Por Nélida Elena Boulgourdjian
Por Nélida Elena Boulgourdjian
La población armenia de Nagorno Karabaj, el conflictivo enclave que los armenios denominan Artsaj, atraviesa hoy el peor momento de su historia. Luego de la reciente ofensiva militar de Azerbaiyán, llevada a cabo con la finalidad de recuperar el territorio que considera propio, el presidente de Artsaj, Samvel Sharamanyan, fue obligado a firmar por decreto su disolución a partir del 1 de enero de 2024. El conflicto tiene una larga y compleja historia pues Artsaj fue parte de la meseta armenia desde la antigüedad y su población fue mayoritariamente armenia. Por ello los armenios expresan un fuerte sentido de pertenencia a ese territorio, hecho que se confirma por testimonios de historiadores griegos y por la existencia de restos arqueológicos.
A partir de 1917 con la caída del Imperio zarista y la formación de los tres estados nacionales de Transcaucasia: Armenia, Georgia y Azerbaiyán en el marco de la ex Unión de República Socialistas Soviéticas (URSS) la vida de los armenios en Artsaj enfrentó múltiples dificultades. Si bien el 12 de junio de 1921 los gobiernos de las Repúblicas Socialistas Soviéticas de Armenia y Azerbaiyán proclamaron que Artsaj formaba parte de Armenia, la situación cambió a los pocos días.
Así, el 5 de julio de 1921, bajo la presión de Moscú y la intervención directa de Stalin, el Bureau Comunista del Cáucaso, sin ninguna base legal, determinó la anexión de Artsaj a la República Socialista Soviética de Azerbaiyán dando origen a un conflicto de fronteras que se proyecta al presente. La anexión arbitraria de 1921 y la posterior declaración de independencia de Artsaj el 28 de diciembre de 1991, con motivo de la caída de la ex URSS como lo hizo la propia Azerbaiyán, fueron esgrimidas por los armenios para seguir existiendo como enclave autónomo.
En la década de 1990 el enfrentamiento entre ambos pueblos concluyó con la victoria armenia; no obstante, el conflicto quedó en suspenso durante treinta años. Pero en 2020, en el contexto de la pandemia de Covid, Azerbaiyán inició una nueva guerra con la finalidad de recuperar el territorio que consideraba propio, dando comienzo al drama que hoy vive el pueblo armenio. La disparidad de fuerzas entre ambos países -Azerbaiyán, de 86.000 kilómetros cuadrados y casi diez millones de habitantes, y con aliados poderosos, contra Artsaj, de 4.400 kilómetros cuadrados y 120.000 personas, con escasos apoyos- provocó un resultado nefasto para su población, sobre todo porque la primera se convirtió en una potencia exportadora de petróleo y de gas que le permitió equiparse con armamento moderno.
El acuerdo de paz firmado al finalizar la guerra el 9 de noviembre de 2020 no fue respetado por Azerbaiyán y el 12 de diciembre de 2022, cuando Rusia estaba ocupada con su propia guerra, bloqueó el único territorio que une Armenia con Artsaj, el Corredor de Lachín, que proveía de insumos imprescindibles para su supervivencia. A pesar de los múltiples esfuerzos de organismos de ayuda humanitaria, la población de Artsaj vivió en condiciones infrahumanas; los niños sin ir a la escuela, las personas con discapacidad y los adultos mayores, con dificultades para recibir alimentos y medicamentos.
El fallo de la Corte Internacional de Justicia de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) del 22 de febrero de 2023, para mantener despejada la circulación a través del Corredor de Lachín, no fue respetado por el régimen del presidente azerí Ilham Aliyev. El experto argentino Luis Moreno Ocampo denunció que hay un genocidio en curso contra la población de Artsaj al no permitirse el paso de medicina, alimentos y otros productos esenciales en base al artículo II c) de la Convención sobre Genocidio: "Infligir en forma deliberada contra las condiciones de vida de un grupo para provocar su destrucción física".
El acuerdo de paz firmado al finalizar la guerra el 9 de noviembre de 2020 no fue respetado por Azerbaiyán y el 12 de diciembre de 2022, cuando Rusia estaba ocupada con su propia guerra, bloqueó el único territorio que une Armenia con Artsaj, el Corredor de Lachín, que proveía de insumos imprescindibles para su supervivencia.
Esta denuncia no solo no fue escuchada sino que Aliyev revirtió la carga de la responsabilidad al llamar a los armenios "terroristas" para justificar su ataque, ordenando la salida incondicional de su población del territorio de Artsaj. Como sostiene el Embajador de Armenia en la Argentina, Hovhannes Virabyan, Azerbaiyán quiere ocupar ese territorio sin su población originaria. Como consecuencia de la política de limpieza étnica en curso de Azerbaiyán, los armenios originarios están abandonando el territorio porque saben por experiencias pasadas que les sería imposible vivir seguros bajo el dominio azerí.
Es evidente que la aspiración a una paz duradera entre ambos países parece imposible, sobre todo porque el presidente de Azerbaiyán en reiteradas oportunidades afirmó que los armenios del mundo son enemigos. Por su parte, el presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, aliado incondicional de Aliyev, vinculó la situación actual con el genocidio armenio de 1915 cuando declaró: "Terminaremos lo que comenzaron nuestros abuelos".
En la actualidad, de igual modo que en el pasado, el uso oficial del discurso de odio por parte de Azerbaiyán, la calificación de terroristas a los armenios, el bloqueo de diez meses que afectó la vida de su población y la decisión final de que los armenios abandonen Artsaj forzadamente y por decreto echan por tierra la esperanza de una vida en paz en un territorio que habitaron durante siglos.
(*) Docente de la Universidad Nacional de Tres de Febrero.