Martes 4.7.2023
/Última actualización 16:23
Los viernes y domingos de julio (7, 9 14 y 16 de dicho mes), a las 21 y 20.30 respectivamente, llegará a Valeri Montrul Multiespacio (San Lorenzo 2513) la obra “Señora, Don Melquíades está muerto en el baño”, con dramaturgia y dirección general de Brian Bolsón, con asistencia de dirección de Camila Borda. El elenco está integrado por Nahiara Ayuso, Camila Borda, Rosario Cello, María M. Coronel, Adrián Monti, Diana Y. Niewiadomski, Abril Paredes, Nerina Pfarherr, Yamil Romero, Florencia Tourn y el propio Bolsón.
Completan el staff Gianfranco Salomón (Luminotecnia), Kum Gorosito (diseño de gráficas) y Tomás Vogel (fotografía). La prensa está a cargo de Ariel Giannelli (Arsegia Producciones), y las redes sociales en manos de Valentina Pioli y Florencia Tourn.
El Litoral pudo conversar con el dramaturgo y director para conocer más sobre la propuesta, empezando por el título: “Tiene mucha lógica desde distintas perspectivas. La obra básicamente es un homenaje a las grandes novelas de misterio de Agatha Christie, de Conan Doyle. Es un policial negro; como se busca hacer un homenaje a las novelas de misterio”, cuenta Bolsón.
-Había títulos así, con un gancho.
-Claro: “Asesinato en el Orient Express”; “Sherlock Holmes y el apasionante caso de...”. Bueno, hasta el Quijote, que no es una novela de misterio, tiene un nombre gigante.
-Ya te da una curiosidad.
-La trama sigue una estructura muy clásica de las novelas de misterio: hay una situación que funciona como disparador, para que quien está investigando vaya a otro lugar: y ahí sucede una muerte o algo por el estilo.
En este caso son dos investigadoras quienes llevan adelante la investigación, que se llaman Ana Morales y Clara Saavedra. Que estuvieron al mando de una investigación acerca de hechos de corrupción de un ex presidente que es muy deleznable, como el que tuvimos antes de que asuma Alberto (risas). Este tipo se suicida, salta la olla y las apartan de los casos. Ellas se van de vacaciones, algo que es muy clásico de los detectives; y van a Villa Ruiz, un pueblito del interior de la provincia de Buenos Aires (todo esto ocurre en Buenos Aires), que existe.
Ahí les encargan una misión, que es descubrir quién le arrojó un radiograbador a Melquíades Junquera: es un hombre del momento, un politólogo, milita mucho la cultura gitana. Alguien le arrojó un grabador enchufado en la bañera y murió. Ahí empiezan a investigar y encuentran un montón de cosas que se vinculan con el asesinato de esa persona.
Dinámica de género
-Te gusta ir moviéndote por los géneros; venías de los tiempos del virreinato en “Caparrós”, que te llevó un viaje de investigación. ¿Cómo fue animarse al policial? ¿Tuviste que buscar algo o ya estabas más familiarizado?
-Está emparentado con lo que hablamos el año pasado, que uno tiene cosas de la infancia. En la secundaria, descubrí a Agatha Christie, descubrí el mundo de Conan Doyle (obviamente con sus respectivos: Hércules Poirot y Sherlock Holmes) por un compañero de secundaria; y fue como un viaje de ida: iba a la biblioteca, sacaba los libros, los leía. A partir de ahí me empecé a embeber ya en esa en esa adolescencia en todo esto, que después evolucionó en ver películas y series inglesas en determinados canales. Todo nace ahí.
-Es una deuda con el Brian de la adolescencia.
-Claro. Así fue como se me ocurrió jugar un poco digamos en este mundillo que, como bien decías, me demandó también un proceso de investigación: de cómo es la estructura, ver qué condimentos ponerle.
-Como también a adaptarlo a un lenguaje teatral: no tenés el Orient Express en movimiento.
