas en situaciones vulnerables. La segunda describe la precariedad laboral moderna a través de la historia de una familia que intenta sobrevivir en el sector de mensajería, una visión crítica del capitalismo contemporáneo y sus efectos en los trabajadores.
"Yo, Daniel Blake". Foto: British Film Institute, Sixteen Films, BBC Film, Why Not Productions, Wild BunchAunque la vertiente social en contextos contemporáneos fue la vertiente que más profundizó, también propuso en “El viento que acaricia el prado” (2006), una mirada sobre la Guerra de Independencia de Irlanda, desde una perspectiva cercana a los protagonistas, como hizo en su momento Héctor Olivera en “La Patagonia rebelde”, de 1974. La película, que ganó la Palma de Oro en el Festival de Cine de Cannes, se adentra en la violencia y las tensiones del conflicto, pero lo hace con un estilo realista, donde la autenticidad prevalece.
"Lazos de familia". Foto: Front Row Filmed EntertainmentUn llamado a la solidaridad
El nuevo trabajo de Loach se titula “El viejo roble”. Se podrá ver en el Cine América y es una especie de síntesis de los temas que abordó previamente (sobre todo las consecuencias del capitalismo salvaje y el liberalismo económico a ultranza sobre las comunidades y las minorías desprotegidas) focalizadas en el futuro del último pub que queda en pie en un pueblo chico del noreste de Inglaterra, donde la gente está abandonando la tierra a medida que se cierran las minas. Las viviendas perdieron valor y están disponibles, por lo que es un lugar ideal para los refugiados sirios. Otra vez Loach pone el dedo en la llaga: esta vez, introduce una variante: el drama de la inmigración y los prejuicios que genera.
"El viejo roble". Foto: Front Row Filmed EntertainmentEntrevistado por Ed Rampell para Jacobin, Loach apuntó “hemos tenido gobiernos neoliberales desde los años 80. Ambos partidos son ahora partidos neoliberales, tanto el Partido Conservador como lo que se supone que es el Partido Laborista, que de hecho es también un partido de derechas. Es un poco como los republicanos y los demócratas. Se turnan para aplicar básicamente las mismas políticas económicas. Ves las mismas consecuencias”.
“Los pozos, las casas de alrededor, la iglesia, la asistencia social de los mineros, el bar, la escuela, el médico y el campo: cuando el pozo cierra, todo cierra con él. Aparte de la gente que aún queda, y que está abandonada. Queríamos contar esa historia, pero necesitábamos un catalizador que la revelara. Y Paul (Laverty) escuchó la historia de la llegada de refugiados sirios de la guerra. Los enviaron allí porque quedaban ocultos a la vista. La prensa de derechas no se quejaría de ellos todo el tiempo: están alejados, nadie va allí. A nadie le importa. Llegan, han sufrido el trauma de la guerra, no tienen nada más que una maleta y lo que llevan puesto. La población local tiene muy poco. ¿Pueden convivir las dos comunidades?”, agregó.
Tal es el eje del film, que encuentra a Loach a sus 88 años de edad, sosteniendo con porfía las mismas preocupaciones que hace medio siglo. Un pesimista diría que de nada sirvió su cine, que “el mundo fue y será una porquería”, como anticipó Enrique Santos Discépolo hace casi un siglo. Pero un optimista diría que gracias a artistas comprometidos como Loach, al menos es posible reflexionar sobre ello. Y contraponer a la insensibilidad los valores que pueden salvar al mundo, como la compasión y la solidaridad.