El ucraniano que reconfortó a los Aliados con su piano y actuó en el Rosa Galisteo
Benno Moiseiwitsch, que se nacionalizó británico en 1937, fue distinguido por los recitales que ofreció a los soldados durante la Segunda Guerra Mundial. En 1935, este músico formado en Viena por Theodor Leschetizky llegó a la capital provincial de la mano de Amigos del Arte.
El ucraniano que reconfortó a los Aliados con su piano y actuó en el Rosa Galisteo
En 1946, Europa trataba de resurgir de las cenizas tras el infierno de la Segunda Guerra Mundial. Fue en ese contexto cuando el pianista de origen ucraniano Benno Moiseiwitsch recibió la distinción de Comandante del Imperio Británico. Es que este artista, nacionalizado inglés en 1937, había aportado su granito de arena para el triunfo de los Aliados sobre el Eje: con sus interpretaciones pianísticas del repertorio romántico tardío, reconfortó a los soldados que se batieron en el frente a lo largo del conflicto bélico más sangriento del siglo XX. No solo eso, también contribuyó con diversas obras benéficas.
El recorte de El Litoral de aquella época.
“Exuberante y enérgico, pero con un toque elegante y refinado”, este músico nacido en 1890 en Odesa, se destacó en la interpretación de obras románticas rusas. En particular las creadas por Serguéi Rajmáninov. Ganador del premio Antón Rubinstein con solo nueve años, Benno se formó en Viena con el maestro polaco Theodor Leschetizky, de quien se dice que ejercía la docencia con dureza. En una nota publicada por el diario porteño La Nación en septiembre 2014, Pablo Kohan recuerda el modo en Moiseiwitsch sufrió el rigor y la sinceridad brutal del docente: “Cuando acabé de tocar, casi con desprecio, me dijo: ‘Bueno, yo toco mejor con los pies’.
Benno y su arte llegaron a Santa Fe en 1935.
El alma en los dedos
Gracias a la acción de Amigos del Arte, una institución que ocupó un papel central en la vida cultural de la Santa Fe de antaño, Moiseiwitsch se presentó en el Museo Provincial de Bellas Artes Rosa Galisteo de Rodríguez el 8 de junio de 1935.
La crónica de una noche única.
“Ya se vio anoche en la magnífica interpretación de Chopin, a quien la mayoría de los pianistas tratan como si fuese una niña enfermiza y no el romántico apasionado, la diferencia de sentido musical entre una expresión deformada por un concepto y la que presenta al espíritu en toda su espléndida significación real. Moiseiwitsch tiene alma, los compases no van de sus dedos al piano únicamente, sino que antes pasan por su espíritu; así se explica la vigorosa interpretación de autores sinfónicos y de exquisitos captadores de maravillas sonoras como es Debussy o de ideas inmortales como son las vertidas por Beethoven”, afirmó El Litoral en una crónica publicada el domingo 9 de junio de 1935.
“El dominio constante del instrumento y la íntima valoración de cada nota, para lo cual dispone de limpia técnica y de firme sensibilidad, por las cualidades que le destacan y lleva al ánimo del oyente el convencimiento de que es, efectivamente, un artista. Un artista que no necesita de recursos espectaculares para atraerse un merecido juicio elogioso. En una palabra, es un pianista digno de figurar entre los buenos”, agregó el periodista del vespertino.
El discípulo de Bártok
Otro destacado pianista que dejó su huella artística en la capital provincial, en este caso en el cine Colón (actualmente ATE Casa España) fue Gyorgy Sandor. Este músico húngaro, nacionalizado estadounidense, se presentó durante la década de 1940 y fue mencionado por el diario El Litoral como “un artista de depurada técnica y de notables condiciones interpretativas, que le han llevado en corto lapso a ocupar un sitial de honor entre los pianistas del mundo, habiendo merecido el aplauso de la crítica y el público de las principales metrópolis europeas y de América”.
Gyorgy Sandor también deleitó a los santafesinos, durante la década del '40.
Sandor, alguna vez aplaudido en el Carnegie Hall de Nueva York, mantuvo una amistad muy especial con Bela Bartók, uno de los mayores compositores del siglo XX. De hecho, cuentan las crónicas que fue una de las diez personas que estuvieron presentes en el funeral del maestro, en 1945. Precisamente esa década, la de 1940, fue dorada para los santafesinos amantes del piano: en tan solo un lustro, pudieron escuchar a Arthur Rubinstein, Daniel Ericourt, Claudio Arrau y Jan Smeterlin. Nada mal para una capital de provincia.