-Partamos de la base: uno está cansado, mira una serie de detectives, pone pausa si no entiende algo y vuelve a ver. Eso también tienen los libros: cuando uno lee algo y se repite un detalle, puede volver hacia atrás. Eso me llevó a una doble estrategia: como siempre convoco a los actores y las actrices con un guión en proceso; y después voy terminando de escribir. A medida que escribo y cierro se lo voy entregando los chicos; en este caso estuvo escrito de una manera más literal, para que el actor o la actriz se lea el guión ya sabiendo cuál era su personaje: “Uy, me encanta, quiero saber más”; y ese “quiero saber más” a mí como dramaturgo me sirve para hacerlo más interesante al personaje.
Después, lograr una cierta fluidez, versus un estilo mío al momento de llevar adelante una obra de teatro: donde los silencios son muy incómodos, son muy largos; me gusta hacer esas pausas. Que tienen que estar, porque es el ADN del dramaturgo; pero a su vez una cierta fluidez para mantener al público en la expectativa.
Ahí aparecen estos condimentos: muchos elementos típicos de los novelistas y de las novelas en sí. Puede haber algún hecho sobrenatural, o los crímenes que van sucediendo se relacionan en algo que no se muestra, pero uno dice: “No, esto es muy turbio, ¿qué pasa acá?”. Después empezamos el clásico proceso de los ensayos.
Equipo
-¿Cómo fue la convocatoria en este caso?
-El año pasado hice “Caparrós”, y tuve la oportunidad de volverla a hacer este año nuevamente en el Foro. Dentro de ese elenco, los supérstites del grupo me pidieron poder continuar dentro de la compañía teatral; porque mi compañera teatral es itinerante: siempre existió, estoy hace 12 años en esto, pero nunca como compañía como tal.
-No era un grupo estable.
-Tomé este grupo, y la misma gente que estaba el año pasado me empezó a recomendar a otros actores y actrices para convocarlos. Y ahí nace por primera vez la compañía Zé Pelintra, encabezada por mí, por mi ayudante de dirección (Camila Borda) y el resto de los chicos.
-¿De dónde viene el nombre?
-Es una entidad de la religión que profeso, una religión africanista. En vida fue un bohemio, una persona muy de la noche, de la música, de las liras; y eso tiene teatro el teatro: maneja una energía muy baja en cuanto a eso.
-¿Ya tenías el número de personajes, o nacieron personajes porque se sumaban gente?
-Cuando ya estoy haciendo la obra, y se acerca la fecha del estreno, siempre digo en broma que estoy embarazado intelectualmente: ya estoy en mi cabeza germinando lo que hago el año que viene, a grandes rasgos.
En este caso, las películas de misterio tienen muchos personajes; son los famosos elencos corales, que son un montón de actores que están todo el tiempo en escena, y que es difícil dilucidar cuál es el personaje principal o cuál es el secundario. También hay un estilo mío de que un actor pueda hacer dos personajes totalmente distintos, o más: eso te ahorra buscar actores y actrices, y le das la oportunidad al artista de ser más dúctil, al momento de mostrar más facetas.
Lo ideal sería que un elenco desde el momento cero hasta que termine la temporada sea el mismo; pero bueno, ocurrieron un montón de cuestiones que hacen que el actor o actriz se quede en el camino: se termina de la luna de miel, trabajo, estudios...
-Gente que fue reemplazada antes del estreno.
-Es normal. Los directores somos condenados a dos cosas: la primera a que no nos entiendan (risas), y segundo a la docencia.
-Tenés que guiar a la troupe hacia donde vos querés, y alguno no va.
-Tengo un lema: “Yo no trabajo con amigos”. Tengo grandes amigos, salgo a la calle y me saluda un montón de personas, que son de coros, de otras instituciones. Somos grandes amigos y nos acompañamos, pero al momento de trabajar esa persona que está enfrente es el director y yo soy su coreuta.
-Se respeta la dinámica de cada grupo.
-Es que hay que acostumbrarnos a esa dualidad. También una estrategia de eso fue decir: “Bueno, te gusta el personaje, te lo voy a complejizar mucho más”. Y eso es un desafío este para poder llevarlo adelante.
El elenco completo, ya devenido en Compañía Teatral Itinerante Zé Pelintra. Foto: Gentileza Tomás VogelCompromiso
-Eso te demanda que también cada actor este comprometido.
-Permanencia, principalmente, porque las medias son para los pies (risas): uno puede entender que haya algunos contratiempos, pero necesito que la persona esté. Disciplina, que hoy está un poco pasada de moda
-Porque tiene mala prensa.
-Justamente. No lo pensemos desde el punto de vista del artista: a un corredor no lo veo comiéndose un sánguche de milanesa todos los días; o si lo come, lo compensa con un poco de gimnasia. Es disciplina: tratar con rigor lo que se ama.
Me pasó algo muy curioso con dos actrices que están en este grupo, que fueron a ver el ensayo de la obra. En una reunión me dijo: “Che, se ve que se manejan bien”; y la otra piba me dijo: “Esto va en serio”. Por supuesto que va en serio, y no por algo llevo 12 años en esto: soy un niño que tiene 12 años (risas).
-Nos asombra que algo vaya en serio.
-Creo que hay muchos factores. El primero es un factor cultural: nos inculcan un chip en el cual el arte no es un trabajo en serio: “Pero, ¿de qué vas a vivir?”. “Estás viendo Netflix, te gusta que Anthony Hopkins: está haciendo la misma carrera artística que alguien que alguien que recién empieza”. Ese es el primero: que no se relaciona al arte con algo en serio. Pero a veces es culpa de los mismo artistas.
-Hay que poner profesionalismo, más allá de que sea tu profesión principal o no.
-Hay una entrevista a Nito Mestre donde contaba que el objetivo de Charly era romperse, hacerse pelota con todo lo que se inyectó en su vida; pero trabajó para eso.
-Justamente pasan estas cosas en el mundo de la dualidades artísticas. Soy muy nihilista: creo que el arte no salva el mundo. El arte no comunica nada: un actor haciendo Shakespeare; lo que sí comunica es el intérprete.
Ir más allá
-El arte no salva, pero redime. Es un proceso interior, no te va a cambiar la vida pero puede ser más linda.
-Y trasciende: uno como fotógrafo, como cocinero, como cualquier laburo que demande algo manual o algo intelectual trasciende. Yo trascendí y sigo trascendiendo: porque cuando yo me muera va a estar escrito lo que lo que hice, un guión de una obra de teatro. Creo que mucha gente hace teatro para decirle a sus nietos: “Mira hice una obra de teatro”; y esto es un trabajo, simple.
-Alguna gente lo hace como terapia, y no está bueno.
-Pero hacelo en un taller, donde vos decís: “Ay, se me encarnó la uña, profe”. Bueno, uno puede cancelar por eso. “Tengo gastritis, falto”, y el profesor dice “bueno, genial” y ya está. Pero esto es un trabajo: si querés pasarla bien y divertirte todo el tiempo, andá a un pelotero.
También en la puesta en escena pongo el foco siempre lo incómodo. Sé dónde están los extremos y los toco todo el tiempo. Por un lado Brian como director es una persona a la que cada vez le importa menos el público; y hace lo que quiere arriba el escenario. Pero tiene un grupo de trabajo que acompaña eso. El elenco, el diseñador gráfico: todo eso hace que uno pueda irse al extremo.
-En realidad no es que no te importa el público, sino el “qué dirán”; caso contrario no harías una obra.
-Claro. También buscar mucho la desnudez de las emociones. El otro día un colega me dijo: “En tus obras no hay mucha felicidad”.
Al personaje lo matan dentro de una bañera: se consiguió una bañera, se está haciendo la estructura para poder apoyar la bañera, para que eso se vea; y donde todo lo que sucede es realista. Una excentricidad.
-Ya estoy entrando como director en el terreno de las excentricidades. Y a Melquíades lo interpreto yo: va a ser el sueño de muchos, que me maten arriba del escenario (risas).